miércoles, 28 de mayo de 2014

DE LAS CONTINGENCIAS Y LAS HISTORIAS EN EL MUNDO COMO INTERPRETACIÓN: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

El mundo como interpretación es un mundo sin asideros fijos a los cuales poder agarrarse, es un universo sin apoyos definitivos. Lo cual hace que éste sea un andar sin seguridad posible. Vivir en un entorno que es interpretación supone habitar en la incertidumbre, en el que las verdades definitivas han desaparecido. Esto nos hace libres, pero a la vez inciertos.

En este andar lo propio de la existencia consiste en no tener nada propio, por ello existir es interpretar. En donde no hay una definición definitiva. En este sentido, el sujeto, como ha dicho Sartre, es un proyecto no terminado, pues mientras vive es tarea para sí mismo y de sí mismo. Este estar inacabado pertenece a la condición humana. El ser sujeto consiste en inventarse, en construirse, en devenir. Vivimos interpretando, creando y recreando las distintas historias que entretejen nuestras circunstancias, nuestra identidad y las relaciones con los demás.

Siempre estamos en el camino, como diría Kerouac. Interpretar significa arrancarse de toda determinación definitiva, de-construir lo simbólico para reconstruir una nueva simbólica que parte de una historia, de un contexto particular. Por eso el intento de responder a ¿qué es el sujeto? Conlleva a situar al individuo en unas circunstancias particulares, en un espacio-tiempo de una tradición simbólica particular.

Que el sujeto pertenece a un espacio-tiempo determinado significa que es contingente, que puede suceder o no suceder. Que hay la posibilidad de una disponibilidad. Comenzamos a existir a partir de un punto X, donde se dan elementos de la existencia que resultan disponibles o no. En unos casos existen elementos sobre los cuales no puedo decidir: el lugar de mi nacimiento, mi familia, mi la lengua materna... En este sentido, ciertas interpretaciones, referencias, historias que fabricamos sobre nosotros mismos son creadas a partir del otro, no las construimos absolutamente a partir de nosotros mismos.

El sujeto en el aquí y ahora está conformado por su pasado, no puede escapar de él. La capacidad de construir y reconstruir que tiene el individuo se da a partir de aquello que le viene dado, su pasado, sus circunstancias, su devenir. Y en esto es contingente. Conformarse en la contingencia es esencial al ser humano, de allí que yo no pueda eliminar mi contingencia, ésta me constituye. Siempre me comporto de un modo u otro según la contingencia que vivo, y jamás puedo superarla del todo. Si el sujeto llegara a superar de modo absoluto la contingencia dejaría de ser humano.  Absolutizar al individuo supone, entonces, divinizarlo.

Desde este punto de vista, la conformación del sujeto es una suerte de trato con la contingencia, es la forma en que cada individuo se enfrenta a su contingencia, y le da sentido a ésta. En este aspecto, la persona tiene la voluntad de decidir lo que es y lo que quiere ser, aunque siempre tendrá que enfrentarse a un conjunto de circunstancias. Lo que hace que tal afirmación sea una certeza a medias.

Como he señalado antes, la decisión sobre lo que soy tiene sentido a partir de las relaciones que establezco con lo que ya soy. Buena parte de mis decisiones, sobre lo que quiero ser, se configuran a partir de la interpretación que consigo establecer con mi modo de ser en el mundo, con mi situación espacio-temporal que no he elegido y me ha sido dada. Esta es mi contingencia.
De este modo, no hay la posibilidad de una elección absoluta. Ya que somos finitos, existimos como seres en camino, pero estar en camino quiere decir estar en “un” camino, que en mayor medido, dentro de mi responsabilidad, de la construcción de mí mismo, he decido. En este camino establezco narrativas propias, me enredo en historias mías y de otros. Me conformo en un ser que vive entre la tensión de “lo que hago” y “lo que me sucede”.

Soy un ser contingente, histórico, existo en un tiempo y un espacio, soy un proyecto a futuro que tiene un pasado, en el cual no estoy completamente fijado. En la medida en que soy capaz de dar un sentido a mi contingencia, de intervenir en mi presente con miras al futuro estoy innovando, me estoy proyectando. Todo proyecto depende, en mayor o en menor medida, de las circunstancias que cada uno vive, de su tiempo y su espacio, de la situación de su tradición.

En esta tensión entre mi pasado (lo que se ha dado) y mi futuro (lo que deseo) configuro mi presente. En mi presente estoy entre uno y otro. En esta tensión soy mis contingencias y las casualidades que mis elecciones. A veces lo contingente no lo puedo cambiar, pero sí puedo cambiar las relaciones que establezco con lo que me ha sido legado. No obstante, puedo cambiar la forma que le doy a mis contingencias, la manera de configurarlas.


Este conjunto de historias que somos pueden entenderse como formas de configurar el sentido del espacio-tiempo de cada vida. La configuración del sujeto tiene el propósito de situar a éste en un mundo-con-sentido, de ubicarle simbólicamente en su tiempo y espacio. Esta conformación de sentido en el espacio-tiempo personal está en crisis. Pues ni el presente del pasado ni el presente del futuro encuentran sentido en el interés de los hombres y las mujeres. La crisis se manifiesta en lo simbólico, sea el espíritu, el cuerpo, lo otro, las relaciones conmigo mismo y los demás.

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