En
las conversaciones difíciles hay cosas que no podemos cambiar y otras que sí
podemos cambiar. Nos interesan, particularmente, éstas últimas porque en ellas
somos agentes activos y modificadores de una situación o relación que nos
perturba. Las que no podemos cambiar, no interesa porque podemos conocerlas,
saber que están allí.
Por
muy hábiles que lleguemos a ser en el manejo de nuestras conversaciones, siempre
hay aspectos que no podemos cambiar. Por lo que, seguimos involucrados en
situaciones en las cuales desenredar «lo
que pasó» nos resulta más complicado de lo que pensamos que iba a ser. Ya
que, cada uno de los involucrados posee información de la que el otro carece,
por ejemplo, yo no sé todo lo que la otra persona piensa y siente, solo sé una
parte o puede ser que suponga una parte, que es peor aún.
Esta carencia de información o de ignorancia
sobre lo que la otra persona piensa o siente resulta difícil superarla. Que
cada uno de nosotros nos pongamos al tanto del otro no es fácil. Debemos
agregarle a esto, que seguimos
involucrados y enfrentados en situaciones
emocionales, las cuales tienen un gran peso en nuestras relaciones
interpersonales. Estas situaciones emocionales nos resultan amenazantes, porque
ponen en peligro aspectos importantes de nuestra identidad. De lo que somos o
creemos que somos.
Entre
las cosas que sí podemos cambiar está: el
modo cómo respondemos a cada una de nuestras conversaciones y situaciones. Para
cambiar las cosas que sí podemos modificar podemos comenzar por preguntarnos y
averiguar fácticamente: ¿Qué información
tiene la otra persona que nosotros no tenemos? Esto es fundamental porque
vivimos en un mundo de relaciones basado en supuestos, es decir, en nuestros
supuestos. Que terminan por convertirse en nuestras verdades, pero que en
realidad solo son ficciones.
Nunca
preguntamos: ¿Qué es lo que el otro siente? ¿Qué piensa el otro? ¿Cómo nos ve a
nosotros? ¿Qué siente por nosotros? Solo nos imaginamos o nos hacemos el
supuesto de lo que esa persona siente, piensa y como nos ve. La importancia de
indagar esto es que nos permite aclarar porque nuestras conversaciones son
difíciles y complicadas; porqué no
superamos las situaciones pantanosas en que nos encontramos metidos.
No
es suficiente con indagar, indagamos con el fin de buscar alternativas de
solución. La indagación no es un mero ejercicio intelectual, es el inicio de
una praxis de relaciones humanas favorables y adecuadas. Con el fin de tener
una vida prospera en cuanto a nuestra salud mental y corporal.
El
segundo aspecto que podemos cambiar en las conversaciones y situaciones difíciles
es el modo cómo manejo nuestros
sentimientos. Con el fin de llegar a
manejar de manera constructiva nuestros sentimientos. Por lo tanto, debemos
preguntarnos ¿cómo estamos manejando
nuestros sentimientos? Tanto en lo personal como con los otros. No importa
si se es una persona que se involucra o no emocionalmente, lo importante es si
manejamos adecuadamente nuestros sentimientos.
Esto
nos lleva a explorar asuntos más profundos o nucleares que pueden estar
molestándonos, que no conocemos. Esta molestia puede ser solo personal. Sin
embargo, por lo general, terminamos proyectándola sobre los demás; por lo cual
termina por afectar nuestras relaciones con las demás personas. En esta
indagación, si se desea hacer partícipe a otros, resultan adecuados el
terapeuta, el consultor y los amigos, aunque para recurrir a éstos últimos se
debe poseer una identidad sólida y el amigo a consultar debe ser una persona
seria y prudente.
Al indagar sobre el núcleo de nuestros
sentimientos y su proyección exterior a los otros, podemos llegar a reconocer lo
que está en el fondo o sustrato de nuestra ansiedad y perturbación emocional. No
es fácil, ni cosa que se hace en un rato. Debemos abordar nuestros sentimientos
con lentitud, detenernos en ellos con paciencia. Porque debemos saber que éstos
son producto de un largo proceso y asimismo debemos tratarlos.
Hemos
señalado que podemos cambiar dos aspectos para mejorar nuestras conversaciones
y situaciones difíciles, a saber: Primero, el
modo cómo respondemos a cada una de nuestras conversaciones y situaciones.
El segundo, el modo cómo manejo nuestros
sentimientos. Como estos aspectos podemos modificarlos, entonces nos
convertimos en sujetos activos y transformadores. Esta será nuestra función de ahora
en adelante.
Referencias:
Twitter:
@obeddelfin
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