Por lo general, no nos planteamos de
manera consciente la misión de nuestra vida; es decir, la razón de ser de nosotros.
Ésta la vamos adquiriendo a lo largo de los años de manera inconsciente; y,
muchas veces, no llegamos a saber cuál es nuestra misión.
La misión de vida personal enuncia el
propósito general de nuestro pensar-hacer, así como el grado requerido de
excelencia para llevarla a cabo. La misión define nuestro quehacer diario y cotidiano. Establece un
sentido trascendental de los fines que nos planteamos, y repito muchas veces
sin saberlo. Además articula, lo que Kant llama, los imperativos éticos o principales
valores de nuestra vida.
El propósito principal de la misión
es establecer el enfoque y la dirección de nuestra vida, de nuestro quehacer. A
través de ésta visualizamos las exigencias que enfrentamos en esas labores que
realizamos. Una vida de éxito es la que tiene un claro sentido de su propósito.
Por ello, una misión clara, comprendida y compartida provee un enfoque que
impulsa nuestras estrategias, nuestro control y dirección en el hacer de
nuestra existencia. Por medio de ésta ejecutamos nuestro existir.
Declarar o declararnos cuál es
nuestra misión de vida es definir el fin de nuestro pensar-hacer, que nos distingue
de los demás. La declaración de nuestra misión nos señala el alcance de nuestro
operar; fija el rumbo de la vida que deseamos hacer y alcanzar. ¿Para qué existimos?
¿Cuál es nuestra razón de ser? Las respuestas a estas preguntas es el propósito
esencial de la misión. Como apreciamos es la formulación de un conjunto de
acciones, comportamientos y valores, que poseemos y ejecutamos a diario.
Todos poseemos una visión de la vida,
adoptada o propia, autentica o inauténtica. Nuestra visión es la manera que
tenemos de ver las cosas, de percibir nuestro entorno, de vernos a nosotros
mismos, a los demás… es la percepción simultánea de un problema y una solución.
Es una apuesta sobre la aceptación de una idea, de una perspectiva. La visión
adscribe una misión a nuestra vida: hacer que nuestra visión del mundo se
convierte en realidad.
Nuestra visión es el planteamiento de
la meta a la que aspiramos llegar en la vida. Nos indica el rumbo y la orientación
de todas nuestras acciones. Pueden ser ambiciosas, pero deben ser realistas.
Crea pasión en nuestro hacer. La visión la podemos determinar como esa
imagen-fin que deseamos lograr. Constituye un enunciado de la configuración de nuestro
pensar-hacer, la expresión de nuestro desarrollo plenos.
La visión es nuestro ideal. Indica lo
que nos gustaría ser y como queremos ser percibidos. Entendemos la visión como
la imagen futura que vamos desarrollando a lo largo de los años, y en la cual
trabajamos permanentemente. Ésta orienta y define nuestro hacer en cuanto definiendo
el estado hacia el cual transitamos. En este sentido, la visión define la
orientación de lo deseamos ser. Los componentes de la visión son: ¿Qué aspiramos
a ser en el futuro? ¿Qué otras necesidades futuras buscaremos satisfacer?
Nuestros valores, por su parte, son
la expresión de los límites éticos y morales en los que operamos todos los días.
Éstos dan sentido a nuestras directrices y comportamientos creando y
sustentando nuestro capital moral. Nuestros valores le dan cohesión a nuestra
misión y visión. Deben ser coherentes unos y otros.
Nuestros valores son el conjunto de
principios o imperativos propios que inspiran nuestra gestión de vida y que
conforman las bases éticas sobre la cual construimos nuestra propuesta de
existir. Toda persona tiene un conjunto de valores implícita o explícitamente
formulados. Nuestros valores constituyen los pilares fundamentales para el
desarrollo de una vida plena.
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