¿Qué es lo que
hace que para una persona exista lo verdadero y lo falso?
La filosofía que se plantea la
pregunta, entre otras muchas, por aquello que hace que exista y que pueda existir
lo que denomino verdadero y falso. La filosofía práctica,
además, se plantea la cuestión sobre cuáles son las mediaciones que
le permiten al sujeto tener acceso a su verdad. Intenta, entonces, determinar cuáles
son las condiciones y los límites de ese acceso que el
sujeto tiene a su verdad.
El conjunto de esta indagación filosófica,
en este caso particular, constituye la espiritualidad. La búsqueda, la
práctica, las diversas experiencias a través de las cuales las personas realizan
sobre sí mismas las transformaciones necesarias para
tener acceso a su verdad, esto es, a la ontología de su ser.
Esta espiritualidad conformada por búsquedas,
prácticas y experiencias entre las que se encuentran las purificaciones, la
ascesis, las renuncias, las conversiones de la mirada,
las modificaciones de la existencia, constituyen para el sujeto el recorrido y
el precio a pagar para tener acceso a su conocimiento.
Tres
características conforman la espiritualidad del sujeto. En primer término, el
conocimiento de sí mismo, es decir su verdad, no le es concedida al sujeto de
pleno derecho. Él debe transformarse a sí mismo en algo distinto a sí para
acceder a su verdad. En este aspecto, el ser propio del individuo
está en riesgo, ya que el precio de su verdad es la conversión
de él mismo. Ha de convertirse en otro.
Un segundo aspecto, es que el sujeto no
puede acceder a su verdad sin una conversión o sin una transformación de sí
mismo. Sin esta transformación le es negada su verdad. La cual se realiza a
través del impulso del eros, es decir, del amor; impulso de amor por el cual la
persona se ve a sí misma desgarrada de su ser. Por
medio de este impulso el individuo realiza sobre sí mismo la conversión de sí,
a fin de configurarse en un sujeto capaz de lograr su verdad mediante un
movimiento de ascesis, de liberación.
En último término, a través del acceso a
su verdad se produce en el sujeto un efecto de
retorno, esto es, de la verdad sobre el sujeto mismo. La verdad ilumina a la persona. El individuo se hace a si ser de sí
mismo, se constituye en su propia verdad. Retorna sobre sí mismo
transformándose en el individuo de su búsqueda, de su práctica, de su
experiencia, de su verdad.
Para esta espiritualidad de que hablamos, que
es un acto de conocimiento en sí y para sí mismo, no da acceso a la verdad si
no se está preparado, acompañado, realizado mediante una cierta transformación
de la persona; no de la exterioridad del individuo, sino del ser del sujeto
mismo. El conocimiento tiende a transferir al propio acto de conocimiento, las
condiciones, las formas y los efectos de la experiencia espiritual, es decir,
de la transformación del individuo.
La cuestión
filosófica de ¿cómo
tener acceso a mi verdad? En tanto práctica de la espiritualidad y en tanto
transformación necesaria del ser de la persona que le permita a ésta el acceso
a su verdad, constituyen dos cuestiones que pertenecen a la misma búsqueda, y
no pueden ser tratadas de un modo separado.
El
conocimiento y únicamente el conocimiento no es la única vía de acceso a mi
verdad. Necesito modificar y alterar el ser del sujeto que soy. A partir de este momento, yo,
el sujeto que soy, puedo ser capaz de llegar a mi verdad haciendo confluir en
mí las condiciones, las relaciones intrínsecas y extrínsecas del conocimiento y
de mi espiritualidad. Pues a través de esta doble práctica cuestiono la verdad,
la necesidad de la verdad, las relaciones instituidas
entre subjetividad y verdad, la verdad acumulada. Ahora, por el contrario, yo actúa sobre mi verdad,
pero asimismo mi verdad actúa sobre mí.
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