sábado, 7 de julio de 2012

LA ATOPÍA DE PLATÓN

            
           Algunos autores se refieren al proyecto platónico de ciudad como una utopía. Por ejemplo, Gadamer señala: “lo que llevó a Platón, en la elaboración mítico-teológica del legado de Sócrates, a su tan grandiosa como grotesca utopía del Estado”[1]. En el caso de Gadamer, utopía se refiere a un plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.
                Con respecto a esta acepción del término, Platón muestra una despreocupación por la realización fáctica de la ciudad. Lo que interesa a Platón es la formulación de la polis, no su realización.
                Por otra parte, la etimología del término, en cuestión, define a la utopía como “lugar que no existe”. Lo cual es inconcebible en el pensamiento de Platón. La ciudad platónica se concibe en un lugar, esto es, la Hélade. Más explicito en Leyes que en República. En sentido etimológico es imposible e inconcebible hablar de utopía en Platón.
                Con respecto al término atopía, algunos definen este término como un compuesto de: “a (partícula negativa) y topos”, y concluyen que atopía “es un lugar inexistente”. Con esto equiparan utopía con atopía. Lo cual es incorrecto.  Pues se estaría asumiendo que en Platón se da el no-lugar, el vacío. Pero tal idea no se da en el filósofo. Por lo cual, la relación antes señalada tiene que ser rechazada por absurda.
                Por otra parte, que el término atopía es una palabra compuesta por una “a”, partícula negativa, y topos no es admisible. Quienes hacen esta exégesis la hacen con miras a la interpretación que hace Heidegger[2] del término aletheía, en la cual el filósofo alemán señala que la partícula “a” es una negación que da cabida al desocultamiento. No obstante, con respecto a topos y atopia no es posible realizar una interpretación semejante a la realizada por Heidegger.
                Atopia y atopos provienen de la raíz topos, y ambas poseen la “a” privativa. La primera, atopia, es sustantivo. La segunda, atopos atopon, es adjetivo. En griego, el uso tanto del substantivo como del adjetivo se aleja del significado de lugar. Pues ambas designan rareza, extraño, inaudito.
                Contrario a las posturas anteriores, asumimos a atopos en tanto adjetivo que designa algo que está fuera de lugar, algo extraño, esto es, una anomalía que está en un lugar. Atopos no niega la existencia del lugar. En este caso, la particular “a” no niega la existencia del lugar. Lo que niega, en tal caso, es la posibilidad de una propuesta, por ser ésta improcedente. En este sentido, debemos entender topos en tanto designa: ocasión, posibilidad, oportunidad. Que es otra acepción del término topos. En este aspecto, atopia se refiere a la no-posibilidad de algo que ha sido propuesto. De allí lo inconveniente, lo atopos de la proposición realizada.
                En este caso, el término topos no designa lugar, ni puede ser traducido por lugar. Tiene que traducirse por posibilidad, enunciado, propuesta, sugerencia; que al ser atopos es una imposibilidad. O interpretarse como algo que no está en el lugar adecuado. De allí lo absurdo, lo extraño, lo atopos, la atopia de la concepción platónica de la ciudad.
                En el diccionario Vox Griego clásico-Español encontramos:cosa inaudita, novedad, rareza, paradoja, absurdo. Raro, extraño; desacostumbrado, insólito; extravagante, absurdo; insensato. Lugar, sitio, puesto; país, territorio, localidad, distrito, región; pasaje de un libro o un escrito; espacio; condición, categoría; ocasión, posibilidad, oportunidad.
                Como podemos apreciar los términos atopía, atopos y topos aun cuando tienen la raíz común “top” sus significados son diferentes, lo que hace a éstos disimiles; ya que se refieren a cuestiones diferentes.
                  En República, es el interlocutor de Sócrates quien, ya muy avanzado el diálogo, cae en cuenta que la ciudad, sobre la que están dialogando, es un razonamiento; es una fundación teórica y no fáctica. “Ya entiendo -dijo-: quieres decir que sólo ha de ser en la ciudad que veníamos fundando, la cual no existe más que en nuestros razonamientos, pues no creo que se dé en lugar alguno de la tierra[3].
                En Leyes, por el contrario, es Clinias quien indica, de antemano, que la ciudad que se ha de fundar es logos, esto es, un discurso fundacional acerca de la polis. El cual puede servir en la praxis para fundar una ciudad.
Haciendo una selección de todo lo dicho, fundemos de palabra una ciudad, como estableciéndola desde un principio: con ello tendremos el examen de lo que buscamos y al mismo tiempo yo podría utilizar esa estructura para la futura ciudad [4].

                La fundación de Calípolis y Magnesia son proyectos o anteproyectos, pintura o bosquejo de ciudad; en el cual no tiene importancia si se realiza o no. Lo importante es determinar los fundamentos teóricos fundacionales de la polis.
                A diferencia de República, en Leyes el Ateniense inicia la génesis de la ciudad determinando el topos donde se asentará la ciudad a fundar.

¿Cómo hay que concebir sea la futura ciudad?…lo que más bien quiero preguntar respecto de ella es si será ciudad costera o de tierra adentro[5].

                Asunto que en República no se determina, sino que se dice que la ciudad será de helenos.
-¿Y qué? -dije-. La ciudad que tú has de fundar, ¿no será una ciudad de helenos?
-Tiene que serlo -dijo[6].

                Acerca que la ciudad es un modelo, Platón señala: "Quizá haya en el cielo un modelo para el que quiera mirarlo y fundar conforme a él su propia existencia"[7]. Poco importa, en último término, que la ciudad se pueda construir arquitectónicamente. Incluso hay una cierta duda sobre la existencia de un modelo celestial.
                La ciudad, pues, es un discurso. Platón lo afirma al indicar: “¿Y qué? ¿No diremos que también nosotros fabricábamos en nuestra conversación un modelo de buena ciudad?”[8]
                Por tanto, para ser acordes con el razonamiento de Platón, señalamos que las ciudades fundadas en República y Leyes son una atopía. En Platón, las exigencias de la ciudad helénica son llevadas hasta sus últimas consecuencias, por eso revisten un carácter atópico.
Para Aristóteles[9], en particular, son aspectos relevantes de esta atopía: la comunidad de hijos, mujeres y posesiones. El Estagirita dice que éstos son: ¨τοπον (atopon). Lo que señala Aristóteles es que lo expuesto por Platón es un absurdo, inconveniente.
La atopía se vincula a lo raro, extraño, absurdo, algo desacostumbrado. Se vincula indirectamente a la vida cotidiana. Nace de la ausencia que caracteriza la realidad circundante. La mirada se aparta, deja el horizonte y se pone en otra parte. En ese territorio de lo extraño.
Lo atopía, cuyo paradigma es el mundo de las Ideas, para por ser una cosa no natural. Para Platón, la atopía de la polis es el medio para conservar y desarrollar la tradición helénica. En la atopía radica la acción, en cuanto, formación y fabricación de una realidad posible.
En la atopía se funda en la esperanza de alcanzar un estilo de vida más perfecto. Ella contiene la preservación de las organizaciones e instituciones de la ciudad, en éstas el hombre será más feliz, más productivo o más religioso. La atopía es el convencimiento de que es posible alcanzar una ciudad donde las energías sociales se movilicen de forma más apropiada.
La atopía expone a través del logos el ordenamiento y perfeccionamiento de la ciudad. Determina un modelo de clases sociales, un modo de gobierno, una economía, y una arquitectónica de la ciudad.
La atopía permite la atemporalidad, de allí el desentenderse de la realización de la ciudad. Pero conservación la Khora. Está signada por la Idea de lo Justo, no por la desmesura. Atiende el bienestar social, el comportamiento colectivo las características del entorno físico, las aspiraciones humanas en función de la excelencia.
En la atopía platónica se coloca al hombre en un ambiente social y físico adecuado, el cual éste se comportará inevitablemente tal y como se prevé. Tiene un sentido reformador pero a la vez conserva. La atopía no es un futuro incierto, es un razonamiento presente. En la atopía, Platón es selectivo y arbitrario.
A través de la atopía se limita un estado de cosas deseables. En la ciudad de Leyes y República, Platón se preocupa por la conservación y preservación de los más altos valores morales.

Si ha existido alguna vez en la infinita extensión del tiempo pasado, o existe actualmente, en algún lugar bárbaro y lejano a que nuestra vista no alcance; o ha de existir en el futuro alguna necesidad por la cual se vean obligados a ocuparse de política los filósofos más eminentes, en tal caso nos hallamos dispuestos a sostener con palabras que ha existido, existe o existirá un sistema de gobierno como el descrito siempre que la musa filosófica llegue a ser dueña de la ciudad[10].

                En esta ironía Sócrates introduce la atopía, pues los bárbaros constituyen la diferencia absoluta al modelo ateniense de polis. La atopía muestra lo que es extraño, extravagante; algo semejante al Marino de Glauco.

Así como los que veían al marino Glauco no podían percibir fácilmente su naturaleza originaria, porque, de los antiguos miembros de su cuerpo, los unos habían sido rotos y los otros consumidos y totalmente estropeados por las aguas, mientras le habían nacido otros nuevos por la acumulación de conchas, algas y piedrecillas, de suerte que más bien parecía una fiera cualquiera que lo que era por nacimiento, en esa misma disposición contemplamos nosotros al alma por efecto de una multitud de males[11].




[1]. Hans-Georg Gadamer. Ethos y Ética (MacIntyre y otros), Herder, Barcelona, 2002, p. 8.
[2]. Ver Martin Heidegger. La esencia de la verdad, Madrid, Editorial Alianza, 2000.
[3]. Platón. República 592 b.
[4]. Platón. Leyes 702 d.
[5]. Platón. Leyes 704 a.
[6]. Platón. República 470 e.
[7]. Platón. República 592 b.
[8]. Platón. República 472 e.
[9]. Aristóteles, Política, passim, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1951.
[10]. Platón. República 499 d.
[11]. Platón. República 611 d.            

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