El
asunto de la inteligencia emocional no versa sobre cómo ser feliz o no está
enfocado a ser feliz. Lo que trata es el hecho de abordar inteligentemente el
gobierno de los sentimientos angustiosos; que éstos sean advertidos de manera
correcta, en el tiempo adecuado y terminen siendo sustituidos por estados de
ánimo más adecuados y favorables a nuestra salud mental y corporal. Lo que nos
permitirá ser más eficiente en nuestro proyecto de vida.
Aún
cuando atravesemos momentos de enojo o depresión disponemos, siempre, de la
posibilidad de disfrutar de cierta sensación de bienestar, al contar con el
adecuado contrapeso que son las experiencias alegres y felices que hemos
vivido. Ese recuerdo lo podemos convertir en un punto de apoyo inteligente para
que nos ayude a capear el temporal del enojo o la depresión. Por esa razón, es
que se recomienda que en el lugar de trabajo se tengan, para su contemplación,
fotos de las personas más queridas; pues en caso de enojo o depresión el
recordar los momentos alegres con estas personas podamos salir de ese momento
inadecuado.
El
gobierno de las emociones constituye una tarea ardua, la cual requiere de una atención
y dedicación completa. La mayor parte de nosotros sólo tratamos de dominar y controlar
nuestras emociones en el tiempo libre que disponemos para nosotros; tenemos que
dedicarle más tiempo e inversión para llegar a entender, en primer término,
¿Qué es el estado de ánimo que nos embarga? y ¿Por qué llegar a estar en este
estado de ánimo?
Todo
nuestro pensar-hacer debe estar dirigido a alcanzar un estado emocional más
favorable. No podemos dejarlo relegado como si eso fuese una actividad
secundaria; es, por el contrario, una praxis importante y prioritaria. En
muchos casos, nos dedicamos a ver televisión, o nos encontramos amigos o nos
dedicamos a alguna actividad deportiva con el fin de sentirnos mejor. Si
analizamos este hacer solo lo estamos haciendo como una medida exterior,
positiva, como una actividad de distracción; y no como una actividad esencial
de mejorar nuestro ser emocional.
Al
intentar calmarnos ante una determinada situación estamos haciendo, sin
saberlo, uso de nuestra inteligencia emocional. Pues intentar calmarnos ante
cierta circunstancia constituye el desarrollo de habilidad emocional vital en
nuestras interacciones diarias, ya que siempre tenemos roces en nuestros
diversos entornos. Intentamos pasar de la rabia a estar calmados, y eso
requiere de un cierto recurso emocional.
Aunque
las distracciones son un recurso muy eficaz para modificar nuestro estado de
ánimo, tienen el inconveniente que nos puede llevar a distraernos de
preguntarnos ¿Qué es eso que somos? Es decir, de conocernos. Tenemos que
distraernos porque es fundamental para el desarrollo de nuestro pensar-hacer
emocional y racional; porque es difícil de tener emociones inadecuadas cuando
uno lo está pasando bien. Pero que esto no haga que nos olvidemos de nosotros
mismos; de conocernos y cuidarnos.
El
enfado o la molestia siempre nos rondarán, estarán a la vuelta de la esquina.
Tenemos que saber que nos podemos enfadar, porque es una emoción más, ante una
circunstancia que nos desagrada. Pero asimismo, tenemos que permitir que el
enfado se vaya enfriando para dar paso a una emoción adecuada y agradable. Lo
que no podemos pensar es que nunca nos vamos a enfadar, que somos inmunes a esa
emoción; eso es caernos a mentiras.
El
hecho de expresar nuestra emoción de enfado, sigo con este ejemplo, es
diferente a darle rienda suelta al mismo. Pues, esto último constituye echarle
leña al fuego, ya que los arranques de enfado se incrementan por la excitación emocional
y hacen que nos sintamos más enfadados. No debemos confundir expresar la
emoción a darle rienda suelta a la misma, son dos actos diferentes y de
consecuencias distintas.
Nuestras
respuestas emocionales mal enfocadas o mal encaminadas terminan provocando que
las mismas se prolonguen, en lugar de amainarse. Al mal encaminar nuestras
emociones convertimos una llovizna en una tormenta tropical. Por ello, resulta más
eficaz tratar de calmarnos que avivar nuestro enojo; al ir calmándonos vamos pensando
más asertivamente, hasta que totalmente calmados asumimos la situación de un
modo asertivo y constructivo, entablamos un diálogo solucionador que nos
permite resolver el problema que genero la situación de enfado.
Las
formas de encarar un problema están ligadas a la emocionalidad favorable y
adecuada. No a las emociones inadecuadas; ya que éstas suelen estar ligadas a
las preocupaciones y se dirigen a los aspectos destructivos de las relaciones. En
lugar de buscar solución a los problemas, la emocionalidad aprensiva se limita a
dar vueltas en torno al problema mismo profundizando el surco del pensamiento
inestable y confuso. Las emociones aprensivas albergan confusiones ante a el
amplio abanico de alternativas de solución. La mayoría de las veces, tenemos escasas
probabilidades de recurrir a éstas para solucionar un conflicto. Por el
contrario, con las emociones animosas están dirigidas a la solución de conflictos.
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