Marcar nuestro territorio es algo importante, sea éste
personal o de cualquier otro tipo. Por cuanto, nos definimos en nuestro
pensar-hacer. Marcar nuestro territorio es gustar del hogar, no me refiero al
hogar en su sentido familiar; sino a aquello que nos define a cada uno, aquello
que somos en nuestro hacer. Marcar, en este sentido, es establecer una
definición. Por tanto, para hacer tal cosa tenemos que definirnos a nosotros
mismos.
Al marcar nuestro territorio determinamos porque nos gusta
nuestro hacer, nos hacemos casa que
habitamos; y esto nos convierte en un sujeto visible. Ese territorio, que
llamamos casa es nuestro ser, es nuestro dominio con las fortalezas que
tengamos, en él somos el único dueño y señor. Es nuestro señorío y en
habitamos. Cada uno vive en el suyo. Si esto no es así, entonces vivimos una
vida inauténtica.
En este determinar nos convertimos o llegamos a ser el jefe
de lo que somos. A servirnos a nosotros mismos, a ser abiertamente obstinados y
hacer lo que nos place; provocamos nuestras esperanzas y aspiraciones al ser dueños
de ellas. Por amor a nosotros atendemos nuestras propias necesidades y deseos.
Por ello, cada cual debe marcar sus límites para vivir en paz.
En este amarnos nos interesa el cuidado y la protección que brindamos
a pensar-hacer, que nos brindamos a nosotros, a nuestro territorio. Tenemos que
tener en cuenta que nuestro territorio colinda con otros territorios, que
compartimos lugares comunes, es decir, que convivimos; por lo cual nuestro territorio
se extiende más allá de lo que penamos. Por lo tanto, no debemos sorprendernos
de esos largos paseos que intercambiamos con otras personas.
Tanto marcar el territorio como el amarnos nos hace que estemos
ligados a nosotros y a los otros, porque esto representa el centro de nuestro
universo de confort y el marco de nuestro bienestar. A partir de esto dos
elementos se desarrollan el cuidado y el conocernos a nosotros mismos.
Hay una relación directa entre la felicidad anímica, el
cuidado y el conocernos que se da a partir del marcar nuestro territorio. Pues,
ese territorio lo decoramos, lo embellecemos, mantenemos su limpieza, su orden.
Por eso deseamos pasar en nuestro estar e invitamos a otros a él, porque
percibimos un vínculo entre nuestro territorio y nuestro estado emocional. Hay
coherencia.
Esta coherencia es una acción refleja, una visualización de
nuestro bienestar y de la imagen que uno tiene de sí mismo. Entonces debemos
preguntarnos: ¿cómo nos sentimos en nuestro territorio? ¿Nos encontramos a
gusto y estamos cómodamente instalados en él? ¿Nos gusta compartir el mismo con
nuestros amigos? ¿Estamos orgullosos de él? ¿Hemos creado las condiciones para
nuestro placer?
Nuestro territorio refleja nuestro bienestar. Es nuestro
refugio, el lugar donde podemos descansar, tomar fuerzas y aislarnos del
ajetreo exterior. Por eso es nuestra casa, nuestro habitar. Ese territorio es
el centro de nuestra felicidad, por lo cual podemos extender nuestras fronteras
para ese territorio, nuestra zona de confort y de seguridad, al intercambiar
con otras personas.
Nuestro territorio tiene que ser confortable; tiene que ser un
lugar en el que podamos descansar, cuidarnos, centrarnos y recibir a las
personas que queramos. Por ello en él debemos cultivar la comodidad y la belleza
del mismo para sentirnos bien con nosotros y con los demás.
Referencias:
Blogger:
http://obeddelfin.blogspot.com/
Academia.edu: https://ucv.academia.edu/ObedDelf%C3%ADn
Twitter:
@obeddelfin
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