viernes, 18 de enero de 2013

EDMUND BURKE: EL PODER DEL PODER


Ese poder deriva toda su sublimidad del terror con el que generalmente es acompañado. El terror y lo inconcebible, todo lo que es de alguna manera capaz de excitar las ideas de dolor y peligro, todo lo que de algún modo es terrible, o versa acerca de objetos terribles, y que opera por el poder.

No conozco nada sublime, que no sea una modificación del poder… La idea de poder, a primera vista, parece de la clase indiferente, pero también pertenece al dolor o al placer. Pero, el afecto que surge de la idea de gran poder, está muy alejada de ese carácter neutral. Para las primeras, hay que recordar, que la idea del dolor, en su más alto grado, es mucho más fuerte que el más alto grado de placer, y que conserva la misma superioridad a través de todas las gradaciones especiales[1].


            Lo sublime aparece unido al poder en tanto encierra la amenaza del dolor y el peligro, es puesto como terror psicológico. No hace falta que el peligro sea real, basta con que la amenaza del mismo pueda causar el sentimiento de lo sublime. En el fondo es una desesperanza, una especie de grito imposible que ronda lo figural como una escritura no escrita.

            El poder no se deja dar forma, es campo de tensión. El poder en tanto sublime excede toda medida de los sentidos. “El dolor es siempre infligido por un poder de alguna manera superior, porque nunca nos sometemos a dolor de buena gana. Así que la fuerza, la violencia, el dolor y el terror, son ideas que se apresuran en la mente juntos”[2]. Se trata de una idea producida por la  mente, la más terrible que ésta pueda percibir.

            Lo que está en juego en Burke es la posibilidad de redefinir lo político, abandonando el plano teórico que pretende hegemonizar el discurso de la acción. “Ese poder deriva el terror con que generalmente está acompañado, aparecerá evidentemente en su efecto en los muy pocos casos en que es posible considerar su capacidad de hacer daño con su fuerza”[3].
            Se trata es de mostrar los límites de una filosofía política que pretende legitimar las proposiciones que intenta restablecer una unidad histórico-político exigida por la angustia ante lo inconmensurable.

El poder que surge de la institución en Reyes y los comandantes, tiene la misma conexión con terror. Soberanos se tratan con frecuencia con el título de la siniestra Majestad. Y se puede observar que las personas jóvenes, poco familiarizado con el mundo, y que no se han utilizado para hombres de enfoque en el poder, comúnmente se golpeó con un temor que quita el libre uso de sus facultades[4].


            El poder restablece la unidad de lo histórico-político. La idea de inconmensurabilidad  que sirve en el pensamiento para el dominio. “De hecho las ideas de dolor y, sobre todo, de la muerte, son tan que afectan, mientras seguimos en presencia de lo que se supone que tiene el poder de infligir a cualquiera, es imposible ser perfectamente libre de terror”[5].

            El poder expresado como terror configura la experiencia de lo sublime, al ser inaccesible está vinculado al interior de la conciencia. Ya que se establece la relación entre el sujeto y el interior de lo que no percibe como objeto, por otra parte el sujeto se toma a sí mismo como objeto de observado.

Debemos recordar, que la idea de dolor, en su más alto grado, es mucho más fuerte que el mayor grado de placer; y que conserva la misma superioridad a través de todas las graduaciones subordinadas. De ahí es que cuando las posibilidades de igual grado de sufrimiento o disfrute en cualquier tipo de igualdad, la idea del sufrimiento debe prevalecer[6].


            En la medida en que se mueven las reglas, que tienden a establecer las paradojas y el azar, están se convierten en lo bastante sutiles para extraer el interior de las cosas; esa capacidad para imponerse a la naturaleza humana descubre lo incierto que ante el poder se encuentra ésta.

Cuando contemplamos a Dios, sus atributos y su funcionamiento vienen unidos a la mente y forman una especie de imagen sensible, que como tal es capaz de afectar  la imaginación… al mismo tiempo que contemplamos un objeto tan vasto de la omnipotencia, que se encuentra en todas partes con su omnipresencia, nos resistimos a la pequeñez de nuestra propia naturaleza, y en cierto modo aniquilado antes que él… Si nos regocijamos, nos regocijamos con temblor, y al mismo tiempo que estamos recibiendo los beneficios, no podemos dejar de estremecernos ante un poder que puede conferir beneficios de importancia tan poderosa[7].


            El poder genera una incertidumbre de queda sin análisis; una perplejidad que pierde las condiciones de un proceso que no recupera las cosas de sí misma.


[1] Edmund Burke. Of the Sublime and Beautiful, New York, The Harvard Classics, 1956, p. 55.
[2] Edmund Burke. Of the Sublime and Beautiful, New York, The Harvard Classics, 1956, p. 55.
[3] Edmund Burke. Of the Sublime and Beautiful, New York, The Harvard Classics, 1956, pp. 55-56.
[4] Edmund Burke. Of the Sublime and Beautiful, New York, The Harvard Classics, 1956, p. 57.
[5] Edmund Burke. Of the Sublime and Beautiful, New York, The Harvard Classics, 1956, p. 55.
[6] Edmund Burke. Of the Sublime and Beautiful, New York, The Harvard Classics, 1956, p. 55.
[7] Edmund Burke. Of the Sublime and Beautiful, New York, The Harvard Classics, 1956, p. 58.

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