SIMBOLOGÍA DEL PODER
La estructura ideológica subyace en
todo el conjunto simbólico. La ideología funda los fenómenos relativos a la
lucha por el poder simbólico, a la nominación de las relaciones sociales y de
las representaciones de los grupos sociales. La simbólica urbana se da a partir
del uso de formas espaciales que dependen de las mediaciones de los procesos
ideológicos. El lenguaje urbano es un proceso cultural a partir de una
ideología dominante, la cual fuerza el discurso del reconocimiento, entre los
sujetos, a partir de una lectura homogénea de los códigos de dominación, que
hacen posible la aprehensión de la vida ciudadana.
La ciudad revela significados
simbólicos a través de un pensamiento esencial y subyacente, representaciones
que concuerdan con lo interno y se revelan en lo externo; la ciudad es un
conjunto de imágenes, la cuales es necesario develar. Imágenes manifiesta por
medio de lo edificado. Una arquitectónica que expresa significaciones
simbólicas de la voluntad de poder.
La función simbólica trasciende lo que
la mera ciudad es, y ésta carece de cualquier otro sentido fuera de lo
simbólico. La ciudad es símbolo de una arquitectura de autoridad o arquitectura
como símbolo de poder. El discurso de la ciudad se manifiesta a través del
espacio y de la forma arquitectónica y urbana. El eje monumental en el Plan
Monumental se configura como símbolo del orden, del progreso y de la axiología
del Estado; éste es el crisol del ordenamiento espacial. El eje anuncia el
devenir del hombre civilizado, paradigma de la antropología lopecista.
Determina, por otra parte, el prestigio de la ciudad como factor relevante en
las relaciones entre gobierno y ciudadanos. El prestigio de la ciudad se
transfiere al gobierno logrando el respeto del pueblo, con el fin de ganarse la
buena voluntad y el afecto de éste[1].
En efecto, [Caracas] como capital
política del país, con su puerto y la región que la circunda, Caracas
constituye el centro natural del mismo [país]... Así pues, no sería aventurado
afirmar que en lo futuro, Caracas podrá ser la capital del sur de esa nueva
civilización Caribe, como San Luis, sobre el Misisipi, será la capital del
norte. México y La Habana, correrán al oeste y al este del círculo armonioso
donde se desarrollará, dentro de poco, con una vitalidad extraordinaria, la
nueva civilización americana[2].
El Plan Monumental tiene el objetivo
de mostrar una nación que se transforma por medio de un “plan armónico de
desarrollo científicamente estudiado”[3].
La planificación de la ciudad es reflejo del país, se justifica, en entre otras
cosas, por medio de un determinismo geográfico, que es más un ardid monetario
que una teoría científica, pues se hacen análogos el Mar Caribe y el Mar
Mediterráneo, ya que “ambos mares tienen la misma función. Forman la rotula de
dos mundos distintos”[4].
La tradición colonialista del urbanismo francés es evidente en este contenido
geopolítico, la analogía marítima expresa la idea colonialista de que América
del Sur es el África del Nuevo Mundo, cuya completa madurez sólo se logrará
mediante el intercambio económico y cultural con el hemisferio norte[5]
No obstante, lo oscuro del discurso muestra que Caracas es París, Venezuela la
Europa de América. Este es el mensaje, el primer objetivo del acto comunicativo,
del plan urbano, “se trata de algo monumental, de una obra de extraordinaria
dimensiones que colocará a Caracas a la alturas de las grandes metrópolis
modernas por lo que concierne a su estructura arquitectónica”[6]
Es el conjunto de símbolos que muestra al Estado-emisor estableciendo un
discurso directamente perceptible por el ciudadano-receptor.
El discurso posee un sentido triunfal, que el
Estado pretende establecer con el ciudadano. El discurso urbano se muestra como
el triunfo de la razón, del Estado, sobre el pasado oprobioso que se pretende
dejar atrás y sobre las tendencias comunistas-anarquistas del presente. “Al
caraqueño progresista que le hablen de avenidas modernas y amplias, de calzadas
por donde el tráfico ha de deslizarse sin inconvenientes morosos, de edificios
esbeltos y erguidos hacia lo alto, en alarde de progreso arquitectónico y de
buen gusto, tiene que rebosarle el optimismo”[7]
El Plan Monumental implica el
reconocimiento a un modelo no-problemático, que asume imágenes universales con
explícitos contenidos ideológicos, heredero de la corriente historicista de la
«Nueva Tradición», que concebía a la arquitectura como símbolo de poder. En el
Plan Monumental predomina el carácter relevante del eje de la Gran Avenida,
coronada por el sagrario dedicado al Libertador, que expresa la gran senda del
futuro; los edificios gubernamentales, con un lenguaje neoclásico, refuerzan el
carácter monumental de la misma con el objeto de perfeccionar la obra de los
fundadores de la patria y dar un sentido glorioso al ideario del Libertador.
La arquitectura clásica se utiliza
para conferir inmortalidad a los creadores de la nación. Se confía en este
modelo porque él contiene, supuestamente, principios universales, el uso del
mismo tuvo amplia aceptación en las primeras décadas del siglo XX, alcanzó su
cenit en los años treinta entre las diversas formas de gobiernos totalitarios.
La preferencia por lo neoclásico consistió en atribuir un valor de eternidad a
este lenguaje. La ideología que se sustenta en este modelo artístico es
conservadora, elitista, centralista y pragmática, con un componente ocasional
de fundamentalismo místico utilizado para catalizar a las masas.
Esta tendencia utiliza lo neoclásico
como un medio efectivo de propaganda, lo clásico es utilizado como expresión
del esplendor de político. En lo urbano es empleado tal lenguaje como un
triunfo perpetuado en monumentos[8],
el espacio urbano es proyectado como una estructura simbólica que refleja los
intereses ideológicos que signan las formas y los significados de los ideales
del Estado. La «Nueva Tradición» supone una interpretación racista de la
arquitectura[9], con lo cual se fustiga a
aquellos que han perdido toda idea del engrandecimiento de la Patria,
engrandecimiento tan grato a López. El Plan Monumental es proyectado para
olvidar el pasado oprobioso de una nación bárbara y atrasada, por medio de éste
se intenta “la conquista de un porvenir mejor”[10].
El lopecismo intentó consolidar su popularidad con testimonios tangibles, e
intentó hacer más difíciles futuras revoluciones demoliendo la ciudad que las
había engendrado.
Las tendencias del urbanismo moderno
fueron excluidas del plan urbano para Caracas, ya que no cumplían con los
postulados del positivismo, además, tales tendencias eran condenables por ser
un movimiento internacional, que en muchos casos, eran de tendencias opuestas a
las formulas lopecistas. El lopecismo exigía la adhesión al discurso ideológico
impuesto por el régimen, que debía ser representado por un determinado estilo arquitectónico
y urbanístico; esto equivalió a rechazar la arquitectura moderna y a regresar a
un historicismo neoclásico[11].
La presencia de fórmulas
arquitectónicas clásicas, historicistas y académicas, en el Plan Monumental de
Caracas, se explica porque las formas abstractas dictadas por las tendencias de
la arquitectura moderna eran inadecuadas para representar la ideología del
régimen lopecista.
La urbanística conservadora impuesta
por el lopecismo fue un instrumento del poder, semejante a la que reorganizó,
en la segunda mitad del siglo XIX y en los primeros decenios del siglo XX, las
ciudades europeas y las ciudades coloniales dependientes de las potencias de
Europa. La decisión de Elbano Mibelli de contratar urbanistas franceses, para
la elaboración del Plan Monumental, coronaba el viejo sueño parisiense para
Caracas, en nombre del prestigio cultural y del glorioso pasado haussmanniano.
Francia era investida en América Latina, durante los años treinta, de una
supremacía urbanística de la cual carecía en Europa[12].
El Plan Monumental de Caracas se funda
en el urbanismo francés denominado «urbanismo de regularización», el cual fue
desarrollado por la École Française
d’Urbanisme, resultante del eclecticismo de la Société Française d’Urbanistes y mezclado con la tradición
monumental heredada de Beaux Arts.
Este urbanismo fue fomentado en las colonias africanas y en América Latina
debido a las necesidades colonialistas del urbanismo francés[13].
Aquí se aprecia el carácter
claro-oscuro del discurso lopecista; por una parte, el uso de lenguaje
neoclásico como discurso del poder, por otra, la elección de un urbanismo
conservador y colonialista. Lo oscuro del discurso dice que el plan urbano es
el discurso del futuro, el adalid del progreso, la consecución del desarrollo
del hombre positivo, la libertad política y la plenitud de la democracia.
Un discurso que oculta lo claro. Lo
claro expresa que los planteamientos que influyeron en el Plan Monumental
fueron la exigencia de asegurar el orden y el sometimiento colectivo, ganarse
el favor popular con obras imponentes para uso de la élite y asegurar la
especulación urbana. Además, de mostrarse servidores de un ideal francés caduco
y retrogrado. Lo oscuro, un discurso del poder; lo claro, una actitud de su
sumisión.
[2] Elbano
Mibelli. “Posición y función geográfica de Caracas. Su porvenir”, Revista
Municipal del Distrito Federal, número 1, Caracas, noviembre, 1939, p. 19.
[3] Ibid., p.
3.
[4] Ibid., p.
17.
[5] Cfr. Arturo
Almandoz. “El Plan Monumental de 1939: conclusión del ciclo europeo de
Caracas”, p. 88.
[6] Elite
(editorial) “La transformación arquitectónica de Caracas”, ELITE, año XIV, Nº
722, Caracas, agosto 5 de 1939, pp. 12-15.
[7] Elite
(editorial) “Por qué necesita Caracas un plan de urbanismo”, ELITE, año XIV, Nº
723, Caracas, agosto 12 de 1939, pp. 12-15.
[8] Cfr. Albert
Elsen y otros. La arquitectura como símbolo de poder, Barcelona, Tusquets
Editor, 1978, pp. 7-8.
[9] Cfr.
Charles Jencks. Movimientos Modernos en arquitectura, Madrid, H. Blume ediciones,
1983, pp. 45-46.
[10] Eleazar López
Contreras. “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El
pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 90.
[11] Cfr. Leszek
Zawisza. “La arquitectura del Estado totalitario: una reflexión en el año
orwelliano”, Punto Nº 66, Caracas, diciembre, 1996, p. 51.
[12] Cfr. Arturo
Almandoz. “El Plan Monumental de 1939: conclusión del ciclo europeo de
Caracas”, Urbana 20, Caracas, 1997, p. 86.
[13] Cfr. Arturo
Almandoz. “El Plan Monumental de 1939: conclusión del ciclo europeo de
Caracas”, Urbana 20, Caracas, 1997, pp. 87-88.
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