jueves, 5 de julio de 2012

PLAN MONUMENTAL DE CARACAS: LA FUNCIÓN SIMBÓLICA


 

SIMBOLOGÍA DEL PODER

La estructura ideológica subyace en todo el conjunto simbólico. La ideología funda los fenómenos relativos a la lucha por el poder simbólico, a la nominación de las relaciones sociales y de las representaciones de los grupos sociales. La simbólica urbana se da a partir del uso de formas espaciales que dependen de las mediaciones de los procesos ideológicos. El lenguaje urbano es un proceso cultural a partir de una ideología dominante, la cual fuerza el discurso del reconocimiento, entre los sujetos, a partir de una lectura homogénea de los códigos de dominación, que hacen posible la aprehensión de la vida ciudadana.

La ciudad revela significados simbólicos a través de un pensamiento esencial y subyacente, representaciones que concuerdan con lo interno y se revelan en lo externo; la ciudad es un conjunto de imágenes, la cuales es necesario develar. Imágenes manifiesta por medio de lo edificado. Una arquitectónica que expresa significaciones simbólicas de la voluntad de poder. 

La función simbólica trasciende lo que la mera ciudad es, y ésta carece de cualquier otro sentido fuera de lo simbólico. La ciudad es símbolo de una arquitectura de autoridad o arquitectura como símbolo de poder. El discurso de la ciudad se manifiesta a través del espacio y de la forma arquitectónica y urbana. El eje monumental en el Plan Monumental se configura como símbolo del orden, del progreso y de la axiología del Estado; éste es el crisol del ordenamiento espacial. El eje anuncia el devenir del hombre civilizado, paradigma de la antropología lopecista. Determina, por otra parte, el prestigio de la ciudad como factor relevante en las relaciones entre gobierno y ciudadanos. El prestigio de la ciudad se transfiere al gobierno logrando el respeto del pueblo, con el fin de ganarse la buena voluntad y el afecto de éste[1].

En efecto, [Caracas] como capital política del país, con su puerto y la región que la circunda, Caracas constituye el centro natural del mismo [país]... Así pues, no sería aventurado afirmar que en lo futuro, Caracas podrá ser la capital del sur de esa nueva civilización Caribe, como San Luis, sobre el Misisipi, será la capital del norte. México y La Habana, correrán al oeste y al este del círculo armonioso donde se desarrollará, dentro de poco, con una vitalidad extraordinaria, la nueva civilización americana[2].


El Plan Monumental tiene el objetivo de mostrar una nación que se transforma por medio de un “plan armónico de desarrollo científicamente estudiado”[3]. La planificación de la ciudad es reflejo del país, se justifica, en entre otras cosas, por medio de un determinismo geográfico, que es más un ardid monetario que una teoría científica, pues se hacen análogos el Mar Caribe y el Mar Mediterráneo, ya que “ambos mares tienen la misma función. Forman la rotula de dos mundos distintos”[4]. La tradición colonialista del urbanismo francés es evidente en este contenido geopolítico, la analogía marítima expresa la idea colonialista de que América del Sur es el África del Nuevo Mundo, cuya completa madurez sólo se logrará mediante el intercambio económico y cultural con el hemisferio norte[5] No obstante, lo oscuro del discurso muestra que Caracas es París, Venezuela la Europa de América. Este es el mensaje, el primer objetivo del acto comunicativo, del plan urbano, “se trata de algo monumental, de una obra de extraordinaria dimensiones que colocará a Caracas a la alturas de las grandes metrópolis modernas por lo que concierne a su estructura arquitectónica”[6] Es el conjunto de símbolos que muestra al Estado-emisor estableciendo un discurso directamente perceptible por el ciudadano-receptor.

 El discurso posee un sentido triunfal, que el Estado pretende establecer con el ciudadano. El discurso urbano se muestra como el triunfo de la razón, del Estado, sobre el pasado oprobioso que se pretende dejar atrás y sobre las tendencias comunistas-anarquistas del presente. “Al caraqueño progresista que le hablen de avenidas modernas y amplias, de calzadas por donde el tráfico ha de deslizarse sin inconvenientes morosos, de edificios esbeltos y erguidos hacia lo alto, en alarde de progreso arquitectónico y de buen gusto, tiene que rebosarle el optimismo”[7]

El Plan Monumental implica el reconocimiento a un modelo no-problemático, que asume imágenes universales con explícitos contenidos ideológicos, heredero de la corriente historicista de la «Nueva Tradición», que concebía a la arquitectura como símbolo de poder. En el Plan Monumental predomina el carácter relevante del eje de la Gran Avenida, coronada por el sagrario dedicado al Libertador, que expresa la gran senda del futuro; los edificios gubernamentales, con un lenguaje neoclásico, refuerzan el carácter monumental de la misma con el objeto de perfeccionar la obra de los fundadores de la patria y dar un sentido glorioso al ideario del Libertador.

La arquitectura clásica se utiliza para conferir inmortalidad a los creadores de la nación. Se confía en este modelo porque él contiene, supuestamente, principios universales, el uso del mismo tuvo amplia aceptación en las primeras décadas del siglo XX, alcanzó su cenit en los años treinta entre las diversas formas de gobiernos totalitarios. La preferencia por lo neoclásico consistió en atribuir un valor de eternidad a este lenguaje. La ideología que se sustenta en este modelo artístico es conservadora, elitista, centralista y pragmática, con un componente ocasional de fundamentalismo místico utilizado para catalizar a las masas.

Esta tendencia utiliza lo neoclásico como un medio efectivo de propaganda, lo clásico es utilizado como expresión del esplendor de político. En lo urbano es empleado tal lenguaje como un triunfo perpetuado en monumentos[8], el espacio urbano es proyectado como una estructura simbólica que refleja los intereses ideológicos que signan las formas y los significados de los ideales del Estado. La «Nueva Tradición» supone una interpretación racista de la arquitectura[9], con lo cual se fustiga a aquellos que han perdido toda idea del engrandecimiento de la Patria, engrandecimiento tan grato a López. El Plan Monumental es proyectado para olvidar el pasado oprobioso de una nación bárbara y atrasada, por medio de éste se intenta “la conquista de un porvenir mejor”[10]. El lopecismo intentó consolidar su popularidad con testimonios tangibles, e intentó hacer más difíciles futuras revoluciones demoliendo la ciudad que las había engendrado.

Las tendencias del urbanismo moderno fueron excluidas del plan urbano para Caracas, ya que no cumplían con los postulados del positivismo, además, tales tendencias eran condenables por ser un movimiento internacional, que en muchos casos, eran de tendencias opuestas a las formulas lopecistas. El lopecismo exigía la adhesión al discurso ideológico impuesto por el régimen, que debía ser representado por un determinado estilo arquitectónico y urbanístico; esto equivalió a rechazar la arquitectura moderna y a regresar a un historicismo neoclásico[11].

La presencia de fórmulas arquitectónicas clásicas, historicistas y académicas, en el Plan Monumental de Caracas, se explica porque las formas abstractas dictadas por las tendencias de la arquitectura moderna eran inadecuadas para representar la ideología del régimen lopecista.

La urbanística conservadora impuesta por el lopecismo fue un instrumento del poder, semejante a la que reorganizó, en la segunda mitad del siglo XIX y en los primeros decenios del siglo XX, las ciudades europeas y las ciudades coloniales dependientes de las potencias de Europa. La decisión de Elbano Mibelli de contratar urbanistas franceses, para la elaboración del Plan Monumental, coronaba el viejo sueño parisiense para Caracas, en nombre del prestigio cultural y del glorioso pasado haussmanniano. Francia era investida en América Latina, durante los años treinta, de una supremacía urbanística de la cual carecía en Europa[12].

El Plan Monumental de Caracas se funda en el urbanismo francés denominado «urbanismo de regularización», el cual fue desarrollado por la École Française d’Urbanisme, resultante del eclecticismo de la Société Française d’Urbanistes y mezclado con la tradición monumental heredada de Beaux Arts. Este urbanismo fue fomentado en las colonias africanas y en América Latina debido a las necesidades colonialistas del urbanismo francés[13].

Aquí se aprecia el carácter claro-oscuro del discurso lopecista; por una parte, el uso de lenguaje neoclásico como discurso del poder, por otra, la elección de un urbanismo conservador y colonialista. Lo oscuro del discurso dice que el plan urbano es el discurso del futuro, el adalid del progreso, la consecución del desarrollo del hombre positivo, la libertad política y la plenitud de la democracia.

Un discurso que oculta lo claro. Lo claro expresa que los planteamientos que influyeron en el Plan Monumental fueron la exigencia de asegurar el orden y el sometimiento colectivo, ganarse el favor popular con obras imponentes para uso de la élite y asegurar la especulación urbana. Además, de mostrarse servidores de un ideal francés caduco y retrogrado. Lo oscuro, un discurso del poder; lo claro, una actitud de su sumisión.




[1] Cfr. Arnold Toynbee. Ciudades en marcha, Madrid, Alianza Editorial, 1973, p. 101.
[2] Elbano Mibelli. “Posición y función geográfica de Caracas. Su porvenir”, Revista Municipal del Distrito Federal, número 1, Caracas, noviembre, 1939, p. 19.
[3] Ibid., p. 3. 
[4] Ibid., p. 17.
[5] Cfr. Arturo Almandoz. “El Plan Monumental de 1939: conclusión del ciclo europeo de Caracas”, p. 88.
[6] Elite (editorial) “La transformación arquitectónica de Caracas”, ELITE, año XIV, Nº 722, Caracas, agosto 5 de 1939, pp. 12-15.
[7] Elite (editorial) “Por qué necesita Caracas un plan de urbanismo”, ELITE, año XIV, Nº 723, Caracas, agosto 12 de 1939, pp. 12-15.
[8] Cfr. Albert Elsen y otros. La arquitectura como símbolo de poder, Barcelona, Tusquets Editor, 1978, pp. 7-8.
[9] Cfr. Charles Jencks. Movimientos Modernos en arquitectura, Madrid, H. Blume ediciones, 1983, pp. 45-46.
[10] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 90.
[11] Cfr. Leszek Zawisza. “La arquitectura del Estado totalitario: una reflexión en el año orwelliano”, Punto Nº 66, Caracas, diciembre, 1996, p. 51.
[12] Cfr. Arturo Almandoz. “El Plan Monumental de 1939: conclusión del ciclo europeo de Caracas”, Urbana 20, Caracas, 1997, p. 86.
[13] Cfr. Arturo Almandoz. “El Plan Monumental de 1939: conclusión del ciclo europeo de Caracas”, Urbana 20, Caracas, 1997, pp. 87-88.

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