Intentar
comprender el origen, desarrollo y puesta en el aquí y ahora de la emoción es
una tarea arqueológica. La emoción podría plantearse como la respuesta que
ofrece el individuo a los estímulos socio-culturales y ambientales que siente o
recibe del entorno donde vive. En entorno que es institucionalizado desde larga
data.
Por debajo de
las continuidades del pensamiento, de las manifestaciones masivas y homogéneas de
un pensamiento colectivo, del devenir de una ciencia que se encarniza en
existir desde su comienzo; por debajo de la persistencia de un género, de una
forma, de una disciplina, de una actividad teórica, se trata ahora de detectar
la incidencia de las interrupciones de la emoción.
El problema
que se plantea en tal análisis no es sólo el de saber por qué vías han podido
establecerse las continuidades de la emoción; de qué manera un solo y mismo
designio ha podido mantener y constituir esta noción para tantos espíritus
diferentes y sucesivos, establecer un horizonte único. Qué modo de acción y qué
sostén implican este juego de las emociones; cómo el origen puede extender su
ámbito mucho más allá de sí mismo y hasta ese acabamiento que jamás se da.
El problema no
es la tradición ni el rastro, sino el recorte y el límite; no es el fundamento
que se perpetúa, sino las transformaciones que valen como fundación y
renovación de las fundaciones. La emoción no es esa materia inerte a través de
la cual trata ésta de reconstruir lo que los hombres han hecho o dicho, lo que
ha pasado y de lo cual sólo resta el surco; ahora se trata de definir el propio
tejido de unidades, de conjuntos, de relaciones que se han constituido a su
entorno.
En lugar de la
cronología continua de la razón, que se remontaba al inaccesible origen, a su
apertura fundadora; han aparecido unas escalas emotivas distintas las unas de
las otras, rebeldes a una ley única, portadoras de un tipo de historia propia
de cada una e irreductibles, aparentemente, al modelo general de una conciencia
que adquiere, progresa y recuerda.
La noción de
emoción ocupa ahora un lugar mayor en las diversas disciplinas. Lo discontinuo
es, a la vez, lo dado y lo impensable; lo que se ofrece bajo la especie de los
acontecimientos dispersos: decisiones, accidentes, iniciativas,
descubrimientos. Y lo que debe ser por el análisis desaparece en la continuidad
de los acontecimientos.
La emoción
está constituida por el conjunto de lo que ha sido dicho en el grupo de todos los
enunciados que la nombran, la recortan, la describen, la explican, cuenta su
desarrollo, indica sus diversas correlaciones, la juzgan, y le prestan la
palabra articulando en su nombre discursos que han de pasar por ser los suyos.
El objeto que se
pone, como su correlato, por los diferentes enunciados emocionales no es
idéntico al objeto que se dibuja a través de las diversas pretensiones de
autoayuda; de la misma manera todos los objetos del discurso de desarrollo
personal son modificados, no es la misma
emocionalidad de las que se trata aquí y allá, esto es, no se trata en absoluto
de los mismos sujetos emocionales.
De esta
multiplicidad de los objetos emocionales, se puede entresacar que no es posible
admitir una unidad del discurso referente a la emoción, por lo que no es
posible constituir un conjunto de enunciados posibles. Quizás haya que atenerse
a los únicos enunciados que tienen un único y mismo objeto: los discursos sobre
la felicidad y el éxito. Opuesto éstos a la depresión, la infelicidad y el
fracaso.
Pronto nos
damos cuenta de que cada uno de estos discursos constituye un tema particular,
que es elaborado hasta transformar la noción de emoción por completo. De allí
que se plantee el problema de saber si la unidad de tal discurso está
constituido, más bien, por el espacio en el que diversos objetos son perfilados
y continuamente transformados; y no por la permanencia y la singularidad de un
sujeto.
La relación
característica que permite individualizar el conjunto de enunciados relativos a
la emoción, no será la regla de emergencia simultánea o sucesiva de los
diversos objetos que en ella se nombran, se describen, se aprecian o se juzgan.
La unidad de
los discursos sobre la emoción, no está fundada sobre la existencia del objeto
emoción, o la constitución de un horizonte único de conveniencias; que sería el
juego de las reglas que hacen posible la aparición de objetos recortados por
medidas del propio discurso emotivo, sino por objetos que se diferencian en la
práctica cotidiana, objetos que se manifiestan en descripciones patológicas cercados
por códigos o recetas de medicación, de tratamiento, de cuidados.
La unidad de
los discursos sobre la emoción sería el juego de las reglas que definen las
mismas transformaciones de esos diferentes objetos; su no identidad a través
del tiempo, la ruptura que se produce en ellos, la discontinuidad interna que
suspende su permanencia; la ambigüedad de la multiplicidad propia de lo
deseante.
Es manera
paradoja intentar definir un conjunto de enunciados sobre la emoción en lo que
hay en ésta de individual consiste en describir la dispersión de esos mismos
objetos, intentar captar todos los intersticios que los separan, medir las
distancias que reinan entre ellos; es intentar formular una ley de repartición.
La narrativa
de la emoción se caracteriza menos por sus temas o sus conceptos que por un
determinado estilo, por un constante y determinado carácter de la enunciación. El
discurso no está constituido por un conjunto de observaciones, de recetas
heterogéneas, sino por un corpus de
postulados que suponen una misma mirada fija en las cosas, una misma cuadricula
del campo perceptivo, un mismo análisis del hecho patológico según el espacio
visible del cuerpo, un mismo sistema de transcripción de lo que se percibe y en
lo que se dice —el mismo vocabulario, el mismo juego de metáforas—, esto es, una
serie de enunciados descriptivos.
Hay que
reconocer que el discurso de la emoción es un conjunto de hipótesis sobre la
vida, de elecciones éticas, de decisiones terapéuticas, de reglamentos
institucionales, de modelos de enseñanza, así como un conjunto de descripciones
que en todo caso no puede separarse de la enunciación descriptiva ni de las
formulaciones del discurso terapéutico. Y al margen de este discurso se han
constituido masas documentales, instrumentos de correlación, técnicas de
análisis que tienen que utilizar para modificar al individuo en su situación de
sujeto.
Todas estas
narrativas, nos conducen a una reminiscencia terapéutica depositada lentamente
en el transcurso de los siglos en el discurso del yo. Si se deseara definir
esta narrativa de la emoción en un sistema codificado y normativo de
enunciación, hay que reconocer que esta terapéutica se ha podido formular en un
contexto de discontinuidad, en los entresijos sobre los placeres del espíritu y
en medio de la fragilidad de los sentimientos.
mas q re-Conocer el discurso emotivo
ResponderEliminares importante q Fijemos CURSO NACION
Por lo q t propongo sumemos fuerzas en un SOLO SENTIR
ORIENTADOR
para ello NACER
puedes hacer CAUSA COMUN CON LA ORACIÓN?