Tenía el aspecto de quien se
siente avergonzado de estar en el cuerpo. Se dice, además, que vivía insomne
manteniendo el alma pura y siempre en marcha afanosa hacia la divinidad, a la
que él amaba con toda su alma.
Así nos cuenta Porfirio que
era el filósofo de Licópolis.
Plotino vivió para el alma.
A ésta dedicó su filosofar. La concibió necesariamente libre y bella.
De allí que J. Hirschberger,
señale que la filosofía de Plotino "es un momento cumbre en la historia de
la filosofía, pues a partir de ahora se quiebra visiblemente el llamado
intelectualismo griego, y surge la metafísica occidental de la voluntad"[1].
Esta concepción de la libertad, que se asienta en una metafísica de la
libertad, la expondremos en la primera parte de este trabajo. La cual se divide
en la exposición de las cosas animadas y la libertad del alma. Que es la
problemática esencial de la misma. Pues lo interior del hombre es lo que en
verdad es su esencia. Aun cuando el alma, propiamente, cubre o arropa lo
corporal y le da vida.
Plotino no se preocupa ni
por la libertad cívica ni por la libertad política, tan apreciadas ambas en nuestro mundo contemporáneo. Su
preocupación recae en la libertad del alma en sí. Pues sin ésta aquellas son acciones
vacías, pura formalidad. Por ello, la metafísica de la libertad está
necesariamente unida a lo que es la realidad propia del hombre.
La conversión, el
recogimiento del alma hacia sí misma, el mirarse a sí misma, el estar sola
consigo misma, es la aspiración del filósofo. Lo que actualmente denominamos,
vacíamente, la auto-realización del hombre, que se proyecta en la autoestima o
en el proceso coaching, entre otras
ofertas de mercadeo.
El regreso a sí misma, la conciencia
de sí, el ensimismamiento que da la libertad. Porque en esta intimidad del
alma, en su carácter inagotable de lo íntimo, está libertad. Sin embargo, esta
intimidad es un abrirse verdadero al mundo. Pues prescinde de la limitación
falsa del mundo, en esto consiste ser libre. En la inagotabilidad del alma para
consigo y el mundo.
La libertad está en la
actividad del alma, que es causa del movimiento del hombre. Compleja
arquitectónica ésta, la cual apreciaremos en el desarrollo y exposición de esta
problemática. Que se emparenta con la belleza, porque un alma libre es
necesariamente bella.
En cuanto a la belleza, la Enéada I, 6, Sobre la Belleza, cronológicamente el primer tratados de los cincuentaicuatro que conforman el corpus plotiniano, es el escrito suelto de Plotino que mayor difusión tuvo en la antigüedad tardía y posteriormente. De allí que García Bazán afirme: “me animaría a decir que no hay formulación de teoría estética en la que subyacentemente alguna de sus ideas no esté presente”[2].
En la metafísica de lo Bello
Plotino despliega toda la potencialidad del alma. La triple dimensionalidad del
alma se manifiesta en los múltiples grados de la belleza artística e
intelectiva.
Mientras que el Alma del
cosmos resplandeciente y enamorada, cual Afrodita Urania, contempla lo Uno y se
arroba en él. Para el mundo múltiple, arrebatado de amor, la Afrodita Pandemos,
la cortesana, despliega en el alma del hombre los diversos grados de belleza,
amor y libertad. Con lo cual hace posible la conversión de éste hacia el primer
principio.
He aquí pues, la temática a
exponer en el presente texto. Que por lo demás ha acompañado al filosofar en este
estar en carne y hueso. En este inacabado proyecto de pensar y actuar que es el
hombre, como hijo ilegitimo de Penía y Póros.
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