Al ir desarrollando nuestras pericias
personales vamos, a la vez, construyendo sus deficiencias. Aunque no vamos a
escapar de estas últimas, debemos estar atentos a ellas para equilibrarlas y no
dejar que terminen por predominar en nuestro hacer. ¿Cuáles son tales
deficiencias? De eso vamos a tratar en este artículo sin pretender que las
abarcamos todas.
El EGOCENTRISMO
OBJETIVISTA. Con ésta ignoramos el análisis situacional y acentuamos el mal
uso del concepto de diagnóstico, con el cual pretendemos explicar la realidad
en que nos encontramos inmersos. Esta deficiencia acarrea dos elementos
relevantes. Primero, crea la incapacidad de poder ver la realidad que generan los
otros participantes del hecho social; segundo, es propensa a estimular el
dogmatismo.
Por otra parte, nos incapacita para llevar
a cabo el análisis estratégico necesario, pues nuestra formación nos impide
identificar y comprender las diversas lecturas que los otros actores sociales
hacen sobre la realidad. Sin fallamos en realizar el análisis situacional no
tenemos fundamentos, para realizar el cálculo interactivo que se efectúa en el ámbito
social.
De este modo, permanecemos con una visión
única del diagnóstico. Por lo cual, terminamos calificando a quienes discrepan
de nuestro punto de vista como enemigos. Ya que estamos incapacitados para
discrepar con tolerancia y para tener comprensión de la posición de los demás.
El DETERMINISMO.
Esta deficiencia limita nuestras posibilidades de lidiar con problemas
cuasiestructurados, con la incertidumbre y con las sorpresas que depara el
cálculo sobre el futuro. A partir del determinismo exploramos el porvenir con
proyecciones basadas en predicciones, en lo que algunos llaman profecías
auto-cumplidas.
Desde esta perspectiva, todo cálculo posible
es cierto, preciso y cuantitativo, pues ya está determinado. Además, ignoramos
el cálculo de previsión de posibilidades. Porque operamos como si el futuro
fuera ya algo conocido, por lo que menospreciamos la dimensión cualitativa de
las variables en nuestra vida. Es un vicio muy común, pues sin darnos cuanta
atribuimos el hacer humano a fuerzas externas o a condiciones que rigen
nuestras vidas.
El DEPARTAMENTALISMO.
Esto es algo propio cuando nuestro no reconocemos las interrelaciones de
nuestro pensar-hacer. Nos sucede algo como a Funes El Memorioso, narración de Jorge Luis Borges, hombre con
gran capacidad de recordar sucesos pero incapaz de relacionar uno con otro. En
este sentido, nuestra vida, nuestro pensar, nuestro hacer está departamentalizado.
Somos un conjunto de departamentos sin conexión alguna.
A partir de esto, adoptamos una visión
distante y externa de los sucesos que nos ocurren. Ignoramos la teoría del
actor y de la acción en el rol vivencial. Asumimos una visión unidimesional de
nuestra realidad, al reducir nuestras decisiones a un sólo criterio de
eficacia; sin llegar a comprender la variedad opciones posibles a analizar y
evaluar. Encerramos el análisis de cualquier problema en un cálculo
compartimentado y estrecho; aislamos y cercamos toda decisión a un único criterio.
Además, nos negamos a explorar el intercambio
de problemas con los demás, e incluso con nosotros mismos en un diálogo
interior. El extremo de esta actitud es el barbarismo personal y social, que
está basado en juicios, o prejuicios, unilaterales de eficiencia y eficacia. El
departamentalismo es una limitación que nos impide comprender la realidad, la necesidad
y el alcance de las situaciones variables de la vida.
El ACCIONISMO.
Es algo muy propio de nuestro hacer en la actualidad. Pues concentramos nuestra
atención solo en la búsqueda de soluciones, sin valorar el paso previo del
procesamiento sistemático de los problemas, esto es, de la reflexión analítica.
Solo queremos saber cómo puede solucionar tal problema, es solo el hacer
instrumental que excluye la reflexión de saber sustancia, causas y relaciones.
Estamos ante un hacer unidimensional, pragmatismo malo.
En el accionismo siempre tenemos una
solución preferida de antemano. Ya que asumimos que el mundo está sobre-diagnosticado,
todo es pura «paja». Lo que necesitamos es actuar, decimos. Esto es algo muy
propio de las terapéuticas actuales, donde todo se define por el cómo, no por
la reflexión abarcadora.
Desde esta perspectiva, encajonamos nuestro
actuar en decisiones de soluciones parciales y de baja efectividad. Por una
parte, perdemos la visión del sistema al cual pertenece el problema; por otra,
asumimos el preconcepto de solución preferida para enfrentar el problema. Es
una limitación muy dominante en nuestra vida, dada por la inmediatez y una
practicidad mal entendida. Creemos que los problemas de la vida lo podemos
resolver de la misma manera como se prepara un café instantáneo. No queremos
invertir nuestra energía en la reflexión.
El NORMATIVISMO.
Éste deficiencia se manifiesta en dos vicios. Primero, el voluntarismo personal.
Segundo, el voluntarismo social. El primero reduce el problema de la
inviabilidad personal a una cuestión de voluntad personal. El segundo ignora el
problema de la viabilidad social. Como apreciamos están en juego la
inteligencia intrapersonal y la interpersonal.
Por medio del normativismo destacamos de
modo excluyente nuestro raciocinio en el plano del debe ser, sin que tengamos conciencia
del análisis estratégico de las circunstancias en que nos encontramos.
Acentuamos el barbarismo personal, por el exceso de confianza en el argumento
del determinismo. Extremamos el barbarismo social por la excesiva valoración
que atribuimos a la propuesta departamentalista, para resolver los obstáculos
que se nos ponen al frente de nuestra vida.
El INMEDIATISMO.
Esta se refiere al corto plazo, al aquí y ahora. Al sujeto con la vista baja
que está de espaldas al horizonte. En este sentido, valoramos excesivamente el
presente sin proyección en el tiempo; podemos señalar que de acuerdo a los
metaprogramas del PNL el enfoque y la experimentación en el tiempo es el presente.
Por otra parte, en el inmediatismo estimulamos, muchas veces, el vicio de andar
sin brújula.
Es, por lo general, la táctica sin
estrategia. El caminar sin explorar nuevos caminos. La imitación de los caminos
ya transitados, la copia sin creación, el utilitarismo del ahora sin futuro y
sin metas, es parte del hacer del accionismo que ya vimos antes. Es el dominio de
los medios, pero sin fines. No hay metas. Es como un pedalear en una bicicleta
fija, por mucho que uno pedalee nunca va a ningún lado.
Lo que cuenta es el poder del aquí y ahora,
pues no hay proyecto de vida. El inmediatismo es un tipo de ceguera situacional,
donde establecemos el dominio absoluto del presente. En este presente se dan la
faceta temporal y la faceta sustancial.
En la primera faceta predomina la
incapacidad de razonar más allá del corto plazo. En la segunda, el inmediatismo
se convierte en facilismo, en adaptación a los deseos inmediatos. No nos interesan
los desafíos, ni los grandes problemas de nuestra vida. Es un absurdo
contrariar nuestros deseos, nuestras emociones inmediatas. La actitud consiste
en interpretar nuestros deseos. Orientar y conducir nuestra vida sobre
objetivos y metas quedan excluidos.
El VOLUNTARISMO
PERSONAL. Es un vicio fuertemente arraigado, cuando hemos asumido una
concepción de vida, que supuestamente sirve para dar respuesta a todas las
circunstancias de nuestro hacer, y por la cual regimos nuestro pensar-hacer
férreamente. Con esto perdemos el sentido de la táctica y la estrategia. Nos
convertimos en un fiscal, un inspector de lo que está permitido o no según la
meta ideal de tal concepción.
Cualquier desvío de la trayectoria lineal
de tal meta es una transgresión a los preceptos de la vida misma, y tal
transgresión debe ser censurada y castigada. Con este voluntarismo, el problema
sólo cambia de contenido, la censura siempre será la misma. Todo nuestro razonamiento
se hace lineal y unidimensional, pues nada puede perturbar la aplicación
rigurosa de los paradigmas que hemos asumido. No hay espacio para la táctica y
la estrategia, para la discusión, para la reflexión. Las cosas son como son.
Debemos estar atentos a estas limitaciones
en la conformación de nuestra pericia personal. Por suerte, las mismas se
reparten en proporciones desiguales, pero nunca dejemos que lleguen a sus
extremos. Además, casi nunca están todas juntas en un solo individuo. Se combinan,
por otra parte, con las virtudes; como la perseverancia, la honestidad, la
lealtad y el coraje. Somos sujetos heterogéneos, esto nos permite construir un
pensar-hacer de destrezas y deficiencias.
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