El
sentimiento de lo sublime, ante la naturaleza turbulenta y abrumadora, se
manifiesta en el placer-displacer al avizorar objetos muy violentos y
destructivos que amenazan con dañar y destruir al espectador. En este aspecto,
Burke identifica continuamente la relación Eros-Tánatos con el sentimiento de
lo sublime.
El miedo desbanca cualquier otro
pensamiento, ya que el individuo busca afanosamente salvarse. Atrapado entre el
placer de la pena y la remoción que produce en el alma la idea de la muerte y
el placer estético que remite al terror y lo desconocido. “La mayoría de las ideas que son capaces de
hacer una poderosa impresión en la mente, ya sea simplemente de dolor o placer,
o de las modificaciones de éstos, se pueden reducir a estos dos aspectos, el
instinto de conservación y de la sociedad; a los fines de uno u otro de los que
todas nuestras pasiones se calculan para responder”[1].
Burke
señala que lo sublime se genera del instinto de auto-conservación y es causa de
un error placentero, le atribuye a éste fuerza y poder ilimitados. “Las
pasiones que se refieren a la autopreservación están estimuladas principalmente
por el dolor o el peligro… Las pasiones, por tanto, que están familiarizadas
con la preservación de lo individual, principalmente el dolor y el peligro, son
los más poderosas de todas las pasiones”[2].
Lo sublime se presenta como una
amenaza relativa a la conservación del individuo; y no hay nada que ponga más
en peligro la supervivencia de éste que la muerte, fuente directa o velada de
todos los terrores. “Lo sublime es una idea que pertenece a la autopreservación;
es, por tanto, la idea que más afecta a la mayoría de los sentidos; la emoción
más fuerte es un padecer esta emoción; y ningún placer causa positiva pertenece
a ella”[3].
Lo sublime es terror porque estima
por la presencia de la libertad, que es no es casi nada frente a lo que podría
y debería ser. El interés en pensar la libertad resiste la presentación de lo
sensible. Lo sublime es placer de pena y placer de alivio.
Los peligros que acechan la
supervivencia producen la suspensión de los movimientos en el espíritu, lo que
induce a una especie de éxtasis emocional. Estos sentimientos producen una
catarsis.
Sin embargo, cuando la aflicción de
esta amenaza es atroz hace imposible cualquier tipo de goce. Lo sublime
desaparece en el momento en que el individuo es directamente afectado por la
violencia de tal circunstancia, ya que se pierde la condición de espectador y
se convierte a la condición de mero superviviente.
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