Algunos autores se refieren al proyecto platónico de ciudad como una utopía. Por ejemplo, Gadamer señala: “lo que llevó a Platón, en la elaboración mítico-teológica del legado de Sócrates, a su tan grandiosa como grotesca utopía del Estado”[1]. En el caso de Gadamer, utopía se refiere a un plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.
Con respecto a esta acepción del
término, Platón muestra una despreocupación por la
realización fáctica de la ciudad. Lo que interesa a Platón es la formulación de
la polis, no su realización.
Por otra parte, la
etimología del término, en cuestión, define a la utopía como “lugar que no
existe”. Lo cual es inconcebible en el pensamiento de Platón. La ciudad platónica
se concibe en un lugar, esto es, la Hélade. Más explicito en Leyes que en República. En sentido etimológico es imposible e inconcebible
hablar de utopía en Platón.
Con
respecto al término atopía, algunos
definen este término como un compuesto de: “a (partícula negativa) y topos”, y concluyen que atopía “es un
lugar inexistente”. Con esto equiparan utopía con atopía. Lo cual es
incorrecto. Pues se estaría asumiendo
que en Platón se da el no-lugar, el vacío. Pero tal idea no se da en el filósofo.
Por lo cual, la relación antes señalada tiene que ser rechazada por absurda.
Por otra
parte, que el término atopía es una
palabra compuesta por una “a”, partícula negativa, y topos no es admisible. Quienes hacen esta exégesis la hacen con
miras a la interpretación que hace Heidegger[2] del
término aletheía, en la cual el
filósofo alemán señala que la partícula “a” es una negación que da cabida al desocultamiento. No obstante, con
respecto a topos y atopia no es posible realizar una
interpretación semejante a la realizada por Heidegger.
Atopia y atopos provienen de la raíz topos,
y ambas poseen la “a” privativa. La primera, atopia, es sustantivo. La segunda, atopos atopon, es
adjetivo. En griego, el uso tanto del substantivo como del adjetivo se aleja
del significado de lugar. Pues ambas designan rareza, extraño, inaudito.
Contrario
a las posturas anteriores, asumimos a atopos
en tanto adjetivo que designa algo que está fuera de lugar, algo extraño, esto
es, una anomalía que está en un lugar. Atopos
no niega la existencia del lugar. En este caso, la particular “a” no niega la
existencia del lugar. Lo que niega, en tal caso, es la posibilidad de una
propuesta, por ser ésta improcedente. En este sentido, debemos entender topos en tanto designa: ocasión,
posibilidad, oportunidad. Que es otra acepción del término topos. En este aspecto, atopia
se refiere a la no-posibilidad de algo que ha sido propuesto. De allí lo
inconveniente, lo atopos de la
proposición realizada.
En este
caso, el término topos no designa
lugar, ni puede ser traducido por lugar. Tiene que traducirse por posibilidad,
enunciado, propuesta, sugerencia; que al ser atopos es una imposibilidad. O interpretarse como algo que no está
en el lugar adecuado. De allí lo absurdo, lo extraño, lo atopos, la atopia de la
concepción platónica de la ciudad.
En el diccionario Vox Griego
clásico-Español encontramos: “cosa inaudita, novedad,
rareza, paradoja, absurdo. Raro, extraño;
desacostumbrado, insólito; extravagante, absurdo; insensato. Lugar,
sitio, puesto; país, territorio, localidad, distrito, región; pasaje
de un libro o un escrito; espacio; condición, categoría;
ocasión, posibilidad, oportunidad”.
Como
podemos apreciar los términos atopía,
atopos y topos aun cuando tienen la raíz común “top” sus significados son diferentes, lo que hace a éstos
disimiles; ya que se refieren a cuestiones diferentes.
En República, es el
interlocutor de Sócrates quien, ya muy avanzado el diálogo, cae en cuenta que
la ciudad, sobre la que están dialogando, es un razonamiento; es una fundación
teórica y no fáctica. “Ya entiendo -dijo-: quieres decir que sólo
ha de ser en la ciudad que veníamos fundando, la cual no existe más que en
nuestros razonamientos, pues no creo que se dé en lugar alguno de la tierra”[3].
En Leyes, por el contrario, es
Clinias quien indica, de antemano, que la ciudad que se ha de fundar es logos, esto es, un discurso fundacional
acerca de la polis. El cual puede servir en la praxis para fundar una ciudad.
Haciendo
una selección de todo lo dicho, fundemos de palabra una ciudad, como
estableciéndola desde un principio: con ello tendremos el examen de lo que
buscamos y al mismo tiempo yo podría utilizar esa estructura para la futura
ciudad [4].
La fundación de Calípolis y
Magnesia son proyectos o anteproyectos, pintura o bosquejo de ciudad; en el
cual no tiene importancia si se realiza o no. Lo importante es determinar los
fundamentos teóricos fundacionales de la polis.
A
diferencia de República, en Leyes el Ateniense inicia la génesis de
la ciudad determinando el topos donde
se asentará la ciudad a fundar.
¿Cómo
hay que concebir sea la futura ciudad?…lo que más bien quiero preguntar
respecto de ella es si será ciudad costera o de tierra adentro[5].
Asunto que en República no se determina, sino que se
dice que la ciudad será de helenos.
-¿Y
qué? -dije-. La ciudad que tú has de fundar, ¿no será una ciudad de helenos?
-Tiene
que serlo -dijo[6].
Acerca que la ciudad es un
modelo, Platón señala: "Quizá haya en el cielo un modelo para el que
quiera mirarlo y fundar conforme a él su propia existencia"[7].
Poco importa, en último término, que la ciudad se pueda construir
arquitectónicamente. Incluso hay una cierta duda sobre la existencia de un
modelo celestial.
La ciudad, pues, es un discurso.
Platón lo afirma al indicar: “¿Y qué? ¿No diremos que también nosotros
fabricábamos en nuestra conversación un modelo de buena ciudad?”[8]
Por tanto, para ser acordes con
el razonamiento de Platón, señalamos que las ciudades fundadas en República y Leyes son una atopía. En
Platón, las exigencias de la ciudad helénica son llevadas hasta sus últimas
consecuencias, por eso revisten un carácter atópico.
Para
Aristóteles[9],
en particular, son aspectos relevantes de
esta atopía: la comunidad de hijos,
mujeres y posesiones. El Estagirita dice que éstos son: ¨τοπον (atopon). Lo que señala Aristóteles es
que lo expuesto por Platón es un absurdo, inconveniente.
La
atopía se vincula a lo raro, extraño,
absurdo, algo desacostumbrado. Se vincula indirectamente a la vida cotidiana.
Nace de la ausencia que caracteriza la realidad circundante. La mirada se
aparta, deja el horizonte y se pone en otra parte. En ese territorio de lo
extraño.
Lo
atopía, cuyo paradigma es el mundo de las Ideas, para por ser una cosa no
natural. Para Platón, la atopía de la
polis es el medio para conservar y
desarrollar la tradición helénica. En la atopía
radica la acción, en cuanto, formación y fabricación de una realidad posible.
En
la atopía se funda en la esperanza de
alcanzar un estilo de vida más perfecto. Ella contiene la preservación de las
organizaciones e instituciones de la ciudad, en éstas el hombre será más feliz,
más productivo o más religioso. La atopía
es el convencimiento de que es posible alcanzar una ciudad donde las energías
sociales se movilicen de forma más apropiada.
La
atopía expone a través del logos el ordenamiento y
perfeccionamiento de la ciudad. Determina un modelo de clases sociales, un modo
de gobierno, una economía, y una arquitectónica de la ciudad.
La
atopía permite la atemporalidad, de
allí el desentenderse de la realización de la ciudad. Pero conservación la Khora. Está signada por la Idea de lo
Justo, no por la desmesura. Atiende el bienestar social, el comportamiento
colectivo las características del entorno físico, las aspiraciones humanas en
función de la excelencia.
En
la atopía platónica se coloca al
hombre en un ambiente social y físico adecuado, el cual éste se comportará
inevitablemente tal y como se prevé. Tiene un sentido reformador pero a la vez
conserva. La atopía no es un futuro incierto, es un razonamiento presente. En
la atopía, Platón es selectivo y
arbitrario.
A
través de la atopía se limita un
estado de cosas deseables. En la ciudad de Leyes
y República, Platón se preocupa por
la conservación y preservación de los más altos valores morales.
Si ha
existido alguna vez en la infinita extensión del tiempo pasado, o existe
actualmente, en algún lugar bárbaro y lejano a que nuestra vista no alcance; o
ha de existir en el futuro alguna necesidad por la cual se vean obligados a
ocuparse de política los filósofos más eminentes, en tal caso nos hallamos
dispuestos a sostener con palabras que ha existido, existe o existirá un
sistema de gobierno como el descrito siempre que la musa filosófica llegue a
ser dueña de la ciudad[10].
En esta ironía Sócrates
introduce la atopía, pues los bárbaros constituyen la diferencia absoluta al
modelo ateniense de polis. La atopía muestra lo que es extraño,
extravagante; algo semejante al Marino de Glauco.
Así
como los que veían al marino Glauco no podían percibir fácilmente su naturaleza
originaria, porque, de los antiguos miembros de su cuerpo, los unos habían sido
rotos y los otros consumidos y totalmente estropeados por las aguas, mientras
le habían nacido otros nuevos por la acumulación de conchas, algas y
piedrecillas, de suerte que más bien parecía una fiera cualquiera que lo que
era por nacimiento, en esa misma disposición contemplamos nosotros al alma por
efecto de una multitud de males[11].
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