viernes, 27 de julio de 2012

AXIOLOGÍA DEL ESTADO LOPECISTA: HERALDO DE LA VIRTUD





La axiología de las formas de gobierno sistematiza un orden jerarquizado de valores, este sistema permite pasar, por medio de una escala de preferencias, de lo bueno a lo malo, de lo mejor a lo peor mediante el menos bueno y el menos malo. Para el lopecismo, la población debe obediencia al Estado. La misma que es un valor moral, que se manifiesta en la defensa a la Patria, el cumplimiento y la obediencia a las leyes dictadas por la República[1]. Este valor lo representa, como figura máxima, el Libertador Simón Bolívar, quien encarna los máximos valores del Estado.
La primera acción de López Contreras al llegar a Caracas, el 20 de diciembre de 1935, para asumir el cargo de Presidente de la República es visitar la tumba del Libertador en el Panteón Nacional, ante la misma jura ser respetuoso de la ley e imponer la alternativa republicana. ¿Qué hace Bolívar en estas cosas de la política diaria? La respuesta la ofrece el mismo López Contreras: “fui a rendir en el templo de la patria un tributo de reverencia a la memoria del Libertador, y a pedir inspiración a su pensamiento, ejemplo a su vida, y a pedir a su obra las ideas esenciales para modelar la doctrina y formular la acción de mi Gobierno”[2]. El Libertador se convierte en la guía moral del gobierno lopecista.
López, posteriormente, afirmará que ha gobernado inspirado “en el pensamiento bolivariano, única y constante guía de mis actos de Magistrado”[3]. La doctrina bolivariana fundada en los principios normativos de libertad, orden, paz social, imperio absoluto de la ley y la justicia es asumida por el lopecismo como norte del régimen. “Mi gobierno creyó necesario levantar el adormecido culto por nuestro Héroe Máximo, Bolívar, por su Obra de Liberación Continental y por sus Principios Doctrinarios”[4]
El lopecismo canaliza el valor moral de la doctrina bolivariana estableciendo una estrecha relación entre el valor moral del Estado y el culto al Libertador. En este culto se funde la totalidad del Estado, para ser enraizado en la conciencia del pueblo. Con este propósito se fundó la «Sociedad Bolivariana», cuyos fines consistían en llevar a la práctica los postulados del Libertador para el mejoramiento social y moral del pueblo; mejoramiento que consiste en inculcar «el pensamiento democrático» en la opinión pública y en el espíritu del pueblo. Asunto que siempre tiene, para el lopecismo, carácter de sumisión al Estado, y rechazo a todo otro tipo de pensamiento político.
Se concentra todo el sentido patriótico y moral de la Nación en torno a la palabra textual del Libertador; se piensa lo político como algo moral, tanto por el ejemplo como por las propias ideas del Libertador. A partir del culto a Bolívar el pasado y el futuro son parte intrínseca del presente político que se va generando por la praxis política. De este modo, el valor moral que representa la figura de Bolívar se convierte en fuerza activa de la cultura política que intenta imponer el lopecismo. Bolivarianismo y lopecismo pretenden identificarse.
El mito de Bolívar determina, ahora, toda la mitología de la patria. El Libertador es elevado al rango de conciencia cultural y política de los venezolanos, generando una filosofía de la historia que traza idealmente, a través de la vida y muerte del Libertador, el ideario de una teología fundamental, una libertad inequívocamente ilustrada[5]. La política se convierte en religión fundada en la doctrina de Bolívar. En ésta se inserta y circunscribe toda la vida política venezolana; la historia política se convierte en un acto perfectible del hacer bolivariano.
El mito de Bolívar alcanza una tensión religiosa ambivalente, a la vez, sagrada y profana, secular y cívica. Éste se convierte en el mito de una paternidad infalible y en la vida de una existencia caída[6], puesto al servicio de un culto proteico transformó el ideario de Bolívar en un credo, en el que “tenemos el foco de luz inagotable que marca derroteros a nuestros destinos y a todos los pueblos de América”[7]. Sin embargo, el mito e ideario de Bolívar se manifiesta como la causa nunca alcanzada.
El Libertador se convirtió en símbolo de la idea de hombre universal, sus frases en máximas y su historia en leyenda[8]. El lenguaje político de López recurre permanente a la historia entendida como gesta patriótica, origen de la nacionalidad venezolana y como fuente de inspiración para un presente continuador de la obra de Bolívar. El Libertador es la síntesis del espíritu de la Patria, el texto sagrado en el que hay que fundamentar cada acción.
El progreso y la emancipación liberal del país sólo son concebidos en la medida que sea posible la consecución del pensamiento de Bolívar, lo cual encierra un estado de pura perfectibilidad e idealidad, que mantiene las formas ejemplares del ideario bolivariano convertido en imperecedero. No queda en pie ningún personalismo, sólo existe la Patria[9], es decir, la causa bolivariana.
El culto a Bolívar resistió, desde el guzmancismo, diversos y variados intentos de sustitución. Dentro del positivismo, el pensamiento de Bolívar se convirtió en un comtismo, en un pre-positivista. Resistió el embate del evolucionismo, al hacer de Bolívar un exponente claro y moderado del bio-tipo venezolano; y salió airoso de la prueba de fuerza marxista[10].
El López Contreras elevó el culto de Bolívar con el fin de oponerlo:

A las nuevas doctrinas; llámense nazista, fascista o comunista, que han estado tratando de infiltrarse y dominar todas las actividades humanas, espíritu, mentalidad y conciencia. Aun más, con una doctrina patriótica y nacionalista se podría contener y eliminar las tendencias a que cada grupo triunfante en nuestras contiendas civiles y políticas, volviera con la funesta tradición de imponer una nueva causa sectaria, con su correspondiente caudillo y organizador de otro gobierno arbitrario y despótico[11]


[1] Constitución de los Estados Unidos de Venezuela de 1936. Artículo 31.
[2] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 17, Caracas, Ediciones Congreso de la República de Venezuela, 1985, p. 110.
[3] Ibid., p. 329.
[4] José Guzmán Pérez. López Contreras, el último general, Caracas, ediciones de la Gobernación del Distrito Federal, 1983, p. 41. (El autor cita textual a López Contreras)
[5] Cfr. Luis Castro Leiva. De la patria boba a la teología bolivariana, Caracas, Monte Ávila Editores, 1991, p. 119.
[6] Ibid., pp. 124-125.
[7] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 335.
[8] Cfr. Luis Castro Leiva. Op. cit., p. 124.
[9] Cfr. Eleazar López Contreras. “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 50.
[10] Cfr. Luis Castro Leiva. Op. cit., pp. 157-158.
[11] José Guzmán Pérez. Op. cit., p. 41. (El autor cita textualmente a López Contreras)

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