lunes, 16 de julio de 2012

PLOTINO

Tenía el aspecto de quien se siente avergonzado de estar en el cuerpo. Se dice, además, que vivía insomne manteniendo el alma pura y siempre en marcha afanosa hacia la divinidad, a la que él amaba con toda su alma.

Así nos cuenta Porfirio que era el filósofo de Licópolis.

Plotino vivió para el alma. A ésta dedicó su filosofar. La concibió necesariamente libre y bella.

De allí que J. Hirschberger, señale que la filosofía de Plotino "es un momento cumbre en la historia de la filosofía, pues a partir de ahora se quiebra visiblemente el llamado intelectualismo griego, y surge la metafísica occidental de la voluntad"[1]. Esta concepción de la libertad, que se asienta en una metafísica de la libertad, la expondremos en la primera parte de este trabajo. La cual se divide en la exposición de las cosas animadas y la libertad del alma. Que es la problemática esencial de la misma. Pues lo interior del hombre es lo que en verdad es su esencia. Aun cuando el alma, propiamente, cubre o arropa lo corporal y le da vida.

Plotino no se preocupa ni por la libertad cívica ni por la libertad política, tan apreciadas  ambas en nuestro mundo contemporáneo. Su preocupación recae en la libertad del alma en sí. Pues sin ésta aquellas son acciones vacías, pura formalidad. Por ello, la metafísica de la libertad está necesariamente unida a lo que es la realidad propia del hombre.

La conversión, el recogimiento del alma hacia sí misma, el mirarse a sí misma, el estar sola consigo misma, es la aspiración del filósofo. Lo que actualmente denominamos, vacíamente, la auto-realización del hombre, que se proyecta en la autoestima o en el proceso coaching, entre otras ofertas de mercadeo.

El regreso a sí misma, la conciencia de sí, el ensimismamiento que da la libertad. Porque en esta intimidad del alma, en su carácter inagotable de lo íntimo, está libertad. Sin embargo, esta intimidad es un abrirse verdadero al mundo. Pues prescinde de la limitación falsa del mundo, en esto consiste ser libre. En la inagotabilidad del alma para consigo y el mundo.

La libertad está en la actividad del alma, que es causa del movimiento del hombre. Compleja arquitectónica ésta, la cual apreciaremos en el desarrollo y exposición de esta problemática. Que se emparenta con la belleza, porque un alma libre es necesariamente bella.

En cuanto a la belleza, la Enéada I, 6, Sobre la Belleza, cronológicamente el primer tratados de los cincuentaicuatro que conforman el corpus plotiniano, es el escrito suelto de Plotino que mayor difusión tuvo en la antigüedad tardía y posteriormente. De allí que García Bazán afirme: “me animaría a decir que no hay formulación de teoría estética en la que  subyacentemente alguna de sus ideas no esté presente”[2].

En la metafísica de lo Bello Plotino despliega toda la potencialidad del alma. La triple dimensionalidad del alma se manifiesta en los múltiples grados de la belleza artística e intelectiva.

Mientras que el Alma del cosmos resplandeciente y enamorada, cual Afrodita Urania, contempla lo Uno y se arroba en él. Para el mundo múltiple, arrebatado de amor, la Afrodita Pandemos, la cortesana, despliega en el alma del hombre los diversos grados de belleza, amor y libertad. Con lo cual hace posible la conversión de éste hacia el primer principio.

He aquí pues, la temática a exponer en el presente texto. Que por lo demás ha acompañado al filosofar en este estar en carne y hueso. En este inacabado proyecto de pensar y actuar que es el hombre, como hijo ilegitimo de Penía y Póros.



[1] J. Hirschberger, Historia de la Filosofía, Tomo primero, Madrid, Editorial Herder, 1994. p. 264-265.
[2] Francisco García Bazán. “Plotino y la fenomenología de la belleza”. Buenos Aires, Universidad Argentina J. F. Kennedy-CONICET, 2005, p. 3.

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