viernes, 16 de mayo de 2014

DE LA INTERPRETACIÓN DEL SER AL EXTREMISMO DEL LENGUAJE: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

            El siglo XX es la interpretación filosófica del sujeto como lenguaje. Aunque no es la única interpretación del sujeto, pues la filosofía no es ni ha sido monolítica al respecto. No sería filosofía si tal cosa llegara a suceder. De la interpretación del sujeto como lenguaje, la biogerencia ha hecho uso y abuso de la misma, por diferentes causas; ya que le ha resultado de mucho beneficio al desarrollo de sus propósitos.

            La interpretación del lenguaje como parte incita del sujeto no es algo nuevo. Ya esto lo sabían los sofistas, quienes dedicaron sus enseñanzas del lenguaje durante el mandato de Pericles y de la democracia ateniense. Platón, por su parte, dedica el diálogo “Crátilo” a este asunto; Aristóteles lo aborda en la “Retórica”. Así mismo lo harán los retóricos romanos, por ejemplo, Cicerón, Marco Fabio Quintiliano. La tradición medieval es prolija es los asuntos del lenguaje, desde el punto de vista del “Órganon” de Aristóteles. Luego en la Edad Moderna podemos mencionar a John Locke con su “Ensayo sobre el entendimiento humano”. Hasta llegar a nuestros días. Pero, repito, ésta es una interpretación dentro del corpus filosófico. 

            Ya en el siglo XX, la interpretación del lenguaje alcanza otros niveles y abre las puertas a la interpretación del sujeto como lenguaje tal como se maneja en la biogerencia. Los trabajos de lógica matemática de Gottlob Frege son fundamentales; la “Principia Mathematica” de Alfred North Whitehead y Bertrand Russell sienta definitivamente las bases de la lógica formal. El Círculo de Viena —Positivismo Lógico— hará su gran aporte a través de las figuras de Moritz Schlick, Rudolf Carnap, Otto Neurath, Hans Reichenbach, Kurt Gödel, Alfred Tarski, A. J. Ayer; entre otros grandes pensadores.

            En la tradición de la lógica-matemática y la filosofía de lenguaje se inserta el “Tractatus logico-philosophicus” de Ludwig Wittgenstein, cuya tesis fundamental es la estrecha vinculación entre el lenguaje y el mundo. Donde el autor señala «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo». Como podemos apreciar, en estos casos mencionados, la interpretación del siglo XX está en el marco de la lógica-matemática y la filosofía.
           
            La interpretación ontológica del sujeto como lenguaje la llevará a cabo Martin Heidegger en “Ser y tiempo”. Al haber re-interpretado la expresión de Aristóteles de que el “hombre es un animal racional”, donde el Estagirita usa el término griego de “logos”, que se interpretó como racional. Heidegger, por el contrario, interpreta “logos” como habla, lenguaje. Por lo cual, la interpretación heideggeriana de Aristóteles dirá que el hombre es un animal del lenguaje, de hablar. Lo cual ha signado el siglo XX como la interpretación del sujeto como lenguaje.

            De la interpretación del sujeto como lenguaje se ha apropiado la biogerencia, pues es afecta a sus propósitos. Y la pregunta forzada es ¿por qué de tal apropiación? ¿Cuáles son los beneficios que ella adquiere al asumir para sí esta interpretación del sujeto? Ya decía Tucidides en la “Guerra del Peloponeso” que cuando las obras son buenas no requieren muchas palabras para alabarlas; mas para paliar y dorar un mal hecho, son menester discursos artificiosos.

            Se pueden hacer muchas interpretaciones al respecto, y aventurarse por caminos inciertos. El lenguaje es amoral, podemos plantear, no se compromete de ninguna manera, pues cada quien dice algo. Hay un decir, actualmente, que expresa algo así: “soy responsable de lo que dijo, no de lo que escuchas”. No hay compromiso con el otro, sólo tengo un compromiso para conmigo mismo, en tal caso. En este caso, el lenguaje no conlleva al diálogo, más bien es destructor de la posibilidad del diálogo. Siempre puedo argumentar que el otro no escucho lo que yo le dije, escucho otra cosa. Argumento simplón pero efectivo.
           
            El lenguaje es una relación de poder, de allí que éste no necesariamente construya el diálogo, como dice Zizek es un destructor del mismo. O si el lenguaje no se da entre iguales se agudiza la relación de poder, pues quien tenga el poder de establecer las premisas y las determinaciones se hará propietario del discurso, e impondrá sus determinaciones lingüísticas. Y desde allí guiará el curso de las acciones. Pues, lenguaje y diálogo no es lo mismo.

            A través de la determinación del lenguaje colocamos en el sujeto lo que deseamos, eso lo sabían bien los sofistas, sabios del discurso. Y no sólo colocamos lo que deseamos, sino que manipulamos a los sujetos, de manera magistral lo expone Aristóteles en la Retórica. ¿Qué se manipula? Las emociones. Reducto abandonado del sujeto, cuando se abandonó la retórica. La biopolítica ha desempolvado este recurso, y la biogerencia hace uso de tal recurso. Porque como dice Camp, las emociones nos hacen vulnerables.

            Se buscan todos los resquicios del sujeto, ya el cuerpo ha sido explorado. Ahora le toca a las emociones. Y el lenguaje, en tanto instrumento retórico, es el más indicado para ese fin. Conmover e indicar que puedes construir todo lo que desees por medio del lenguaje olvidando que hay un conjunto de circunstancias entorno que también lo determinan. Este reduccionismo o extremismo del lenguaje simplifica la situación. El sujeto es lenguaje, con él puede hacer todo lo que desea, aparentemente. No obstante, con el lenguaje puedo hacerle al sujeto todo lo que deseo.

            La interpretación aristotélica y heideggeriana del animal como ser que habla, se inscribe en la polis, en lo social; en el dialogar, que sólo se hace con otro. Donde se construye una relación entre iguales, que tiene el propósito de la preocupación por la polis, por el mundo, por los asuntos humanos. Que van más allá del éxito, de la abundancia, del bienestar individual. El ser que habla es un ser colectivo, responsable de lo que él dice y de lo que el otro escucha. 

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