¿Dónde está el silencio? ¿Por qué es importante
éste? Ese silencio que debe constituir nuestra discreción inteligente. El cual,
además, ofrece la posibilidad de maravillarnos por el mundo que tenemos
delante; ya que este maravillarnos es una fuerza de la vida que se vive.
Nos maravillamos por la sensación misma de
maravillarse, porque es como un viaje que lleva a un descubrimiento. Y como
tal, contiene la semilla que nos conduce a más conocimiento.
Hablar, por su parte, es lo que debemos hacer en el silencio. Pues en éste debemos hablar y conversar
para utilizar el potencial que posee. El silencio atento conlleva el maravillarnos
y le es inherente un poderío; al no maravillarnos ante el poderío del silencio
debemos sentir que el miedo nos somete. De allí puede provenir el temor al
silencio, y por eso nos aturdimos con ruidos de forma permanente.
Nos limitamos a hacer cosas para evitar el silencio,
vivimos a través de muchos ruidos en cada cosa que hacemos. Hablamos y hablamos
sin parar; ponemos música, escuchamos la radio o simplemente dejamos volar el
pensamiento en lugar de detenernos. Para no aislarnos del mundo, para no
encontrarnos. Descuidamos el cuidado de nosotros mismos.
El miedo que inunda el tiempo y el espacio de
palabras, de ruidos es el temor a conocernos, a saber que somos en verdad. Este
evitar huele a cobardía. No queremos aprender, consciente o inconscientemente,
qué somos.
Buscamos el ruido del vehículo que pasa, el timbre
que suena, el repicar del teléfono con alguna llamada o mensaje; a alguien que habla,
o susurra o grita. Sumamos sonidos para no oírnos, para no tener nuestro
silencio. Para permanecer totalmente distintos a nosotros mismos. No deseamos
guardar silencio, porque cuanto más silencio pueda haber tanto más nos oiríamos.
No es cómodo estar solo con nuestras ideas y
nuestros pensamientos. Es angustioso porque no hay secreto. Tal vez para llegar
al silencio sea necesario ir poniendo un silencio detrás de otro, hasta el número suficiente de veces. Visto así
parece sencillo. El reto consiste en querer hacerlo, después en llevarlo a cabo
racionalmente.
Hasta que el silencio se meta dentro sin contacto
con el mundo exterior. Para estar aislados con nosotros mismos, con nuestras
cosas. Vernos obligados a pensar en las ideas y los sentimientos que ya nos
ocupaban. Somos el desierto más grande del mundo; en éste no hay ningún lugar
donde escondernos. Las mentiras y las medias verdades que nos contamos o
contamos a otros resultan totalmente absurdas en este nuestro desierto.
El silencio, en este sentido, es más bien una idea,
un sentimiento. Una representación mental. El ruido que nos rodea alberga
muchas, pero el silencio que llevamos dentro es fundamental; porque es un
silencio que creamos nosotros mismos. El silencio que proponemos acá es una
vivencia personal.
Que contemplemos la vida en silencio. Que contemos
despacio, que observemos con cierta mesura. Que nos recordemos que estar bien
implica que el otro está bien también. Es extraño esperar y limitarse a mirar,
pero después la vida nos sabe mejor. Debemos crear nuestro propio silencio.
El silencio puede ser una experiencia gratuita. El
silencio se ha convertido en un abismo, en la imposibilidad de la vida. Debemos
convertirlo en las posibilidades de una vida más exitosa, más prospera. Nuestro
silencio debe convertirse en el re-descubrir la alegría de tomarnos una pausa
para mirar, oír, oler, sentir, degustar y saber de nosotros y de los otros.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
No hay comentarios:
Publicar un comentario