jueves, 15 de mayo de 2014

DE LA FILOSOFÍA A LA FILOGRAFÍA: LA DESVENTURA DEL PENSAR

   El pensar en los estudios de filosofía está mal encaminado. O tal vez es una desventura del pensamiento. Me refiero en los estudios académicos. 

Un ingeniero estudia un puente para diseñar otro puente, un médico estudia un cuerpo para sanar otro, un arquitecto estudia un edificio para diseñar otro edificio. Estudian una realidad para abordar otra realidad, o estudian tal realidad para intervenir en la realidad. El licenciado en filosofía no.

Este último, el licenciado en filosofía, estudia una realidad para retornar a la misma realidad, es decir, da vuelta sobre la misma realidad. Pero la realidad que éste estudia empieza y termina en el libro, su realidad es el libro. Por ello, su mirada al mundo es incierta, temerosa, porque ante éste no hay, aparentemente, libro que sirva de salvavidas al cual aferrarse.

    El estudiante de filosofía analiza el concepto, la categoría… de un filósofo; con el objeto de llegar a determinar qué fue lo que dijo o no dijo ese filósofo. E incluso podría llegar enmendarle la plana a tal filósofo. No obstante, siempre permanece en el libro.

Y este permanecer en la realidad del libro no puede ser filosofía. No puede llamarse a tal estudio o análisis filosofía. De tal estudio lo que se ha engendrado es una morbosa filografía. Un amor por el grafo, por la escritura, por el texto. Lo que se lleva a cabo es el estudio de una temática relacionada con la escritura del autor, del filósofo que se estudia, no con la vida. Sócrates sentiría vergüenza de tal desvergüenza filosófica.

No sé si tal amor es un amor enfermizo o desviado. Pero es un modo de circunloquio, un rodeo de palabras más palabras para expresar nuevamente lo que aquel autor ha dicho, o debió haber dicho. Lo que Hegel llamó una conciencia desventurada, en este caso particular, la conciencia de la filosofía. Pues la realidad queda a un lado, la realidad se limita al texto. A éste se circunscribe. De allí que el estudio de la filosofía se errabundo, ya que no lleva a pensar el mundo y sus circunstancias. Otra consecuencia es que la mayoría de los graduados en filosofía son mudos, la autoridad del libro no les da para hablar sobre lo que acontece.

El libro es un acontecimiento, es cierto. Pero debe servir como instrumento, como herramienta para el estudio de las circunstancias del mundo. No como la realidad misma y absoluta. De allí que el silencio de la filosofía sobre el mundo sea ensordecedor. Sin embargo, la filosofía si habla mucho sobre lo que dicen los libro o lo que han dicho en los libros. En eso se ha convertido, en general, los estudios filosóficos. Ya dice Deleuze, del libro hay que hacer uso de él. No convertirlo en un amante insuperable.
Cualquier intento de salir de los libros es mal visto, e incluso puede considerarse una traición a la filosofía. De esta manera, los estudios de la filosofía se han convertido en filografía. Y ese es su fin, su objetivo. Desentrañar lo que otro ha dicho, para decir lo que aquel realmente dijo. El estudioso de los libros del filósofo o de los filósofos se convierte en un intérprete de los libros de ese filósofo. En un especialista de un filósofo. Es él quien más sabe sobre lo que dijo Kant o Hegel, o lo que quiso decir Kant o Hegel. Es un especialista de cada concepto, de cada categoría, de cada término que el filósofo, en que recae su especialidad, ha dicho.
                
Son especialistas muy sabios, pero vacíos. Porque tal vez, como dijo el barbudo Tréveris, arrastran la filosofía de la miseria o la miseria de la filosofía. Así el graduado en filosofía sólo puede aspirar a dar clases, porque allí está el reino de la filografía, del citar fuentes documentales y autores; del pensar por medio del principio de autoridad que él lo ha puesto en el otro. Sufre este graduado de la parálisis de pensar al mundo por su cuenta, sin las ataduras de la autoridad. Es un esclavo del texto, de la cita, de la revista indexada, arbitrada. Una filosofía sumisa no existe, y si existe eso no es filosofía.

La filosofía a de mirar, con los ojos muy abiertos, las circunstancias, los acontecimientos del mundo. No puede seguir encadenada a los libros. No niego los libros. Lo que niego es que la filosofía haya convertido al libro en las circunstancias, en los acontecimientos del mundo. En la autoridad absoluta de esta mundo. La filosofía es pensar, pensar abiertamente. De allí que la filosofía sea siempre una fiesta. 

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