viernes, 6 de julio de 2012

PLAN MONUMENTAL DE CARACAS: LA ANTROPOLOGÍA LOPECISTA



El HOMBRE

En el lopecismo no existe una ontología del hombre. Esto se da por la determinación positivista. En el lopecismo sólo se da una definición y una aspiración sociológica del hombre. Como observaremos en la lectura, el lopecismo se enfrenta, en términos generales, a dos tipos o naturalezas de hombre, ambos son antagónicos, como bien ha sido en la tradición positivista en América Latina. Por una parte, está el hombre fáctico, el hombre natural; por la otra, el hombre positivo, al cual aspira el lopecismo como heredad de la aspiración positivista.
Según el lopecismo, la naturaleza del hombre es un compuesto formado por pasión y cordura. La cordura está fundada en la razón; las pasiones, por el contrario, son fuerzas, que conducen al hombre a acciones carentes de provecho; las pasiones al no existir la prudencia, la cual pertenece a la razón, se desatan de modo incontrolable. Como apreciamos, la definición lopecista del hombre es una definición clásica, pues define al hombre como un compuesto racional-irracional; definición que determina al hombre como un ser dual y en sí mismo un ser antagónico. Ya que, cordura y pasión, son fuerzas contrarias.
En esta dualidad antagónica, que es el hombre, nada útil ni duradero resulta de las pasiones, en particular de las pasiones desenfrenadas, que son las más peligrosas. Pues éstas, en un empeño descontrolado, pretenden realizar en pocos días lo que es obra del tiempo , es decir, las pasiones no esperan la lenta evolución natural tan grata a los positivistas, evolución que debe ser construida con los esfuerzos de la cordura. López deja atrás la definición de hombre, y se adentra en los pro y contra de tal naturaleza con mira a los fines políticos y sociales que tal dualidad puede aportar al Estado, que es en verdad, lo que le interesa.
En este sentido, las pasiones deben ser sometidas por la fuerza de la sensatez en aras del bien colectivo; “la hora es de trabajo y sacrificio de nuestras pasiones en aras de los sagrados y permanentes intereses de la Patria, cuya felicidad nos importa a todos por igual” . La pasión es concebida como un mal, que sólo atiende a lo individual malo, a lo egoísta; de allí que engendre al hombre pasional o irracional; quien es causa del desorden, de lo infecundo, de lo efímero y de lo inoperante, pues está guiado por un movimiento ciego y carente de razón que lo impulsa a realizar actos imprudentes que atentan contra el bien colectivo representado por el Estado.
La pasión es contraria al Estado, máxima expresión de la razón. Por la cual, cuando la pasión es sometida por la sensatez, en tanto fuerza opuesta, aquella se transforma en un bien colectivo subordinado a la Patria; esta transformación es trabajo en pro del Estado. La cordura, opuesta a la pasión, representa la sabiduría, lo útil, lo permanente, lo que permite la realización del trabajo necesario para alcanzar el bienestar. Por ello, la fuerza de la cordura debe estar dirigida a dominar las pasiones y éstas deben ser sacrificadas y subordinadas a los intereses de la razón, es decir, de la patria .
Una primera división dicotómica nos señala: cordura-razón, pasión-irracional; cordura-bien, pasión-mal; cordura-bien colectivo, pasión-caso colectivo; cordura-Estado, pasión- contrario al Estado; cordura-paz, pasión-guerra civil. 
La dicotomía cordura-pasión y la consiguiente subordinación de la pasión a la razón permiten al lopecismo definir al hombre, en una segunda instancia, como un accidente, es un accidente con respecto a la Nación. El hombre, en este sentido, es algo que ocurre y pertenece a la vida de la Nación sin constituir un elemento esencial de ésta; éste siendo fortuito y contingente no es necesario ni constante con respecto al Estado, que es lo permanente y eterno . En esto el lopecismo continúa a Auguste Comte, para quien “el hombre propiamente dicho no existe, no puede existir más que la Humanidad, puesto que todo nuestro desarrollo se debe a la sociedad, desde cualquier punto de vista que se le mire” . El hombre, en este sentido, es directamente social. Dos aspectos podemos señalar al respecto, primero, la razón es lo eterno, la pasión lo efímero; segundo, lo individual es accidente, la Nación (lo colectivo) es lo permanente; lo individual no existe, la Nación existe. Continuamos la división dicotómica.
La definición del hombre como accidente conlleva a determinar, tercera definición, al hombre como un elemento. López hace referencia “a los elementos más necesitados de nuestra población” ; término que designa el último componente humano del conjunto de la Nación; éstos no tienen existencia por sí mismos y conforman la multitud dominada por las pasiones; razón por la cual están excluidos de participar en los asuntos del Estado.
A partir de la tercera definición el lopecismo caracteriza un personaje representativo de ésta, el popular «Juan Bimba ». ¿Qué es Juan Bimba? Primero, es un elemento humano; segundo, representa el hombre o grupo social que en la actualidad se denominan excluidos sociales. Juan Bimba es el arquetipo del hombre enfermizo, enclenque, desnutrido, indolente, ineficaz, haragán, carente de espíritu creativo, indisciplinado, irresponsable, un infeliz ataviado con todos los complejos de inferioridad, un Don Nadie.
Juan Bimba es el anti-paradigma del hombre lopecista, el cual repugna al lopecismo.
               
No ha sido, por desgracia rasgo característico de los venezolanos el destacarse como directores o como administradores, porque no son comunes entre nosotros las múltiples cualidades cuyo conjunto forman la eficiencia: espíritu de creación y de renovación; capacidad directiva y administrativa; laboriosidad; constancia y disciplina; penetración de las corrientes económicas y fuerza de voluntad para adaptar su actitud a situaciones que no han sobrevenido todavía. Ni es tampoco frecuente sino muy rara la eficiencia en los dirigidos, en la mano de obra para la producción, porque en general carecen de tradición, de educación, de diligencia, disciplina y de voluntad de poner de sí, en el trabajo, todo lo posible y de la mejor manera posible; en una palabra, carecen de sentido de responsabilidad .

El criollo venezolano es un ser incapaz de aprovechar las posibilidades económicas que brinda el territorio nacional. Las causas, expuestas por el lopecismo, de esta incapacidad son: la indolencia de las razas mezcladas, estimulada por el clima; las tradiciones seculares contrarias a la implantación de una economía enérgica y progresiva; ausencia de una concepción dinámica del trabajo y la riqueza. Por otra parte, los análisis psicológicos realizados en Caracas en niños y adultos de todas las esferas y actividades señalan una impresionante preponderancia de las facultades imaginativas sobre las analíticas . Asunto que a Uslar Pietri le parece muy reprobable. 

Nuestra población actual se compone, según el último censo, de 20 por ciento de blancos, 8 por ciento de negros, 7 por ciento de indios y 65 por ciento de razas mezcladas... Si estudiamos el espíritu de cada uno de estos factores encontraremos muchos motivos que explican nuestro atraso presente... La decadencia española es el caso de la inadaptación de un espíritu determinado a las necesidades de un inmenso mundo que estaba naciendo a una vida nueva y más compleja. El indio era aun mucho más incapaz de valorización que el español. Nunca tuvo ni capacidad ni resignación para el trabajo sistemático. Al hablar del indio las palabras pereza y vicio surgen constantemente... El negro, por su parte, tampoco constituye un aporte que pueda beneficiar a la raza. La mezcla resultante no ha superado los componentes originales .

Tal caracterización antropológica está signada por la discriminación racial y social propia del siglo XIX, que desprecia lo americano y lo muestra como algo inferior con respecto a lo europeo; lo que sirve y justifica, como veremos más adelante, la política inmigratoria que «mejorará y blanquera» a la población autóctona. Además, esta caracterización está influida por un determinismo biológico, geográfico y cultural muy del gusto de los positivistas venezolanos y latinoamericanos, por medio del cual desarrollan la antítesis entre civilización y barbarie, indudablemente la barbarie es propia de la naturaleza de los americanos. 





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