Desde
hace mucho tiempo tratamos de entendernos, de encontrar nuestras fortalezas,
nuestra actitud y virtudes. Buscamos entender nuestras costumbres y nuestras pequeñas
manías, a través de una especie de ritual mágico para vivir en paz y ser
felices.
Todo
lo anterior lo buscamos para aplicarlo de manera natural y con muchos recursos
en nuestra vida cotidiana, sea en lo personal o profesional. Deseamos, sin
saberlo, practicar una filosofía vital y hedonista que podemos resumir en:
comer, jugar, dormir, preocuparnos por su comodidad y hacer solo lo que nos
gusta.
Aunque
haya mucho más por descubrir. Ese es un estilo de vida, pensamos, que nos
permitirá vivir sin estrés; pues siempre pretendemos alcanzar nuestro
bienestar. Ahora bien, si imitamos esa forma de vivir o de actuar, tal vez se
abrirá ante nosotros otra perspectiva de vida, otra visión del mundo, así como
una comprensión diferente de nosotros mismos.
Para
alcanzar eso debemos comenzar por alguna parte. Tal vez debiésemos comenzar por
la libertad. Casi todos soñamos con ella, que ésta sea el motor de nuestra
vida. Ser libres. No sabemos para qué, pero queremos ser libres. Ni siquiera
sabemos que es la libertad, pero la anhelamos.
Tal
vez, ser libres para ir y venir; ser libres para hacer lo que nos gusta; ser libre
para actuar, desear y encapricharnos con lo que queramos. Ser libres para pensar-hacer-sentir.
Tenemos que tener en cuenta que no poseemos una libertad absoluta, entender que
toda nuestra libertad es una libertad mediada. Comprender esto es importante.
En
medio de ese sueño y anhelo, contradictoriamente, siempre tendemos a acumular
obstáculos. Y, muy menudo, nos esclavizamos a nosotros mismos o buscamos quien
nos esclavice. Sea mediante préstamos bancarios o compras que nos obligan a trabajar cada vez más. Por
lo general, nos esclavizamos por objetos banales que los hacemos valiosos o por
costumbres convertidas en obligaciones. O nos relacionamos con gente tóxica con
las cuales convivimos y nos forzamos a aguantar.
Tal vez,
sea el momento de hacer una reinicio —un «restart»— en nuestra vida, para ver
si comenzamos a funcionar un poco mejor. Debemos probar quedarnos solo con lo
que nos gusta; mantener solo las relaciones que nos satisfacen y agradan;
realizar únicamente las actividades o trabajos que nos apasionan. Y olvidarnos
de todo lo demás. Claro no olvidemos que somos seres responsables y ya estamos
comprometidos con ciertas cosas. Pero, estas cosas podemos hacerlas de otra
manera.
Por
ejemplo, tomemos nuestras propias decisiones, no que otro nos las imponga. Hacer las cosas como nos apetezcan, a lo
mejor en la familia no hemos hecho las cosas de la manera que nos hubiese gustado
hacerlas; ser más liberales, darle rienda suelta a los juegos o pones más
carácter. Hace años, una amiga me contaba que en su casa los domingos siempre
la madre servía la misma comida en un matrimonio de 25 años; sin embargo, un
domingo cualquiera el padre dijo «no quiero, no me gusta y nunca me ha gustado
esta comida». El padre ese día hizo un reinicio y todo siguió adelante un poco
más felices.
La
libertad no es un sueño. La libertad es una decisión, como muchas otras. Sin
embargo, ésta compromete toda nuestra responsabilidad. Cuando decidimos ser
libre para tener lo que deseamos; para ser lo que queremos ser y para vivir
cada momento. Estamos muy comprometidos con nosotros y con los demás.
La
libertad es muy importante. Se trata como de una segunda naturaleza y por eso es
importante. En nuestra vida, a menudo, relegamos la idea de libertad a un simplemente
a «poder elegir» cuándo y para dónde nos vamos de vacaciones de acuerdo a un calendario.
Confundimos libertad con esa posibilidad de elegir.
Para
vivir libre hay que aprender que es la libertad. No es como dice el adolescente
soy libre, mientras le hace la vida imposible a la familia. Eso no es ser
libre, eso es entorpecer otras vidas. Nuestra libertad no tiene que dañar a
nadie, ni afectar la vida de otras personas. Porque nuestro bienestar depende,
también, de muchos otros.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
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