¿Cuánta voluntad de poder poseemos
para sobresalir con el desarrollo de nuestras fortalezas? ¿Tenemos claro
nuestro proyecto de vida? ¿Somos capaces de reírnos de nosotros mismos? Estas
preguntas las abordaremos desde la perspectiva de Nietzsche.
Para Nietzsche, las historias
sociales y personales son elaboraciones racionales de emociones apaciguadas. Por
ello es necesario integrar los aspectos racionales, emocionales y corporales
que nos conforman, hacer convivir a Apolo y Dionisio. El primero está regido
por la razón, la claridad y la decisión, el segundo por las emociones, los
impulsos y el gozo. Es reconocer los sentimientos y sus vínculos en nuestro
pensar-hacer. Cómo integrar y desarrollar la racionalidad y las emociones que
nos constituyen, es un desafío constante integrar la racionalidad de Apolo y la
afectividad de Dionisio.
Además, este mundo de acciones prácticas
que encaramos cotidianamente tiene relevancia y fuerza propia para vivirlo. Por
eso debemos entender que todo está en este vivir, y en el cual falta la plenitud
absoluta. Por eso nos desarrollamos como sujetos en medio de problemas y en
medio de incertidumbres construimos nuestras relaciones. Que este mundo es, a
la vez, un marco de restricción y competencias, y en él nos toca vivir.
Por tanto, debemos encarar
nuestro mundo con sus contradicciones y desplegar en él nuestro proyecto de
vida, sabiendo al mismo tiempo que nuestras elecciones requieren decisión,
fuerza de voluntad para sortear los obstáculos, resistir caídas y celebrar nuestros
éxitos. Al reconocer nuestro mundo hace que aparezca nuestra la voluntad de
poder, pues no bastan las buenas razones para iniciar nuestro proyecto o
conquistar nuestras metas; junto a éstas necesitamos nuestra voluntad de poder,
para buscar los recursos que necesitamos
para lograr lo que nos planteamos, construir las redes de ayuda necesarias,
tomar decisiones adecuadas y encarar los conflictos de manera favorable a
nuestro fin.
Ya que el mundo es, a la vez, posibilidad
y resistencia, horizonte y límite. En esto consiste la contradicción del mismo.
Muchas veces tenemos todos los argumentos racionales para actuar, pero éstos son
paralizantes; o no tenemos ninguna razón estructurada pero estamos dispuestos
para la acción. Esto quiere decir que nuestra pensar-hacer se mide por el poder
y las posibilidades de acción con que construimos nuestro proyecto de vivir.
En este accionar tenemos que
incluir el devenir, que excluye toda verdad absoluta e inmóvil, toda identidad
y no-contradicción. Ya que el devenir es parte esencial de nuestra realidad; esto
quiere decir que somos algo inacabado e indefinido; una mezcla de pasado, del
presente que estamos encarando y del futuro por realizar. Somos un siendo, un algo
que se está realizando.
Nuestro despliegue hacia ese
proyecto que estamos construyendo, hacia ese vivir que no podemos asegurar
plenamente, hacia ese horizonte que presenta riesgo porque es la aventura de
hacer es por medio de la acción. Con la cual generamos nuestra transformación, alcanzamos
nuestras metas y direccionamos nuestro vivir. La verdad de nuestro vivir está en
el hacer. Por tanto, filosofar está en realizar las acciones necesarias para conocernos,
transformarnos y llegar a ser.
Ahora bien, tenemos que tener
cuidado porque el exceso de razón nos convierte en sujetos serios y nos aleja del
buen humor. Nos tomamos tan en serio a nosotros mismos, a nuestras historias,
nuestros dolores, que no sabemos reírnos de nosotros mismos o hablar de
nosotros con soltura y desenfado. Debemos aprender a reírnos de nosotros
mismos, de nuestros pobres dolores, de nuestra pesada realidad, para, de esta
manera, estar mejor dispuestos a entrar en las zonas más profundas de nuestro
pensar-hacer.
Consultoría
y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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