A veces la intuición es acertada, mas no siempre es así.
Incluso, la razón falla. Para superar la intuición y a la razón como hecho
falibles es necesario comprender qué es el proceso de razonar. Sin embargo,
muchas veces, no podemos ir más allá de algo que no conocemos, por eso debemos
preguntar ¿qué es eso? Está no es una pregunta ni operativa ni causal. Es
sustancial.
Para ello, debemos comprender el significado de nuestro
razonar. Cómo razonamos, cómo ahonda en
nuestras búsquedas; no podemos saltar más allá de nuestro pensar-sentir. Esto
no significa que debemos poseer un cerebro muy perspicaz, o que seamos grandes
estudiosos o gente erudita. Para buscar a lo que es, lo que hace falta es
honestidad de pensar, de claridad, deseo de ser receptivo y no temer lo que
podamos encontrar sea en el exterior o en nuestra interioridad.
Debemos tener claro que no existe barrera entre lo íntimo y
lo externo. Lo íntimo es lo externo y éste es aquel. Puede ser que no estén
integrados, y esa es parte de nuestra contradicción personal y social. Ahora
bien, para que se produzca esta integración, debe haber comprensión que son una
unidad, y así debemos entenderlo en nuestro proceso de pensar-sentir-hacer.
Esto último no es una secuencia lógica, ni procedimental.
Nuestro pensamiento es resultado del pasado, del presente y
del futuro posible. En estos tres momentos se basa nuestro pensar. Es un
proceso de vivencia, de definición y de registro. Esto lo hacemos a cada
instante, aunque no almacenamos todo, pues muchas cosas se borran. Hay cosas a
las cuales nombramos y así la reconocemos. Al niño que recién comienza hablar
le enseñamos como se llaman las cosas, así aprendemos como se llaman, no lo que
son. Aunque, por lo general, confundimos como se llama algo con lo que ella es.
Este error es muy común. Y lo hacemos muy seguido. Si
nombramos algo creemos conocerla. De este modo, creemos haber experimentado una
cosa por el hecho de nombrarla. Por ejemplo, la pasión amorosa por haber
nombrado el amor. Creemos que comprendemos algo por nombrarla. Damos nombre a
algo para reconocerlo, como esto y no lo otro. Sin embargo, esto no es
comprender, no es tener la vivencia de una cosa. Es más fácil dar un nombre que
saber qué es.
Este proceso de nombrar, no es la vivencia. Es, por el
contrario, contacto, sensación, deseo, conciencia e identificación, este proceso
que incluye el nombrar lo consideramos experiencia y conciencia. Y así lo
captamos. No obstante, debemos preguntarnos ¿cuál es la función de nuestro
pensar?
Usamos nuestro pensamiento cuando queremos regresar a nuestra
casa, pensamos cómo podemos llegar a nuestra casa. Si hacemos el mismo
recorrido de todos los días, lo más probable es que usemos un pensamiento
mecánico, automático, ya aprendido. Si queremos hacer un recorrido nuevo,
desconocido usaremos otro tipo de pensamiento, tal vez, exploratorio.
¿Cómo funciona nuestro pensamiento? Por ejemplo, cuando nos
protegemos a nosotros mismos, cuando buscamos seguridad económica, social o
psicológica. Debe funcionar diferente en y para cada situación. Ya que allí hay
un pensamiento que funciona bajo el instinto de autoprotección. No estoy
pensando en procesos neurofisiológicos del cerebro, sino como configuramos
nuestro modo de pensar-hacer-sentir.
Cuando somos bondadosos con alguien, cuando amamos a alguien
o cuando utilizamos a alguien para conseguir un fin, acá se dan procesos de
pensar-sentir distintos. Cada proceso de nuestro pensar surge cuando nos
enfrentamos a situaciones. Cuando hay temor, cuando existe el deseo de poseer,
cuando hay conflicto, pensamos de manera diferente. Porque hay involucrados
asuntos diferentes.
Nuestro proceso de pensamiento nace ante situaciones,
entonces nuestro ego, nuestro yo, debe dar una respuesta. Pues el pensar tiene
que ver con nosotros, y nosotros somos ese ego o yo que somos. Y actuamos por
éste. Cuando todo marcha bien y no tenemos problemas no atendemos a nuestro
pensar. Algo así a como cuando no tenemos problemas económicos no estamos
pendiente de nuestra cuenta bancaria.
Ahora bien, cuando se presenta algún conflicto en nuestro
pensar-hacer inmediatamente buscamos cómo podemos solucionar el mismo. Buscamos
pensar y ver cómo lo solucionamos. Para esto debemos pensar. Entonces, pensar
es un solucionar problemas, pensamos para solucionar problemas; o mejor dicho,
necesitamos de un pensar capaz de solucionar algo. Que es un pensar diferente.
No es un mecánico ni automático.
Si comprendemos que el proceso de pensar admite y no puede
excluir el yo, esto adquiere importancia; pues el yo es importante. Pensar y el
yo desempeñan un papel muy importante en nuestra vida; porque nosotros, de una forma u otra, nos preocupamos por nosotros
mismos. Todos buscamos cómo protegernos, cómo ganar, cómo llegar, cómo lograr
algo, cómo hacernos mejores, cómo tener esta o aquella virtud, cómo desechar,
cómo negar, cómo admitir, cómo hallar lo que buscamos. De esta manera,
reconocemos cuán interesados estamos en nosotros mismos.
Somos el proceso de nuestro pensar, no estamos separados de
éste. Saber que estamos interesados en nosotros mismos necesita, en la
tradición filosófica, conocernos a nosotros mismos. Porque no puede ser un
intereses inmoral, fatuo o trivial. O simplemente un hedonismo sibarítico. Debe
ser un interés serio y ético, no volátil y fácil.
Cuando surge el impulso de ser más o ser menos, de ser adecuados
o inadecuados; entonces aparece el proceso de interesarnos y conocernos a
nosotros mismos. El proceso de pensar aparece cuando existe el interés por
nosotros mismos, o cuando queremos eludirnos a nosotros mismos de forma
consciente o no. Acá empieza el proceso de pensar.
Si comprendemos que somos lo que somos, en el sentido sartreano de que lo importante es “lo que
hacemos con lo que han hecho de nosotros”. Allí nuestro pensar aparece. Interviene
un proceso reflexivo, pues para llegar a ser algo tenemos que agudizar
nuestro pensar.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
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