El
tercer error que cometemos en nuestras conversaciones del ¿qué pasó? tiene que
ver con enmarcar a la otra persona en la culpa. Por ello, en la mayor parte de nuestras
conversaciones difíciles nos concentramos en ver ¿quién tiene la culpa del
problema en que estamos metidos? ¿Quién es el culpable de esta situación? Y,
por supuesto, la culpa siempre será del otro, nosotros inocentes.
En
esto se nos va la mayor parte de nuestra energía. En descubrir o más que
descubrir en achacar a la otra persona la culpa de lo que estamos viviendo. Nos
concentramos en la culpa, y no en la solución. Porque la primera es más fácil
de abordar; la segunda requiere inversión y esfuerzo, entre otras cosas.
En
este señalar quien tiene la culpa perdemos o gastamos mucho tiempo. Es un
derroche de energía y tiempo, además de ser una acumulación de malestares y
rabias. Entramos en vórtice de desorden emocional, en un estado de
supervivencia de nuestra identidad, de nuestra relación interpersonal. Somos
caóticos en este echar la culpa a otros u otros. Esta actitud es tóxica y si
perseveramos en ella lo es mucho más.
El echarle la culpa al otro produce desacuerdos, negación y deja poco que
aprender. E incluso si nos echamos la culpa a nosotros mismos igualmente nos
colocamos en una posición de negación, la cual deja poco que aprender. La culpa
cierra los caminos al aprendizaje, a la interacción porque se basa en
desacuerdos que no se buscan resolver. La culpa es una acusación directa, que
nos descarga de la búsqueda de alternativas de solución.
La
culpa contiene en sí el temor al castigo o la imputación de un castigo; por
ejemplo, eres culpable te dejo de hablar o no tendrás merienda hoy. Si soy culpable
temo el castigo que recibiré, si el otro es culpable impondré sobre él castigo
que se merece. La culpa observa nuestra parte más primitiva, la que pone en
riesgo nuestra supervivencia física o emocional.
Por
otra parte, la culpa está dirigida a una respuesta: blanco o negro. Dos
extremos que se excluyen. Me quieres o no me quieres. En la culpa no hay punto
medio; el equilibrio supuestamente se salda con una respuesta extrema. Te
castigo o te ignoro. La culpa arraiga en lo más hondo del individuo, por eso es
de larga duración y de consecuencias aterradoras.
Ninguno
de nosotros queremos que nos culpen, pues la culpa se convierte en un estigma. Y
a veces, quien nos culpa la esgrime como un trofeo que puede mostrar a los
otros, con lo cual nos hace más daño.
En
el hecho de no sentirnos culpables o evitar que alguien nos culpe invertimos
mucha energía, mucha disposición para evitarlo. Si alguien nos culpa ponemos
nuestra máxima energía en defendernos, por cuanto nos sentimos amenazados. Y al
defendernos cerramos toda otra opción, solo nos concentramos en la defensa, ya
que ésta no permite distracción.
Por
ello, cuando entramos en el marco de la culpa quedamos impedidos de poder averiguar
¿por qué resultaron mal las cosas? y ¿cómo podemos corregirlas? La culpa
excluye el aprendizaje, excluye la indagación constructiva. Porque o asumimos
un estado de defensa o una posición de acusador. En el primer caso, no hay
apertura solo defendemos nuestra supervivencia; en el segundo, el acusador
esgrime la culpa como una verdad.
Para
poder darle solución a las conversaciones difíciles es necesario, en primer
término, suspender el juicio de la culpa. Éste nos conduce a un atolladero, a
un camino sin salida. Nos encontramos con muros de contención. Por un lado, la
defensa; por el otro, la verdad absoluta.
En
segundo lugar, al suspender el juicio de la culpa tenemos la apertura para enfocarnos
en la comprensión del «sistema de contribución». Que por una lado, pueden
«contribuciones inadecuada o negativas» y por otro «contribuciones adecuadas o
positivas». El análisis de este sistema de contribuciones nos permite conocer
las causas reales del problema y trabajar en ellas para corregirlas.
La
suspensión del juicio de culpa y la apertura al sistema de contribución implica
una actitud de aprendizaje importante, en nuestra capacidad de buscar
soluciones a las conversaciones difíciles. Por lo que es necesario explorar
ambos aspectos.
Referencias:
Twitter:
@obeddelfin
No hay comentarios:
Publicar un comentario