El aburrimiento cuando se convierte en nuestra cotidianidad es una amenaza
que atenta nuestro bienestar, porque es la cara opuesta de nuestro estar a
gusto, a placer. Cuando estamos a gusto nos sentimos alegres, reímos, cantamos,
bailamos hablamos y mostramos una actitud de bienestar o de estar a gusto con
nosotros mismos. Con el aburrimiento sucede todo lo contrario, la vida se
convierte en una zona gris.
El aburrirnos, estar en el hastío es entrar en un horror. El hastiarnos no
es lo mismo que estar tristes o nostálgicos, en estos estados de ánimos
sentimos pérdidas. El aburrirse es vivir en medio de bostezos. Es la ausencia
de vida o vivir con poca vida; es un hablar cansado, con la mirada extraviada,
no hay estimulan ni animo sean exteriores o internos.
Cada uno podemos, viviendo esta condición, vernos como seres aburridos, que generamos situaciones fastidiadas
por todas partes. A los otros le dañamos el disfrute de la obra de teatro que
tanto quería ver, o le salpicamos con nuestra masa gris el libro que desean
leer; nos convertimos en una tortura para los demás.
Las reuniones, a los amigos los teñimos con todos los ingredientes de
nuestro aburrimiento. Pues vivimos en el tedio, que es un fastidio profundo que
roza el asco. Vivir en el tedio es un des-vivirse en un sufrimiento muy hondo,
para uno y para quienes nos rodean. Pues es un estado de ánimo ausente de lo vital
que condiciona nuestro pensar-hacer.
En el fastidio no hay tono vital, todo está disminuido o ausente. No asoma
nada. Es el continuo de un anti-sujeto presente en su condición de
aburrimiento. El hastío es irritante para quienes están en el entorno porque deben
«calarse», aguantarse la condición miserable de ese anti-sujeto.
El aburrirnos porque creemos o pensamos que nada hay que hacer, lo que nos
hace es más desdichados. Nos convertimos en unos miserables. El aburrido, el
hastiado no sabe ni quiere saber cómo distribuir las horas del día porque no
tienen nada que distribuir. Es una nada, porque así se siente y así se piensa.
El aburrido de lastima, cuando no asco. Éste es una especie vacía, sin
signos vitales, incapaz de llenar o construir algún espacio. Es insoportable en
el tiempo porque no se soporta uno a sí mismo. El aburrido es mal del mal ocio,
del exceso de tiempo y carente de hacer. Es una muestra creciente de infelicidad.
El hastiado parece que no ha conocido necesidad y todo le ha sido dado, es especialmente
parasitario. Por ello es apto para padecer todo tipo de aburrimiento. Su
aburrimiento es la muestra de su infelicidad, de su indignidad. El aburrimiento
es un agujero.
Sacudidos de arriba abajo, puestos a trabajar y hacer lo posible solos o
con otras personas no se tiene tiempo para aburrirnos. El sujeto con un
verdadero pensar-hacer permanece en la voluntad de aprovechar lo que tiene que
crear y producir, en medio de las condiciones que tiene a la mano.
El sujeto auténtico, como diría Heidegger, se abre y está abierto a las
muchas posibilidades que ofrece la vida. El sujeto auténtico es un impulso
hacia la vida, una voluntad de poder, donde la imaginación fluye como una
acción eficaz. El aburrido, por el contrario, es la antítesis de lo que es ser
hombre.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
Email:
coasfiobeddelfin@gmail.com
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