viernes, 18 de enero de 2013

PLAN MONUMENTAL DE CARACAS: LO DEMOGRÁFICO Y LO URBANO


López señala que las peculiaridades geográficas influyeron “en que la marcha de la Nación no tuviera esa cohesión necesaria para la unidad espiritual; quizá las distancias, la falta de comunicación y de intercambio, crearon pasiones y formaron cierto espíritu de escisión y alejamiento de los hombres de las diversas latitudes venezolanas...”[1]. Podemos considerar dos aspectos en esta cita. Primero, el reconocimiento de una realidad fáctica; en la cual, el modo de ocupación demográfica generó una distribución y ocupación heterogénea caracterizada por grandes diferencias y conflictos urbano-rural[2] agravada por la ausencia de un intercambio eficaz dentro del territorio, lo cual fue propicio para el desarrollo de regionalismos contrarios a la formación de la unidad de la nación.
Segundo, la aceptación de un determinismo geográfico, muy apreciado por los positivistas, que moldea el carácter de los venezolanos dando como resultado la inconsistencia del sistema democrático.
Para Egaña, el determinismo geográfico es un hecho cierto; ya que para él los países de las zonas templadas son más desarrollados que los países de las zonas tórridas. El interés de Egaña consiste en establecer el predominio de la raza blanca llamada a implantar nueva estructura en las relaciones políticas, sociales, económicas y culturales en el país.

Si en verdad es un punto muy discutido el de sí los trópicos, a causa de circunstancias eternas e invencibles no son capaces de sustentar grandes núcleos de población rica, sana y culta, especialmente de población europea; o si son las enfermedades las que se oponen al desarrollo de los pueblos tropicales sobre todo a su colonización por los blancos, puestos que en los trópicos se originaron en la antigüedad grandes civilizaciones y culturas, es un hecho cierto que los países americanos situados en zonas templadas tiene hoy un desarrollo económico y cultural mucho mayor que los países situados en la zona tórrida; y que en Venezuela las regiones elevadas sobre el nivel del mar, son las que han traído mayor población y propiciado mayor riqueza[3].

Tal determinismo quedó atestiguado en la exposición del Plan Monumental de Caracas. En éste se señala:
Si se efectúa un estudio comparativo entre el continente Americano, el Europeo, y el Africano, nos encontramos con que existe una curiosa analogía entre las funciones del Mar Mediterráneo y el de Las Antillas... Ambos mares tienen la misma función. Forman la rótula de dos mundos distintos: uno nórdico, con clima templado, en donde la civilización de la raza blanca se ha venido desarrollando normalmente; el otro, tropical, en el que han venido aclimatándose otras razas. Así como el Mediterráneo fue, el punto en donde se encontraron y mezclaron grandes civilizaciones, el Mar de Las Antillas, con sus aguas templadas, será el centro de unión de las civilizaciones provenientes del norte y del sur del continente Americano[4].

Más adelante se agrega, Venezuela:

Experimentará principalmente la influencia de la nueva civilización, y se beneficiará del intercambio cultural, industrial y comercial que le brindará el Mar Caribe… Y quizá, se producirá en la América del Sur una ruptura de civilizaciones semejante a la constatada, durante el transcurso de los siglos, en África… Fue allí donde prosperaron las civilizaciones egipcias, cartaginesa, romana, árabe, y, más tarde, la francesa. Esa parte de África está orientada definitivamente hacia el norte y en las riberas del Mediterráneo vienen a reunirse las civilizaciones respectivas de Europa y de las tierras africanas[5].

La comparación es una burda falacia fundada en el determinismo geográfico propio del positivismo gomecista. Expone abiertamente la idea colonialista que dicho plan urbano entraña, al equiparar a América del Sur con África[6]. Además, justifica el delirio mercantil para vender dicho plan urbano. El cual reafirma la configuración espacial de Venezuela establecida por la oligarquía colonial, con el objetivo de asegurar, por medio de la cohesión de la clase dominante, la continuidad del régimen oligárquico.
Con la llegada de López Contreras al poder, el centro de la ciudad se transformó y consolidó como área comercial y gubernamental, ya que Caracas fue nuevamente la capital del país. No obstante, la ciudad tradicional presentaba “abigarramiento del tráfico, denso y congestionado, las calles llenas de baches, plagadas de desperfectos, y la presencia de casuchas y edificios ruinosos hasta en el centro mismo de la urbe, es un espectáculo deprimente que hemos presenciado hasta ahora”[7].
Esto traía como resultado la rápida desvalorización de toda la ciudad. Por tanto, las casas viejas, los edificios ruinosos y las calles estrechas de la ciudad colonial debían ceder el paso a la civilización y al progreso que traía en sí el Plan Monumental de Caracas.
El plan urbano prometía crear una ciudad bien construida, hermosa y agradable; en la cual se viviría de manera confortable y plácida; en esta ciudad “desaparecen las dificultades sociales, los trastornos políticos y los odios de clases que tanto entorpecen la economía humana”[8]. Estos objetivos son semejantes a los propuestos en la reforma educativa, los cuales son muy apreciados por el lopecismo.
El Plan Monumental, como proyecto racional, evitaría cualquier error de planificación, pues su acertada proyección produciría una mayor economía[9]. No obstante, éste preserva y consolida el modelo de ocupación territorial existente, al fortalecer a Caracas como centro de la nación, esto terminó por convertir a la capital en la macrocefalia urbana que es en la actualidad.
La realidad urbana, como la reforma educativa, no fue interpretada; a ésta le fue impuesta una realidad urbana extraña que acentuó la contradicción lopecista entre interpretación de la realidad e imposición de la misma. 
La clase alta, después de abandonar el centro de Caracas, se ubicó en los «barrios modernos» de El Paraíso, La Florida, Country Club; la clase media se vio obligada a ocupar viviendas pequeñas ubicadas en San Agustín y El Conde[10] y la mayoría fue segregada al oeste de la ciudad.
El Plan Monumental de Caracas determinó la sectorización de la ciudad y la separación física de la población según los niveles de ingreso, esto dividió la ciudad en dos. En el Oeste, en Catia, San Juan, El Cementerio, y El Valle se ubicó a los sectores más pobres, los barrios de obreros. Desde San Bernardino hacia el Este habitarían los sectores más ricos[11]. Aun cuando en el Este se han ubicado estratos pobres, esto ha ocurrido espontáneamente no porque lo haya previsto el plan urbano.
Martínez Olavarria, señala que quizá fue un gran error del Plan Monumental diferenciar de forma “un poquito arbitraria las diversas clases de residencias, determinando sitios de residencia obrera, sitios de residencia de alta clase con grandes lotes, y solamente un pequeño sector para edificaciones verticales. En realidad, el concepto no era equivocado, era traducir lo que representaba la ciudad en aquel momento”[12]. El concepto no era equivocado siempre y cuando diera cuenta de los postulados positivistas, en eso consistía traducir lo que la ciudad representaba, llevar a cabo la segregación racial y social tan del gusto de los positivistas lopecistas.
El plan urbano de 1939 es la concepción de un urbanismo colonial manifiesto en el uso del suelo, en la diferenciación social y la homogeneización de cada una de las áreas residenciales[13] establecidas en éste. El éxito de la segregación aprendida, por los urbanistas, en París es aplicado en los territorios coloniales, donde desarrollaron la posibilidad de experimentar “la legislación y los organismos de control urbano sobre los territorios sometidos a la mano militar”[14].
La desagregación no era asunto nuevo en el país, ya durante el gobierno de Gómez se habían construido barrios obreros al oeste de la ciudad, los barrios de Propatria y Lídice. El Plan Monumental de Caracas profundizó y legitimó planificadamente tal segregación.

En los centros urbanos subsistieron las viejas categorías sociales, pero con algunas variantes: aumentó el peso específico de la burguesía comercial (importadora, exportadora y negociante   en dinero y valores), que se favoreció ampliamente con el incremento del comercio exterior venezolano… Y también como un nuevo elemento, en algunos centros urbanos, se observa el desarrollo de los primeros elementos de una nueva capa de la burguesía nacional, relacionada con las inversiones de capital en formas incipientes de la industria ligera[15]

El fracaso para controlar la dinámica de la configuración territorial desde 1938 ha dependido, en gran parte, de la incapacidad de comprender la lógica socio-económica de la nación, y del carácter predominante normativo de los instrumentos utilizados, así como del sesgo puramente sectorial o espacialista de tales enfoques[16]. La ciudad creció a expensas de la población campesina biológicamente depauperada, la cual fue lanzada hacia Caracas y otros centros urbanos por la crisis total del latifundio venezolano y de la economía latifundista[17].
No se cumplieron los excelsos postulados de la nueva raza que iba a surgir según se predicaba en el Plan Monumental.


[1] Eleazar López Contreras. Op. cit., p. 358.
[2] Cfr. Marcos Negrón. “Territorio y sociedad en la formación de la Venezuela contemporánea 1920-1945”, El Plan Rotival (la Caracas que no fue) Caracas, U. C. V., 1991, pp. 22-23.
[3] Manuel R. Egaña (Ministro de Fomento) “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 18, p. 363.
[4] Elbano Mibelli. “Posición y función geográfica de Caracas. Su porvenir”, Revista Municipal del Distrito Federal, número 1, Caracas, noviembre, 1939, p. 17.
[5] Ibid., p. 18.
[6] Cfr. Arturo Almandoz. “El Plan Monumental de 1939: conclusión del ciclo europeo de Caracas”, Urbana 20, Caracas, 1997, p. 88.
[7] Revista Elite (editorial) “Por que necesita Caracas un plan de urbanismo”, Revista Elite, año XIV, Nº 723, Caracas, agosto 12 de 1939, pp. 12-15.
[8] Elbano Mibelli. “Posición y función geográfica de Caracas. Su porvenir”, Revista Municipal del Distrito Federal, número 1, Caracas, noviembre, 1939, p. 20.
[9] Ídem.
[10] Cfr. Ibid., pp. 38-39.
[11] Cfr. Marcos Negrón. “La gestación del plan urbano de Caracas de 1939 y su incidencia en la formación de la tradición urbanística venezolana: conversación con Leopoldo Martínez Olavarria”, El Plan Rotival (la Caracas que no fue) Caracas, U. C. V., 1991, pp. 151-153.
[12] J. J. Martín Frechilla. “Cuando la urbanística no estaba en entredicho (Rotival y Lambert en una historia del urbanismo francés en Venezuela de 1936 a 1950) La ciudad: De la planificación a la privatización, Caracas, U. C. V., 1994, pp. 34-35.
[13] Cfr. Ibid., p. 33.
[14] J. J. Martín Frechilla. “Rotival de 1939 a 1950, de la ciudad como negocio a la planificación como pretexto”, El Plan Rotival (la Caracas que no fue) Caracas, U. C. V., 1991, p. 85.
[15] Federico Brito Figueroa. Historia económica y social de Venezuela, Tomo II, Caracas, U. C. V., 1996, p. 410.
[16] Cfr. Marcos Negrón. “Territorio y sociedad en la formación de la Venezuela contemporánea 1920-1945”, El Plan Rotival (la Caracas que no fue) Caracas, U. C. V., 1991, p. 35.
[17] Cfr. Federico Brito Figueroa. Op. cit., p. 557.

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