Día a día a todos nos mueven las urgencias cotidianas y
vivimos preocupándonos por éstas. Aunque lo pensamos y muchas veces lo decimos
en voz alta, no tenemos el valor de vivir sin tales preocupaciones o
desentendernos de ellas.
En medios de esas inquietudes anisamos la libertad. No sabes
para qué, pero la ansiamos igualmente. Todos anhelamos y soñamos con ser
libres, con tener libertad. Quién es aquel que no sueña con ella, que ésta sea
nuestro principal logro o meta.
Pensamos en ser libres para ir y venir a nuestro antojo; ser
libres para hacer únicamente lo que a nosotros nos guste y queramos hacer; ser libres
para actuar y movernos a como decidamos; ser libres para desear y
encapricharnos con lo que queramos. Incluso ser libres para pensar. Todos
hablamos y soñamos con el anhelo de ser libre. ¿Cuántos hacemos algo por ser
libre?
Junto a este deseo de ser libres, todos acumulamos
obstáculos para llegar a serlo. Y muy a
menudo nos encadenamos a preocupaciones, a tareas, a otras personas mediante
compromisos sin sentidos. Contrarios a ese deseo del que tanto hablamos y
soñamos, en esto somos contradictorios. Queremos una cosa, pero hacemos lo
contrario.
Nosotros mismos nos obligamos a trabajar en cosas que nos
desagradan, o estamos junto a personas con quienes no queremos estar. Adquirimos
objetos banales que después no sabemos cómo deshacernos de ellos, lo mismo hacemos
con nuestras relaciones interpersonales. Nos enredamos a personas tóxicas y nos
forzamos a aguantarlas. Convertimos nuestras costumbres en obligaciones.
Actuamos en contra de nuestro mayor sueño.
¿Por qué esta contradicción tan flagrante? Tal vez, sea hora
de pensar sobre esto. ¿Qué nos encadena a esas cadenas que nos autoimponemos?
¿Por qué no nos quedamos solo con aquello que en verdad nos gusta? O es que no sabemos qué es lo que nos gusta
en verdad. ¿Por qué no mantenemos las relaciones que nos satisfagan? O ¿por qué
no realizamos únicamente las actividades o trabajos que nos apasionan? ¿Por qué
las circunstancias externas se imponen sobre nosotros?
Tal vez, debamos comenzar por hacer una buena limpieza en
nuestra vida. Una limpieza que se fundamente en una reflexión sincera y no en
una receta. Tal vez, debemos tomar nuestras propias decisiones, hacer lo que nos
apetezca. ¿Sabemos, realmente, lo que nos apetece? O ¿Es que quizás en lo más
profundo no queremos ser libre?
Soñamos con ser libres. No obstante, no nos decidimos a serlo.
Libres para tener lo que deseamos, para ser lo que queremos y para vivir como
nos dé la gana en cada momento. Tal vez, somos más cobardes de lo que
imaginamos. Tal vez, solo somos una fachada, pero en el fondo somos unos indecisos,
unos timoratos para con nosotros mismos.
Lo constante en nosotros es que anhelamos ser libres, no que
realicemos tal anhelo. Tal vez, ser libre no sea lo más importante para
nosotros sino que vivimos engañándonos con ese sueño. Nos escudamos en ese
sueño que no realizamos, para no confesarnos que queremos vivir en una jaula,
que nos sentimos bien con las cadenas que nos autoimponemos. Lo demás es jugar
a ser libres.
Si ser libres fuese realmente importante para nosotros lo
llegaríamos a ser. Nos avocaríamos a serlo, pero evadimos ser libres. Y las
justificaciones abundan. Por eso, en nuestra vida relegamos el ideal de ser
libres a simplemente decisiones, por ejemplo, ir en vacaciones a la playa o a
la montaña. Eso es ser libres, eso es tener un calendario.
Tal vez, nos falta valentía, templanza. Una de esas virtudes
capitales que enunciaba Aristóteles para ser nosotros mismos. O quizás no
sabemos vivir. No nos conocemos a nosotros mismos y nos sabemos en realidad lo
que queremos. Por eso vivimos de un mero sueño.
También debemos aceptar que a los humanos nos gusta vivir
ajetreados, imponernos obligaciones, tareas. Eso es parte de esa naturaleza
humana. Siempre buscamos hacer algo, ocuparnos. Vivimos más ocupados por cosas
ajenas que libres de hacer lo que decidamos.
Quién sabe si por eso ser libres sea más un sueño que un
proyecto a realizar, una mera ensoñación más que un pensar-hacer efectivo. O
somos indecisos o nos gusta encadenarnos. De todas maneras, soñar con ser
libres puede llegar a ser una realidad, cuando decidamos serlo.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
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