lunes, 16 de julio de 2012

PLAN MONUMENTAL DE CARACAS: ANTAGONISMO ANTROPOLÓGICO EN EL LOPECISMO




La constante antropológica del lopecismo es que el hombre debe ser disciplinado y ordenado. Lo que conlleva a que éste sea trabajador, productivo, planificador, eficiente, exitoso y responsable, esto en función de la Patria, necesitada “calma y cordura”[1]. Hemos señalado que esta caracterización corresponde al hombre positivo, el paradigma antropológico.
Lo diametralmente opuesto a este paradigma lo representa, por una parte, el Juan Bimba, quien carece de toda iniciativa, disciplina… La otra figura es el adversario político del lopecismo, esto es, anarquistas y comunistas, quienes representan la actitud de intolerancia y constante diatriba; éstos avivan la discordia y siembran “la anarquía y los odios de clase, que son elementos de disgregación que debilitan cuando se rompe la unidad espiritual del República”[2]. Por lo que, la libertad de pensamiento, de conciencia y de trabajo, según López Contreras, “ha resultado perjudicial, porque carecemos efectivamente, por falta de educación del verdadero concepto del deber y del derecho y hemos abusado de ellas no para la obra constructiva que demanda el momento sino para la anarquía y el escándalo”[3].
La actitud para toda condición humana radica en la frase de López Contreras «calma y cordura». El orden constituye sumisión, la condición fundamental y necesaria para el progreso del individuo y del Estado. Porque, según los positivistas, el deber primordial del gobierno es el de contener toda tentativa de alteración del orden, ya que ninguna nación puede vivir ni prosperar en el desorden.
A pesar de todos los llamados de López por establecer el orden positivista, el gobierno de éste fue una época de intensas luchas. Las fuerzas opuestas al gobierno plantearon una propuesta democrática que se contraponía a la propuesta democrática hecha por el lopecismo[4]. Con respecto a estas luchas, López Contreras señala que “el momento no es de luchas estériles ni de pugnas ideológicas, sino de intención honrada y de armonía de las distintas corrientes que concurran a los debates parlamentarios con un solo y único propósito: el bien común”[5].
Aferrado en el principio del orden, el régimen lopecista desconoció la opinión de la mayoría, por considerar que los reclamos y peticiones de éstas fomentaban la indisciplina, el desorden y no acataban la máxima de calma y cordura.
La actitud del lopecismo estuvo enfocada hacia la reorganización social, más acorde con el punto de vista positivista, sobre los principios de la moral cívica, la conciencia por las tradiciones republicanas y en el encauzamiento hacia “la absoluta observancia de las leyes”[6]. El gobierno de López se desarrolló entre las alternativas de civilización y barbarie, a partir de esta alternativa se explica la necesaria acción redentora propuesta por el lopecismo. Acción que conlleva a la ausencia de movimiento que supone la negación de toda disidencia; pues la disidencia supone una transformación, la cual el lopecismo rechaza.



[1] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 89.
[2] Ibid., p. 120.
[3] Ibid., pp. 131-132.
[4] Cfr. Oscar Battaglini. Legitimación del Poder y Lucha Política en Venezuela 1936-1941, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1993, p. 32.
[5] Eleazar López Contreras. Op. cit., p. 160.
[6] Ibid., pp. 324-325.

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