El arte de gobernar, en su sentido externo e interno, tiene
muchas interrogantes, tomemos algunas: ¿Somos capaces de tomar decisiones que
no sean del agrado de todos? ¿Qué capacidad tenemos para liderar? ¿Cuál es
nuestra capacidad en el manejo de crisis? ¿Qué grado de autoridad tenemos en
nuestro entorno? Qué responderíamos a estas preguntas.
El primer aspecto del gobierno externo, no del gobierno de
sí mismo, tiene algo que ver con lo que llamamos empatía, esto es, que se
centra en la generación de vínculos afectivos con las demás: que lo quieran a
uno, que lo admiren, que lo sigan, como si el amor fuese la fuente que asegura
la autoridad. Pero esto no es del todo correcto, aunque sirve para manejar
muchas situaciones.
Gobernar se mide por la capacidad de manejar y enfrentar
crisis. Pues como dice el dicho gobernar en tiempos de paz y prosperidad es
asunto fácil, lo complicado es en momentos difíciles. Por esta razón, es que
nos debe interesar conocer cuál es nuestra capacidad para tomar decisiones que
no sean del agrado de todos, porque en los momentos de dificultad no puede
temblarnos la mano, ya que nos podría costar el gobierno.
La característica fundamental de los humanos es la
inestabilidad, somos seres cambiantes en nuestros deseos y preferencias, queremos
algo un día y otra cosa al siguiente; prometemos fidelidad en tiempos de
bonanza y rompemos la misma en momentos de escases; vivimos deseando múltiples cosas.
Por eso fundar el poder en esa volubilidad es un sin sentido, ya que no podemos
prever cuál será nuestro comportamiento. Por eso, Maquiavelo que sabía de estas
cosas, recomendaba fundar el gobierno en la “fuerza propia”, lo que él denominaba
«la virtú». ¿Qué es la fuerza propia?
La fuerza propia se compone de cuatro elementos: 1) Prudencia,
la más importante de las cuatro, es la capacidad de observar los riesgos y las
posibilidades cuando están emergiendo para tomar las acciones oportunas. 2) Potencialidades
propias, es decir, nuestras fortalezas y capacidades, para ejecutar acciones y tomar
decisiones que muestren nuestra autoridad y poder; nadie puede dudar quien gobierna.
3) Saber asociar, es la capacidad de generar coaliciones, acompañamientos,
apalancamientos, de generar apoyo para el ejercicio del gobierno; capacidad, porque
sin una buena coalición es imposible gobernar. 4) Dominio del relato, es la
construcción de un relato que aumente la lealtad y adhesión, que inhiba las
acciones que amenazan el gobierno; aunque este relato tiene la finalidad de
consolidar la confianza y el cariño está fundado en la autoridad.
Prudencia para prever y actuar en forma oportuna y adecuada;
potencialidades propias para ser reconocido como autoridad; saber asociar de
manera adecuada para consolidar el gobierno, y el dominio del relato con elemento
vinculante para procurar adhesión; son las cuatros características fundamentales
para ejercer el gobierno.
Todo gobierno necesita consolidarse y aumentar su poder,
para esto es necesario transformar la prudencia, las potencialidades propias,
el saber asociar y el dominio relato en mecanismos adecuados para el ejercicio
del poder y la resolución de problemas.
Con estos elementos podemos convivir y reducir las
tensiones, conformar un vivir reglado y ordenado que nos permita hablar pacíficamente;
hacer de la prudencia una institución para minimizar los roces que se presentan
diariamente, desarrollar nuestras potencialidades para disuadir a quienes se
nos quieren imponer y el relato lo conformaremos a partir de la identidad común
que nos une.
Por todo lo anterior, nuestro vivir requiere prácticas,
políticas y mecanismos para que las naturales tensiones que se presentan puedan
discutirse y llegar así a una solución; requiere de recursos propios de poder
que nos hagan respetables y escuchados, lo que nos da influencia social y
liderazgo, nos confiere identidad y unidad interior.
Consultoría
y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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