lunes, 19 de mayo de 2014

DE LA BIOPOLÍTICA A LA BIOGERENCIA (DESPLIEGUE): CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

De la mano de la ciencia y la tecnología se expande sin cesar la capacidad de intervenir en todos los asuntos que conciernen a las formas de vida. La biogerencia incluye estos instrumentos en su gestión de los asuntos humanos, junto con los mecanismos de información y gestión que tiene a su disposición.

Foucault señala que hay múltiples poderes, al interpretar el poder como una forma de dominación que funciona en los diferentes ámbitos del hacer humano. De esta manera, debemos hablar de poderes y sus variadas formas de manifestarse, pues la sociedad no es un cuerpo unitario y en ésta se ejerce una yuxtaposición, un enlace, una coordinación y también una jerarquía de diferentes poderes. En este sentido, la sociedad es un archipiélago de poderes diferentes, según el autor de Vigilar y Castigar.

Este conjunto de procesos relativos a las formas de hacer y poder, aparecen los problemas que atañen el interés de la biogerencia.  Ahora interesan los datos de las emociones, esto es, forma, duración, intensidad de las pasiones que atacan a una población en particular; extensión, que no es fácil de controlar porque no tienen el carácter de epidemias.

Sin embargo, juegan papel importante en la disminución de la fuerza de trabajo, disminución del tiempo de trabajo, aumento de costos económicos, y por tanto disminución de los beneficios. Estos hechos preocupantes para las tareas de la biogerencia, sirven de motivación para introducir mejoras en la institución emotiva, que ya existía; pero se ha hecho de forma más imperativa con la terapéutica anímico-espiritual.

En este sentido, se iniciaron una serie de figuras más enfocadas a lo emotivo que a lo racional, conducentes a establecer mecanismos de terapia personal, entre otros. La biogerencia tiene que ver con lo personal, y éste como problema lingüístico, como problema biológico y, a la vez, como problema de poder. Aborda los acontecimientos aleatorios que se producen en las personas y los reconvierte en motivo de su visión y misión.

Lo importante a destacar es que todos estos nuevos procesos llegaron precedidos de una medicina que cumple una función de higiene pública. Ahora se centraliza toda la preocupación en aspectos no corporales ni cognitivos, sino emocionales. La higiene terapéutica se dirige a otro ámbito de lo humano de la mano de la filosofía analítica, se adoptan campañas de difusión para el aprendizaje de la higiene mental, emocional; pues la medicalización de la población parece que no es suficiente.

La «anatomogerencia» es una modalidad mediante la cual los poderes en general logran, en última instancia, no sólo tocar los cuerpos y aferrarse a ellos, sino tomar en cuenta los gestos, los comportamientos, los hábitos, las palabras, las emociones. La manera como la gerencia al concentrarse, no sólo en los cuerpos, trabaja, modifica y dirige  las fibras blandas de las emociones. Pues como dice Camp, todas las emociones no hacen susceptibles. Se trataba ahora de sujetos dominados por prejuicios, a quienes se les revela su responsabilidad por su hacer a través de ellos.

La acción disciplinaria en el cual el hacer del sujeto se ajusta a la singularidad somática y del ser, esto es, del cuerpo, de sus gestos, su lugar, sus desplazamientos, su fuerza, sus discursos, su lenguaje, sus pasiones se constituyen dentro de la congregación de una comunidad dada. Esto podemos englobarlo mediante un sistema de jerarquías, inspecciones, informes, que se traducen en la tecnología y la técnica del ser-hacer del y en el trabajo. En este sentido, la biogerencia está orientada a una masa global con visión holística, que incluye aspectos y procesos propios de la vida y hacer de cada individuo.

La preocupación que ha mostrado la biogerencia por la terapéutica anímica de  los individuos, se inicia con el problema que constituye la morbilidad, la cual afecta el rendimiento y productividad de todos ellos. El ámbito de epidemias anímicas constituye, entonces, una inquietud permanente de los estados gerenciales. Las consecuencias emocionales se abordan como epidemias que constituyen verdaderos dramas, porque se trata, en sentido metafórico, de muertes laborales, la muerte que era inminente para todos. Pues se trata de evitar ahora las endemias emotivas, esto es, la forma, naturaleza, extensión, duración e intensidad de las enfermedades afectivas que se circunscriben a una determinada población de sujetos laborales.

En el caso de las endemias afectivas, las causas de las preocupaciones gerenciales obedecen principalmente a la disminución de la fuerza de trabajo, baja rentabilidad de las energías por individuo, aumento de los costos económicos por cuanto decrece ostensiblemente la producción y los enfermos requieren de una atención inmediata. En consecuencia, a finales del siglo XX e inicio del siglo XXI se introduce la terapéutica emotiva con una función específica de higiene laboral, que luego deviene a higiene pública.

Se organizan las estadísticas que permite conocer toda la información, se  multiplica la coordinación de atención emocional, se inician las campañas y programas de prevención a través del aprendizaje de los aspectos de la higiene pasional y del desarrollo personal. Aparece, entonces, el sujeto emocional. En esta línea de pensamiento, el área de preocupación de la biogerencia es el ser, pero el ser emocional.


Disciplinar el cuerpo, entonces, ya no es suficiente. Ahora son las dos formas constitutivas del sujeto, en torno a las cuales se desarrolla la organización  sobre la vida, lo que permitió hacerla funcional al desarrollo productivo. Este bio-poder es un elemento indispensable en el desarrollo de la producción, de la abundancia, de las relaciones personales; éste se afirma en la inserción controlada del aparato de producción y mediante un ajuste de los fenómenos del sujeto. Es este uno de los alcances esenciales de la biogerencia, a saber, contribuir a través de la regulación, protección y potenciación de la vida, al mantenimiento y expansión de su producción.

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