La ironía es un instrumento para ser capaces de reconocer
nuestra ignorancia y darnos cuenta que vivimos de muchas ilusiones, ésta nos
abre el camino para encontrar el sentido que motoriza nuestro pensar-hacer; no es
suficiente leer una definición de justicia para transformarnos en justos ni que
un coach nos entrene con un set de declaraciones fundamentales para luego salir
a pregonarlas.
Lo que nos mueve, lo que es capaz de alimentar nuestra
acción y sostenernos en medio de dificultades y cambios es lo descubrimos en
nuestro interior, es ahí en nuestro pensar-hacer donde debemos encontrar
nuestras respuestas, el sentido y el significado de nuestro vivir.
Con nuestras acciones conviven meras opiniones y juicios
infundados que nos hacen perder el sentido de nuestros asuntos, pero a la vez conviven
verdades de sentido que nos conducen por el camino adecuado a nuestros fines y
que nos hacen ser capaces de encontrar lo que es adecuado nuestra hacer.
La propuesta filosófica nos muestra que somos nosotros
quienes debemos buscar las respuestas que ya de alguna manera poseemos; la
filosofía práctica nos ayuda a través del diálogo a encontrar eso que estamos buscando,
a vencer los prejuicios, a superar las creencias y apasionarnos por el
descubrimiento de lo que hacemos.
El arte de preguntar y la ironía son el legado socrático que
nos ayudan a encontrar la verdad de nuestros sentidos de vida y la fuerza que
nos impulsa a actuar. Preguntar es reconocer nuestra ignorancia y nos abre a la
búsqueda de los sentidos vitales, nos permite encontrar el sentido de nuestro
hacer a través de la reflexión; al preguntar buscamos derribar mitos,
prejuicios y creencias para encender la voluntad que nos lleve a actuar según
nuestras metas.
El arte de la mayéutica, implícito en el diálogo, nos permite
alumbrar nuestros procesos productivos y revisar nuestra capacidad de reflexión
a través de preguntas abiertas, que nos llevan hacia las respuestas que esperamos
encontrar para motivar nuestra acción. Esto supone dominar el arte de dialogar
y tener la capacidad para encontrar los sentidos de nuestro pensar-hacer, tener
confianza para encontrar respuestas a las preguntas fundamentales.
Lo anterior nos lleva a plantearnos algunas preguntas, por
ejemplo, ¿tenemos el valor para despojarnos de nuestras creencias y prejuicios
errados? ¿Tenemos una actitud abierta al diálogo? ¿Somos capaces de actuar en
consecuencia a los sentidos de vida que descubrimos? Dar respuestas acertadas a
estas interrogantes nos abre el camino a la reflexión y a un hacer adecuado.
Consultoría
y Asesoría Filosófica Obed Delfín
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
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