Ante una nueva situación o circunstancia todos oponemos
resistencia a la misma. Es un mecanismo básico de sobrevivencia. Si estamos
acostumbrados hay ir a un lugar por una
calle determinada oponemos resistencia si alguien nos propone ir por otra
calle; o si estamos acostumbrados a comprar un producto determinado cambiar de
marca nos resulta un tanto molesto.
Esto es lo que muchos «gurús» insisten acerca del miedo al
cambio empeñados, ciegamente, en predicar el cambio teniendo la desfachatez de
invocar al viejo Heráclito para fundamentar su discurso. El cambio, en primer
lugar, debe ser analizado para saber si es adecuado o no en función de unas
metas o de un proyecto de vida. Si nos gusta caminar por tal calle —camino más
largo— porque allí existen unos bellos arboles y disfrutamos de ellos ¿por qué
voy a cambiar tal calle por un camino más corto y sin arboles que contemplar?
Si en ese paseo lo que predomina es el placer de la contemplación.
Aunque nos resistimos a una situación nueva si la misma se
impone terminamos adaptándonos a ella. Creo que esta es la única forma de
entender que ante las desgracias que se suceden en el mundo, pueblos e
individuos pueden sobrevivir. Hay un dicho que señala que «el gato siempre cae
de píe», se refiere el mismo a que éste sabe adaptarse a la situación.
Lo mismo, para bien o para mal, hacemos los individuos. En
muchos casos nos adaptamos rápidamente; lo podemos hacer reflexivamente o
llevados por la realidad. De manera reflexiva, evaluamos la situación, los pros
y contras, si hay más beneficios o no. O sencillamente nos damos cuenta que la
realidad es superior a nosotros. Esto no es un abdicar de lo que pensamos, sino
es un reconocer que lo externo es mayor que nosotros.
Cuando nos damos cuenta que lo externo nos supera tenemos
que generar opciones para nosotros. Ver los entresijos en que podemos desplegar
nuestra personalidad, nuestro pensar-hacer. No nos entregamos, nos adaptamos.
Esto son dos cosas diferentes. No hay resignación ante una situación adversa,
sino la búsqueda de poder salir de ella lo más indemne posible. Nuestro hacer
busca la mejor manera de realizarse.
Esta capacidad de adaptarnos nos impide quedar bloqueados,
desarrollamos el poder saltar los obstáculos que nos impiden alcanzar las metas propuestas.
Lo más probables es que tengamos que modificar nuestras metas, los plazos
trazados, las vías por donde queríamos alcanzarlas. En este sentido, nada cambia
cuando, en realidad, todo ha cambiado. Y nosotros no tenemos la potestad de
esos cambios que se nos vienen encima.
Debemos estar atentos y observar nuestra capacidad de
adaptación; debemos dedicar tiempo a ver cómo nos las apañamos, efectivamente,
ante las diversas circunstancias. Incluso podríamos hacer ejercicios para
aprender a ver nuestro comportamiento ante diversas situaciones (simulacros).
Así podemos aprender a implementar las tácticas de la adaptación.
Podemos incluso, en algún momento, dejar de pasear por
nuestra calle preferido e ir por otra sola para explorar y ver que cosas
diferentes presentan estas otras calles. Lo que hacemos es adaptar nuevas
técnicas, nuevas formas de observar. Actuamos de otra manera para ver si lo
podemos hacer.
Lo que no podemos hacer es asumir esa actitud inflexible,
una actitud terca porque sí. Por ejemplo decirnos: «Así lo he hecho siempre y
así lo seguiré haciendo», esto en verdad es una tontería. Negamos la
experimentación, negamos la posibilidad de ver si lo podemos hacer de otra
manera. Y no estoy pensando en hacer grandes cosas, sino cosas muy sencillas.
Por ejemplo, si somos derechos intentar cepillar los dientes con nuestra mano
izquierda, seria un juego. Pero como todo juego nos permitirá ver que podemos
hacer y estar en riesgo ninguno.
Desarrollar nuestra capacidad de adaptación y la comprensión
de la misma, nos facilitará vivir como deseamos o, por lo menos, cuando los
avatares nos superen vivir con dignidad. Tenemos que ser capaces de atender a
la vida de esta manera adaptativa; no hablo una adaptación fútil e innecesaria
sino con un fin bien determinado. Que nos permita plantearnos metas o conseguir
las metas propuestas cuando las condiciones externas nos sean contrarias.
Es desplegar nuestra capacidad de adaptación física y mental
ante un nuevo hábitat y nuevas condiciones de vida. Los migrantes, por ejemplo,
se ven forzados a asumir un proceso de adaptación; en algunos casos son muy
violentos cuando la migración es forzada repentinamente. Sin embargo, toda
migración conlleva en sí misma la adaptación.
Toda adaptación es la exploración de un entorno nuevo,
personal o físico. Debemos desarrollar esa capacidad para interactuar en nuevas
situaciones, para algunos es más fácil. Aunque no nos guste cambiar nuestras costumbres
y estilo de vida, debemos ser capaces de hacer todo lo posible para reconstruir
nuestra burbuja de bienestar llena de placenteras costumbres y esto es posible
con el aprendizaje de la adaptación.
Nuestra capacidad de adaptación refleja el desarrollo de
nuestra inteligencia racional y emocional de nuestro pensar-hacer. Nuestra
capacidad de adaptación refleja nuestro amor por la vida, de nuestro amor por
nosotros mismo. De allí su importancia.
Referencias:
Blogger:
http://obeddelfin.blogspot.com/
Wordpress:
https://coasfiobeddelfinblog.wordpress.com/
Academia.edu: https://ucv.academia.edu/ObedDelf%C3%ADn
Twitter:
@obeddelfin
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