“Un problema bien
planteado es un problema resuelto”, dice Bergson.
Para la toma
de decisiones es importante conocer los procesos que intervienen en ésta.
Asimismo, es relevante conocer los diferentes escenarios en que este proceso
ocurre. Los factores que inciden y la aplicación de las estrategias para la
realización de la decisión. Esto nos dará una perspectiva adecuada de lo que
podemos hacer cuando estemos involucrados en el proceso de toma de decisión.
La toma de decisiones implica que podemos hacer que
algo suceda a partir de nuestro pensar-hacer. Siempre tomamos decisiones, es un
proceso que llevábamos a cabo en cualquier actividad, en cualquier situación o
problema. Pueden decisiones simples, por ejemplo, que cocinar para el almuerzo,
o complejas.
Cuando tomamos decisiones nos caracterizamos porque
guiamos los eventos y las acciones hacia un fin que deseamos, en este
sentido, no dejamos que las cosas
ocurran por azar.
Tomar
una decisión es algo que hacemos con nuestro pensar-hacer atento y alerta, no
es un hábito mecánico e intuitivo; de allí que somos conscientes de lo que
decidimos. Por tanto, cada experiencia o cada decisión es algo diferente. La
mayoría de las decisiones no son definitorias, es decir, no acaban en sí. Por
esta razón, las decisiones son un eslabonamiento serial, una conlleva a otra.
Decidimos algo y luego ésta nos lleva a otra, encadenamos decisiones.
Todos
sabemos, por experiencia, que tomar una decisión es hacer una escogencia, una
selección de entre diferentes alternativas. El pantalón azul y no el verde. En
este sentido, toda decisión contiene en sí ciertas insatisfacciones y conflictos;
los cuales son minimizados por los beneficios que optemos por la decisión más
adecuada y de mayor rentabilidad, no necesariamente financiera.
Hablamos
antes de que la toma de decisiones es un proceso ¿cuál es el mismo? Tal proceso
está conformado por varios pasos, los mismos son: Primero, conocer y reconocer
el problema. Debemos ser conscientes (reconocer) que existe un problema; que algo
tiene que ser cambiado para mejorar la situación actual. Reconocer el problema,
no implica que conocemos el problema.
Podemos
reconocer que algo va mal, por ejemplo, nuestro vehículo anda sin fuerza, algo
le suena o no enciende. Somos conscientes que existe un problema, pero no
conocemos cuál es el problema. Buscamos un mecánico para que éste nos diga qué
tiene el vehículo, en qué consiste la falla. A partir de este conocer tomamos
las decisiones pertinentes. Así pasa con los problemas personales o
interpersonales, podemos reconocer la existencia de un problema; pero no
conocer qué es el problema.
El
segundo aspecto, es analizar el problema: Podemos subdividir el análisis si es
un problema muy grande o complejo. El fin del análisis es saber cuál es la
causa que genera el problema. Sigo con el ejemplo del vehículo, la causa de la
falla puede ser una parte del sistema eléctrico, digamos unos cables
defectuosos o un componente eléctrico dañado. La causa del problema es algo
específico, casi nunca es algo difuso.
El
tercer aspecto, es la consideración de nuestras metas. Porque toda decisión la
hacemos en función de unas metas que deseamos alcanzar. En este sentido, la
decisión está influenciada por la meta que queremos lograr. Por ejemplo, que el
vehículo esté en buenas condiciones para poder ir al trabajo sin tomar el
transporte público. Es un asunto de rentabilidad y beneficios; lo que es
importante para nosotros.
Esto
quiere decir, que debemos ser conscientes de nuestras metas, de lo que queremos
para nosotros; saber cuáles son nuestras prioridades, pues éstas nos ayudan a
ver más claramente lo que realmente deseamos. Las decisiones al estar influidas
por nuestras metas y prioridades son puestas en acción; pues son las que nos convienen
y las que deseamos. Esto último determina el hecho que las realicemos o no, al
ser algo que motiva nuestro yo o ego.
El
cuarto elemento, es la búsqueda de la mejor alternativa de decisión. Para la
toma de decisión buscamos la mejor alternativas, la más adecuada y beneficiosa.
En esa búsqueda también hacemos la evaluación de las mismas, de allí que
escogemos. Es importante invertir tiempo y criterios en buscar la mejor
alternativa de solución.
En
quinto término, debemos analizar los recursos que poseemos y los que requieren la
toma de decisión o la alternativa seleccionada. Esto es trabajar con «los pies
puestos sobre la tierra», para no crearnos expectativas que no podemos
realizar. Por ejemplo, necesitamos un vehículo para transportarnos, decidimos
por un BMW; sin embargo, nuestros recursos alcanzan para una bicicleta. El mero
deseo no basta. Tal vez la decisión era inclinarnos por la mejor bicicleta del
mercado.
Como
señalamos antes la decisión que tomemos tiene que estar determinada por unas
metas y prioridades. Puestas éstas serán el motor que nos impulse a realizarlas
o llevar a cabo la toma de decisión. Es importante convertir la decisión en una
acción productiva. Una decisión sin acción es un mero ejercicio intelectual.
Por ello, es importante implementar la decisión que tomemos.
Por
último, después de realizar el proceso de toma de decisión y la puesta en
acción de la misma, es necesario realizar la evaluación de los resultados, para
determinar la efectividad de éstos, de la decisión y de la puesta en acción.
Para saber si cada proceso ha sido acertado y adecuado. Esto permite conocer si
hemos sido exitosos en este proceso, si debemos mejorar, cambiar cosas. Este un
proceso dinámico, pues las situaciones y los actores cambian.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
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