En estos últimos tiempos se ha puesto de moda, y porque se
ha puesto de moda, se le ha dado preeminencia al hecho de aprender a «decir no»,
como si «decir no» fuese más importante que «decir sí». El argumento deviene
del hecho de que a muchas personas les resulta más fácil «decir sí» por
sumisión, miedo… que «decir no».
Con eso lo que se busca es promover una actitud de
resistencia, una actitud de indocilidad ante la postura de sumisión. El «no» se
convierte en una acción para detener el abuso y el aprovechamiento de los demás
sobre uno. Eficaz o no, como toda acción puede dar resultado y si no es
reflexionada podría darlo a corto plazo. Tal vez, sería más eficaz indagar
sobre las causas que producen que uno tenga una actitud sumisa y dócil ante los
demás.
Es tan fundamental aprender a «decir no» como aprender a
«decir sí», porque cada respuesta depende de un contexto, de unas
circunstancias, y por supuesto de una disposición y una reflexión determinada. La
respuesta no depende de un apriori,
ni de una moda. La respuesta depende de un sujeto que se conoce a sí mismo o
no, y esto es lo más importante en último término.
Pretender inculcar una actitud de rebeldía no tiene sentido,
porque hay personas que no tienen esa disposición. Incluso imponer un «decir
no» es una imposición como cualquier otra. Aunque hay personas que no les gusta
que les digan lo que tienen que hacer, hay otras que sí. Hay personas que están
dispuestas y sin ningún problema a obedecer una orden, la cual no tiene que ser
dada de manera imperativa.
Decir que a los humanos no nos gusta recibir órdenes es mentira.
Las ordenes están presentes todos los días sea de manera directa o indirecta;
están en el trabajo, en la casa, en los códigos sociales del entorno en que nos
movemos. Esto es lo que se ha llamado el «contrato social» que nos permite interactuar
como sujetos sociales.
Nuestro aprendizaje está en función de las perspectivas que
tenemos del mundo en que actuamos. Unos son testarudos, otros no. Lo
importante, tal vez, sería mostrar el menú de opciones del cual podemos
disponer y que nosotros reflexionemos sobre nuestras circunstancias y lo qué
debemos hacer en éstas.
Decir no, decir sí, o decir quizás, tal vez, más tarde,
déjame pensarlo: depende de unas circunstancias y de un sujeto que en ellas
está. Por tanto, más que aprender a decir no, lo que es importante es la
reflexión ante la petición que se nos hace o que nos hacemos a nosotros mismos.
Porque todo mandato no proviene de afuera, muchos mandatos son propios, son
nuestros.
Lo que podríamos es preguntarnos: ¿Por qué se ha puesto de
moda o se ha convertido en importante decir no? Algo ha sucedido para que esta
negación se haya convertido en algo relevante. ¿Acaso nos hemos dado cuenta de
nuestro estado de alienados? ¿De que estamos en un afuera de nosotros? Sin
embargo, por ser una moda este apriori
del no posiblemente pase en el algún momento a un segundo plano, sin
importancia alguna.
Los gurús del «no» nos quieren imponer el no como si esto no
fuese un mandato, una orden. Lo que debemos hacer es analizar si las
necesidades de los demás nos incumben, si debemos seguir directrices que no
tienen nada que ver con nosotros o si los asuntos de los demás nos hacen vivir
en un estado de sumisión. Las respuestas que demos a esto será nuestra responsabilidad
y de ésta nos haremos cargo.
La facultad de «decir sí» puede ser una actitud, una
disposición personal a no negarse a hacer un favor. Y en eso no hay nada
reprochable. Lo reprochable no está en la persona que dice sí, sino en aquella
que se aprovecha de esa persona. No confundamos quién es el culpable. El
victimario es quien convierte al otro en victima. El jefe o el esposo, por
ejemplo, que se aprovecha o manipula al otro para su beneficio propio.
Lo que debemos fomentar es la capacidad de análisis de la toma
de decisiones para que atendamos analíticamente a lo que las personas son y
quieren, y atendamos a las circunstancias en que nos encontramos antes de
decidir. Para que, de esta manera, podamos proteger nuestra libertad de acción
y decisión.
Aprender la toma de decisiones es aprender a salvaguardar
nuestro vivir, nuestra capacidad para actuar; también es saber hacernos
respetar en un entorno que muchas veces se aprovecha de nuestras capacidades y
fortalezas.
Referencias:
Blogger:
http://obeddelfin.blogspot.com/
Academia.edu: https://ucv.academia.edu/ObedDelf%C3%ADn
Twitter:
@obeddelfin
No hay comentarios:
Publicar un comentario