En forma menos
extrema que la ataraxia escéptica, nos dice Julian Marias[1],
existe una interpretación análoga en la escuela epicúrea y estoica. Pues la
ataraxia, la tranquilidad, es la forma de ser en la doctrina de Epicuro; quien
señalaba la filosofía es una actividad que procura con discursos y
razonamientos una vida feliz.
¿Cómo se consigue
esta tranquilidad y felicidad? Para Epicuro, tal tranquilidad se consigue
apaciguando los temores que los hombres sienten con respecto a la cólera de los
dioses y acerca de la muerte. Desde esta perspectiva, Epicuro da explicaciones
de cada fenómeno en la posibilidad de hallar una explicación natural.
Se trata en el
filósofo de un «saber a qué atenerse», aunque sea en este caso de un atenerse
solamente negativo. No le importa a Epicuro saber ¿qué produce el fenómeno
natural? Lo que le interesa es entender que no es algo sobrenatural atribuible,
por ejemplo a los dioses; por lo cual no tenemos por qué preocuparnos.
De allí que la
ataraxia epicúrea sea, principalmente, una liberación del temor. De este modo,
Lucrecio expone la doctrina de la ataraxia epicúrea haciendo énfasis en que el
bien supremo es la superación del temor a los dioses. La vida humana, oprimida
por el peso de la religión, queda liberada por Epicuro, quien se enfrenta a
esta concepción dominadora del hombre y le da el poder de contemplar la vida
con mente serena, alejada de los miedos sobrenaturales.
El estoicismo, por
su parte, considera que la virtud (areté) del hombre estriba en la conformidad
racional con el orden de las cosas. Por ello, el fin natural del hombre es vivir
de acuerdo con la naturaleza. Donde la naturaleza coincide con lo que es racional;
lo importante es que el hombre se comporte según la razón, le suceda lo que le
suceda.
Para el estoicismo
casi todas las cosas son indiferentes. Sin embargo, la presión de la realidad los
obliga a reconocer que algunas son preferibles a otras. Las cosas no son ni
buenas ni malas, pues nada afecta al estoico. Quien se erige como autosuficiente;
ya que se basta a sí mismo, soporta y renuncia al mundo.
Para el estoico,
nos dice Marias, la ataraxia es el estado propiamente humano. Séneca, por
ejemplo, expresa que el no conmoverse es un estado soberano, grande y muy próximo
al de un Dios. El estado de imperturbabilidad o tranquilidad.
¿A qué precio
compra su tranquilidad el hombre imperturbable? Ese que contempla las cosas con
mirada serena, acaso con el desinterés por las cosas del mundo; la
indiferencia. En este sentido, la libertad del epicúreo y del estoico es la
liberación de las cosas, de los intereses, de los afanes, de los temores, posiblemente
de las esperanzas. Es una renuncia.
Tal filosofía de
renuncia encarna un empobrecimiento del mundo. Por ser un estado de
inactividad, de suspensión y supresión escéptica. Es en tal caso una apatía
ante el mundo, ausencia de pasiones. Ambos conceptos, el de ataraxia y apatía,
se mezclan y terminan conformando una unidad.
Los epicúreos, por
otra parte, emparejaban la ataraxia con la aponía
que es ausencia de perturbación, ausencia de dolor, ausencia de inquietud y dolor.
Lo cual muestra el carácter negativo de tal concepción. La libertad no es una
«libertad para», es más bien una libertad negativa, que afirma la ataraxia, la
tranquilidad, la imperturbabilidad y la apatía.
Referencias:
Twitter:
@obeddelfin
Email: coasfiobeddelfin@gmail.com
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