Cuando nos toca cuidar a un enfermo quedan comprometidas varias
cosas de nuestro pensar-hacer. Quedan comprometidas, entre otras, nuestro
tiempo, nuestro estado de ánimo y nuestra actitud. Que no es decir poca cosa.
El tiempo. Al cuidar de un enfermo nuestro tiempo queda
comprometido, porque ese lapso que dedicábamos a nosotros solos ahora tenemos
que compartirlo en la atención de aquel. Pues, el enfermo en su estado es solo
un sujeto pasivo, un receptor de atención, él por los momentos no contribuye
con su hacer.
Nuestro tiempo está comprometido. Porque ya no es todo
nuestro, tenemos que dedicarlo a resolver lo que el otro no puede hacer por su
propia mano. Ahora tenemos un tiempo dividido en dos, por lo que éste es menor.
Por esa razón quien cuida a un enfermo no le alcanza el tiempo «para más nada»,
dice el cuidador.
Y no le puede alcanzar porque ahora tiene que dividir el
tiempo en dos. Lo mismo les pasa a las madres, tanto hijos tiene tanto debe
dividir su tiempo para emplearlo en cuidar de los hijos, poco queda para el
cuidado propio o queda una fracción más pequeña del tiempo original.
¿Qué podemos hacer? En el caso del tiempo, si están a la
mano otras personas la solución más adecuada es la cooperación. A menos que se
disponga del dinero suficiente para emplear un servicio de atención al enfermo.
Pero, por lo general, los recursos monetarios siempre están limitados.
Entonces, si se dispone de otras personas lo adecuado es trazar un plan de
acción para cuidar al enfermo. Si se está solo y no se dispone de nadie más hay
que «hacer de tripas corazón» y entender, como diría Ortega y Gasset, que cada
uno vive sus circunstancias.
Estado de ánimo. Si
el tiempo se tiene que dividir, el estado de ánimo se tiene que reorganizar. Y
esto es más complicado. Porque éste está conformado por nuestras diversas
emociones y compromete nuestra inteligencia emocional. Además, junto al estado
de ánimo debemos considerar nuestro carácter personal.
El enfermo y la enfermedad contienen en sí las emociones
básicas de la tristeza y el miedo. Y si
nosotros no poseemos una inteligencia emocional adecuada para esta situación,
ésta puede dar al traste con nuestro estado de ánimo. Ya que podemos hundirnos
en esas dos emociones y convertirnos en sujetos disfuncionales. Por lo tanto,
en este caso es necesario el gobierno de las emociones para preservar un estado
de ánimo adecuado a la situación que estamos viviendo.
En el caso de nuestro estado de ánimo hay factores psíquicos
más vulnerables, más comprometedores. Pues, al no contar con un estado de ánimo
adecuado para atender al enfermo, podemos terminar padeciendo dolencias
psíquicas de difícil retorno. Además, de problemas corporales.
¿Qué podemos hacer? Buscar ayuda. Podríamos decir buscar
ayuda especializada. Pero esto no es posible en la mayoría de los casos. Pues,
no sabemos a quién acudir o los recursos monetarios por ser limitados deben
dedicarse al enfermo. No obstante, las amistades y los conocidos son el
principal recurso de ayuda. ¿Por qué?
Porque cada familia, cada amistad, cada conocido tiene una
historia que contar y una experiencia práctica que compartir. Por otra parte,
como el conocimiento se ha divulgado a través de la radio, la televisión e internet
hay mucho conocimiento a la mano con respecto a cómo llevar una situación de
este tipo. Y éste es utilizable de manera pragmática, lo que tenemos que hacer
es evaluarlo para ver si es adecuado a nuestra situación y de allí elegir lo
que nos conviene.
Nuestra actitud. Pesa sobre nuestra actitud el estado de
ánimo y el carácter que tengamos. Si somos impacientes tendremos que abordar
esto de una manera adecuada, porque los enfermos requieren paciencia, que pocas
veces tenemos. Nuestra actitud para con nosotros y los otros debe ser pensada,
analizada para ver cómo la afrontamos en esta circunstancia.
La enfermedad siempre es algo que nos toma por sorpresa. No
estamos preparados para asumir al enfermo, porque tenemos planes que realizar,
y éstos se pueden ver interrumpidos o pospuestos abruptamente por el estado del
enfermo. Muchas veces, cuando nuestros planes quedan alterados buscamos una
solución para nosotros y no para el enfermo, y esto genera un conflicto. Lo cuál
nos pide interrogarnos sobre ¿cuál es nuestra actitud ante esta situación?
Que se trastoquen nuestros planes influye sobre nuestra
actitud, pues no somos invulnerables a los imprevistos. En este caso, debemos
que tener una actitud realista y atenta enfocada en los acontecimientos que se
están sucediendo. Por lo general, la gente tiende ha decir hay que tener una
actitud positiva. Pero ¿qué quiere decir tal cosa? ¿Qué es tal cosa? Esto lo
que quiere decir es que seamos optimistas. Sin embargo, más que ser optimistas
debemos ser analíticos y realistas, para comprender lo que estamos viviendo
nosotros y el enfermo.
¿Qué podemos hacer? Que nuestra actitud queda comprometida
al cuidar de un enfermo es un hecho cierto. Por eso la atención que debemos prestarnos
a nosotros mismos es importante, esto es, el conocernos a nosotros mismos para
así también saber cuidar de nosotros.
Actualmente hay mucha autoayuda en el mercado. La mayoría
tiene una concepción triunfalista y optimista ilimitada, que hace que todo sea posible
de alcanzar. Por eso mismo, tales concepciones son engañosas y hay que tener
cuidado con sus predicamentos.
Por el contario, las concepciones estoicas y epicúreas nos
permiten asumir la vida con entereza, templanza y serenidad. Pues, éstas son realistas y sinceras; nos hacen asumir una
actitud adecuada ante las circunstancias para afrontar la rudeza del mismo. En
éstas no hay cabida para las vanas esperanzas ni para los engaños. Pues, la
vida se nos presenta de una manera y nosotros estamos en ella resolver lo que
nos cae en cuenta.
Referencias:
Blogger:
http://obeddelfin.blogspot.com/
Academia.edu: https://ucv.academia.edu/ObedDelf%C3%ADn
Twitter:
@obeddelfin
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