viernes, 20 de julio de 2012

PLAN MONUMENTAL DE CARACAS: LA CONDICIÓN HUMANA, LOS HABITANTES


La colectividad humana a través de lo social, lo demográfico y económico coexiste en un espacio-tiempo determinado, estas circunstancias configuran las posibilidades reales de la condición humana. Tal condición está determinada por las actividades bajo las cuales el hombre lleva su existencia.
La población rural y urbana, entre 1936 y 1941, registra mínimas modificaciones. La población es mayoritariamente campesina, habita en caseríos y está diseminada en chozas, la que se había ubicado en el ámbito urbano es muy escasa[1]. La mayoría está mal alimentada, mal vestida, mal alojada. Disminuida en su capacidad de vida útil por: la ignorancia, el paludismo, el anquilostomo, el aislamiento, la mortandad infantil y las enfermedades de origen hídrico diezmaban la población[2]. La vida cotidiana significa condiciones sociales infrahumanas, Infra-alimentación, insalubridad enfermedades endémicas y epidemias incontrolables, lo cual determina la elevada mortandad y el estancamiento en el incremento natural de la población[3].
Como consecuencia de la ocupación demográfica impera el latifundismo como sistema de producción. Los peones y campesinos mantienen una relación de servidumbre. El peonaje al no tener poder de adquisición se convierte en un libre asalariado y, al depender de las tierras del amo, su libertad personal es anulada. Las condiciones de vida de los campesinos sometidos al régimen del peonaje, es decir, la mayoría, coloca a éstos en “en real estado de servidumbre y, no pocas veces, de esclavitud disimulada”[4].
La condición del campesino y del obrero es lo que Hannah Arendt denomina la condición de labor. “Laborar significaba estar esclavizado por la necesidad, y esta servidumbre era inherente a las condiciones de la vida humana. Debido a que los hombres estaban dominados por las necesidades de la vida, sólo podían ganar su libertad mediante la dominación de esos a quienes sujetaban a la necesidad por la fuerza”[5].
La oligarquía, contraria al asalariado, se hace libre al someter al peón a la labor; lo que el peón deja tras sí es la libertad del terrateniente y del oligarca, lo mismo sucede con el obrero que libera al patrón de la labor. “El animal laborans, llevado por las necesidades de su cuerpo, no usa este cuerpo libremente como hace el homo faber[6] El homo faber es dueño de sí mismo y de sus actos, no es posible decir lo mismo del animal laborans quien está sujeto a la necesidad de su propia vida. La labor es destructiva y devoradora de la misma actividad laborante. En consecuencia, para el animal laborans no existe el espacio público, por cuanto éste no es ciudadano, éste carece de vida pública, de mundo; está excluido de habitar la esfera pública, de la vida mundana. El homo faber, por su parte, está capacitado para vivir la esfera pública aunque ésta no sea propiamente la esfera política[7].
El Juan Bimba, por su condición de animal laborans, carece constitucionalmente del derecho al sufragio; en consecuencia, carece de ciudadanía y no es hombre público; por lo que está excluido de la esfera política. La oligarquía, por su parte, se apropia del ámbito político reforzando para sí su capacidad hegemónica por medio del control de todos los procesos demográficos[8].
El homo laborans no está capacitado para llevar a cabo el desarrollo económico, intelectual, político y social de Venezuela. En consecuencia, el lopecismo, considera necesario el «aporte de sangre nueva»; por lo que plantea la necesidad de configurar una población físicamente fuerte, moral e intelectualmente educada para el desarrollo de una economía próspera por medio de la inmigración europea. “En buena doctrina de positivismo político, lo que necesitamos urgentemente es, sin duda alguna, el mejoramiento del material humano en cantidad y en calidad”[9]
El inmigrante europeo traería costumbres civilizadas, un alto nivel de vida, hábitos higiénicos, educacionales y el fermento de una noción elevada de la dignidad humana y la vida civil[10]. En particular, después de la primera guerra mundial (1914-1918) y estando en preparación la segunda guerra mundial (1939-1945) en la cual dejaron a Europa devastada y dieron una excelente demostración de alto nivel de humanidad en los campos Auschwitz y otros más.
¿Pensaría el lopecismo utilizar a los europeos varones como sementales, y a las hembras europeas como vientres a cargar para lograr una buena cosecha de crías? Lo que propone el lopecismo, en última instancia, es la eugenesia. 
El lopecismo, demuestra tener el mismo complejo, o tal vez un simplejo, de inferioridad racial de los positivistas latinoamericanos, quienes rinden un culto desmesurado a la cultura europea como aspecto fundamental de su servilismo intelectual. La predica de López Contreras, Uslar Pietri y Manuel Egaña, entre muchos otros, es un predica vacua; lo que ésta muestra es el profundo desprecio que tienen hacia lo criollo, desprecio fundado en la discriminación racial y social. El culto lopecista a lo europeo ahonda el desequilibrio en la psicología colectiva, los europeos como buenos y nobles, los criollos bajos y malos. El criollo es hundido en el más profundo nivel de inferioridad. Con el europeo, en cambio, se crea una aristocracia racial que termina denominándose meritocracia.
            Para la consecución del Plan Monumental la inmigración es un factor esencial. Puesto que ésta contribuiría a la prosperidad económica apuntalada por el petróleo y aseguraría el porvenir del país[11]. Los fundamentos del Plan Monumental coinciden plenamente con la tesis de Uslar Pietri, para quién: “la condición previa de todo paso efectivo de progreso es la canalización de una gruesa corriente inmigratoria que transforme y eleve el nivel de nuestra población actual ponga a Venezuela en el pórtico de una era de progreso verdadero que le permita igualarse con los pueblos más avanzados del Continente. Antes que todo, Venezuela necesita inmigración”[12].
            Sin inmigración no era posible llevar a cabo el Plan Monumental. Porque el Juan Bimba no era un ser apto ni contribuía de ninguna manera al progreso del país.



[1] Cfr. Oscar Battaglini. Legitimación del Poder y Lucha Política en Venezuela 1936-1941, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1993, p. 44.
[2] Arturo Uslar Pietri. Venezuela en el petróleo, Caracas, Urbina & Fuentes editores, 1984, p. 52.
[3] Cfr. Federico Brito Figueroa. Historia económica y social de Venezuela, Tomo II, Caracas, U. C. V., 1996, p. 403.
[4] Ibid., pp. 494-495.
[5] Hannah Arendt. La condición humana, Barcelona, Editorial Seix Barral S. A., 1974, p. 117.
[6] Ibid., p. 160.
[7] Cfr. Ibid., pp. 213-214.
[8] Cfr. Marcos Negrón. “Territorio y sociedad en la formación de la Venezuela contemporánea 1920-1945”, El Plan Rotival (la Caracas que no fue) Caracas, U. C. V., 1991, p. 26.
[9] Critica (editorial) “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 27, p. 460.
[10] Cfr. Arturo Uslar Pietri. Venezuela necesita inmigración, Caracas, Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas, 1937, p. 18.
[11] Elbano Mibelli. “Plan Monumental de Caracas”, Revista Municipal del Distrito Federal, p. 17-19.
[12] Arturo Uslar Pietri. Op. cit., p. 13. La inmigración es un precepto constitucional consagrado en el Artículo 32, numeral 8º, apartado 3, de la Constitución de 1936.

No hay comentarios:

Publicar un comentario