martes, 15 de enero de 2013

PLAN MONUMENTAL DE CARACAS: CLASES SOCIALES

El programa de gobierno de López estuvo impulsado por la necesidad de aumentar la capacidad económica del país. Lo que se traducía en estimular la capacidad productiva del trabajo y las ofertas del mismo. Este programa económico se basaba en un principio constitucional, ya que en la Constitución de 1936 se establecía que:



La ley dispondrá lo necesario para la mayor eficacia y estímulo del trabajo, organizándolo adecuadamente y estableciendo la protección especial que deberá dispensarse a los obreros y trabajadores, para proveer el mejoramiento de su condición física, moral e intelectual, y al incremento de la población. El Estado promoverá el amparo de la producción y establecerá las condiciones del trabajo en la ciudad y en el campo, teniendo en vista la protección social del obrero y del jornalero y los intereses económicos del país[1].

            De este modo, se ampara la libertad de industria y de trabajo, las cuales sólo tendrán las limitaciones que impongan el interés público y las buenas costumbres. No era para menos en un Estado liberal.

Las libertades relativas al trabajo deberán reglamentarse con el objeto de evitar los conflictos sociales a que puedan dar lugar cuando se ejerce en contra de los intereses de la comunidad. En un régimen de legalidad, los derechos de los patronos y de los obreros tienen que concurrir a una finalidad común, o sea, la de crear la mayor suma de riqueza pública y de bienestar individual[2].

El interés de López consiste en garantizar la paz, pero una paz que siempre estará subordinada a los intereses y en beneficio de la clase propietaria de los medios de producción. Existe una intrínseca relación irrenunciable entre la imposición del modelo liberal y la subordinación de las mayorías; mantener esta intrínseca relación es lo que el lopecismo denomina el interés nacional. “La consigna que debe guiar nuestros esfuerzos debe ser la de trabajar, en armoniosa conjunción de voluntades, en un solo propósito: el bien de la Patria y la felicidad común”[3]. La «felicidad común» en un país de infelices Juan Bimbas, una ironía.

 El lopecismo como régimen democrático liberal desconoció la existencia de las luchas de clases. Para López, en Venezuela no había lucha de clases porque no existía el capital y el trabajo no se había desarrollado. Un argumento muy bien forjado, no hay capital ni trabajo, por tanto, no hay luchas de clases.

El desarrollo económico introdujo cambios fundamentales en la estructura social venezolana. La población rural liberada de la dependencia de la tierra e incorporada como mano de obra asalariada a las explotaciones petroleras integró los primeros elementos para la formación de una nueva clase social. El moderno proletariado venezolano se caracterizó por estar en íntima conexión con las formas más avanzadas de la economía industrial y sin más propiedad que la de vender su fuerza de trabajo[4]. La huelga de los trabajadores petroleros de 1937 finalizó con la ilusión de una democracia feliz.

La clase media participó en la lucha de clases organizándose en partidos políticos. La burguesía nacional, por su parte, mantuvo el modo de producción pre-capitalista y semi-feudal, sacando provecho de la ausencia de un desarrollo industrial, convirtiéndose en un freno para el capitalismo industrial. Lo que hizo esta burguesía parasitaria fue aumentar el capital usurario surgido de inversiones en actividades improductivas[5] y además reforzado por la ausencia de una política económica[6].


[1] Constitución de los Estados Unidos de Venezuela de 1936, Artículo 32, numeral 8º.
[2] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 76.
[3] Eleazar López Contreras. Op. cit., p. 152.
[4] Cfr. Federico Brito Figueroa. Historia económica y social de Venezuela, Tomo II, pp. 409-419.
[5] Cfr. Ibid., p. 409.
[6] Cfr. Rómulo Betancourt. Venezuela, política y petróleo, Caracas, Monte Ávila Editores, 2001, p. 119.

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