Nuestras posibilidades existen o están ahí porque las
creamos a merced de los haceres en que invertimos cada día; si empleamos estos
haceres es porque necesitamos esas ocurrencias que son parte de nuestras necesidades cotidianas.
La verdad de nuestras necesidades y posibilidades es que
éstas son encontradas por nosotros en nuestro hacer. Originariamente las
encontramos y luego las pensamos, o las reencontramos por medio de otros que nos
trasmiten sus esfuerzos.
Si hemos encontrado tales posibilidades es que las hemos buscado y si las buscamos es que hemos tenido
necesidad de ellas, sea por el por un u otro motivo. Lo cierto es que no
podemos prescindir de ellas. De allí, que cuando no las encontramos nos consideramos fracasados
en nuestras vidas. Por el contrario, su encontramos lo que hemos buscado, se
hace evidente que hemos encontrado aquello que es adecuado a esa necesidad que hemos
sentido.
Esto que parece un trabalenguas es importante comprenderlo. Pues,
decimos que hemos encontrado una posibilidad cuando hemos hallado algo que
satisface una nuestra necesidad intelectual, emocional, financiera, corporal,
espiritual, que previamente la hemos sentido en falta.
Si no nos sentimos necesitados de esa posibilidad ésta no
será para nosotros una verdad. La posibilidad es, por lo pronto, aquello que aquieta
una inquietud, una necesidad en nuestro vivir. Sin esta inquietud no cabe aquel
aquietamiento, como dice Ortega y Gasset. Decimos que hemos encontrado una
posibilidad cuando hallamos algo que nos sirve para abrir un hacer que es hasta
el momento una necesidad.
Nuestra búsqueda se aquieta en el preciso momento que hallamos
esa posibilidad. Necesidad y posibilidad están en función una de otra. Una posibilidad
existe propiamente cuando existe una necesidad que satisfacer. En este sentido,
una posibilidad solo es tal para quien la busca afanosamente, en fin, la posibilidad
es posibilidad solo para quien la necesita.
Para quien no necesita la posibilidad, para quien no la
busca, la posibilidad es una serie de palabras o, si queremos, es un o varios
sucesos que carecen de sentido para nosotros. Para comprender algo como una
posibilidad no hace falta tener talento ni poseer grande sabiduría, lo que nos
hace falta es esa condición elemental y fundamental de lo que nos hace falta,
de lo que nos es necesario.
Hay distintas formas de necesidad, por ejemplo, si alguien nos
obliga a hacer algo lo haremos necesariamente; sin embargo, la necesidad de
este hacer no es nuestro, no ha surgido en nosotros sino que nos ha sido
impuesto desde fuera. Por el contrario, si sentimos la necesidad de pasear y
esta necesidad es nuestra porque brota en nosotros, entonces la sentimos como
necesidad nuestra.
Si vamos al médico y éste nos exhorta a ejercitarnos,
podemos decir que el médico nos obliga a seguir una cierta ruta, nos encontramos
con otra necesidad; que no es nuestra sino que nos viene impuesta del exterior
(médico), ante esta imposición lo hacemos es convencernos por reflexión de sus
ventajas y, en vista de ello, la aceptamos.
Ahora bien, aceptar una necesidad, reconocerla no es
sentirla, me refiero a sentirla inmediatamente como una necesidad nuestra, es
más bien la necesidad de la cosa (el ejercicio físico) que de ella me llega, pero
es extraña a nosotros.
A esta necesidad, la del ejemplo del médico, Ortega y Gasset
la denomina «necesidad mediata o exterior». A la necesidad que nace de nosotros
(el ejemplo de pasear) la llama «necesidad inmediata o interior», que sentimos
como nuestra y como tal es en nosotros una necesidad auténtica.
Esto quiere decir, que por lo menos, nos movemos en el mundo
por medio de tres necesidades, a saber: la obligada, la mediata y la inmediata.
Estas condicionan nuestro pensar-hacer. Considero que la mayoría de las veces
actuamos debido a las necesidades exteriores o mediatas, por ejemplo, como todo
viviente necesitamos comer para vivir.
Ahora bien, cuando nos vemos obligados a aceptar una
necesidad externa o mediata, nos encontramos por lo general en una situación
equívoca y bivalente, porque esto significa aceptar una necesidad que no es
nuestra. Tenemos, queramos o no, que comportarnos como si fuese nuestra. Y
aunque pongamos toda nuestra buena voluntad para lograr sentirla como nuestra,
es posible que no lo logremos. De acá viene las decepciones, las saturaciones
en el vivir cotidiano.
En menor medida hacemos en el mundo con las necesidades íntimas,
auténticas e inmediatas. Aunque estas necesidades son menos, son las que
determinan nuestro pensar-hacer auténtico, nuestra actitud íntima. De allí que
debemos cultivar e incentivar las producción de este tipo de necesidades y
equilibrarlas si es posible con las mediatas. Pues, de éstas nacen las
posibilidades auténticas e íntimas que satisfacen nuestro yo.
Referencias:
Blogger: http://obeddelfin.blogspot.com/
Wordpress: https://coasfiobeddelfinblog.wordpress.com/
Twitter: @obeddelfin
No hay comentarios:
Publicar un comentario