Kentukis[1]
nos inserta en el mundo de la técnica y la tecnología, dónde ambas como criaturas
emancipadas hacen todo lo posible para sobrevivir terminando por dominarnos y convirtiéndonos
en sus súbditos; han terminado por atraparnos.
En
la novela de Samanta Schweblin se plantea la «astucia de la técnica»[2] que
a imagen de un Golem se conduce a metas diferentes a la que originariamente le
habían sido trazadas ejerciendo sobre nosotros su poder de dominación.
La interpretación
sobre la astucia de la tecnología y la técnica considera que éstas son la causa
de la «refrigeración de lo social»[3], que
consiste en el enfriamiento y congelamiento de nuestras relaciones interpersonales
debido al aislamiento provocado por ella mismas. Tal crítica señala que éstas nos
han llevado a la pérdida de las solidaridades humanas y comunitarias, que
constituyen la especificidad de las sociedades históricas, al abandonarnos unos
a otros.
La
crítica del siglo XX y XXI a la tecnología, es que gracias a ésta el aislamiento
humano se ha convertido en la característica de los habitantes de las ciudades contemporáneas,
lo cual ha contribuido al encierro en nosotros mismos, fundamento de las sociedades
solitarias de hoy día. En medio de toda esta tecnología nos hemos terminado por
convertir en sujetos asociales, es la opinión que prevalece cuando se alude al detrimento
social causado por la cibercultura.
Para
Maffesoli, y esto lo apreciamos en Kentukis, se produce una inflexión dentro de
la cibertécnología, la cual consiste en que lo arcaico social se manifiesta en ella.
En el ciberespacio apreciamos los afectos y recreaciones de los vínculos sociales,
el arcaísmo social pervive dentro y se refuerza dentro la misma técnica a
niveles sin fronteras. Los vínculos sociales siguen interactuando en el
ciberespacio como formas de relación, Facebook y WhatsApp son sus expresiones
más resaltantes. En el caso de Kentukis son esos aparatos homónimos.
En
el ciberespacio se establecen nuevas formas sociales de relaciones, donde lo
arcaico nos remite a las características primarias de nuestra naturaleza de los
vínculos sociales manifestados en la capacidad de fantasear e intercambiar
socialmente. En el caso de los Kentukis se construyen relaciones a partir de lo
inmaterial, en un imaginario desarrollado en el cuerpo de las redes sociales; es
una realidad inmaterial, una ficción a manejar.
Las
redes sociales han generado una nueva sociabilidad, han conformado nuevos sitios
comunitarios, un nuevo «reencantamiento del mundo» dice Maffesoli. Cada día hay
más usuarios en las redes sociales, que buscan un espacio de expresión e intercambio,
allí se dan todas las manifestaciones humanas. Se difunden en estas redes
sociales: los problemas y las inquietudes personales, las creencias y las
dudas, se buscan amantes, se difunde pornografía casera, manifestaciones
artísticas, noticias, mentiras… En realidad, se busca al otro.
Toda
esta trama constituye la búsqueda de vínculos sociales, según el interés de
cada quien. En esto hay tipos de sociabilidad, en oposición a la idea racional
y demasiado rígida de lo que es social o en oposición a lo social
institucionalizado. La sociabilidad en el ciberespacio restituye la dimensión
simbólica de la existencia y acentúa el hecho de que la sociedad se basa en el
valor de las cosas que no tienen necesariamente un precio. Con todas las
consecuencias que esta socialización posee.
El
arcaísmo social en las redes sociales se expande cada día, es un
acontecimiento. Lo arcaico de buscar a los otros para relacionarnos es lo que
obra en contra del aislamiento de la tecnología y del congelamiento social. Lo
que se da en este acontecimiento social un lugar horizontal por la fusión entre
la tecnología y el arcaísmo social, al ser un lugar que establece vínculos
entre iguales.
Facebook
remite a una horizontalidad donde podemos intercambiar con y entre otras
personas, aunque se ejerce el dominio vertical en la censura avalada por unas
normas comunitarias del propio sitio web; o se abren blogs u otros instrumentos
para publicar sin que haya un jurado que juzgue previamente lo publicado. De
allí que haya expresiones como «este es mi facebook o este es mi blog y publico lo que quiero».
Hacer
conocidos e intercambiar en las redes sociales despliega nuevos roles de social,
donde lo intempestivo e inatrapable encuentran una nueva actualidad en la
cibercultura, que permite convertir la propia vida en algo otro que impregna la
totalidad de la existencia social. Cualquiera dice búscame en facebook o en
instagram como antes decían que lo buscaras en la calle tal o en el barrio tal.
Este acontecimiento de-construye la forma social existente hasta ahora e impone
otra forma.
Esto
es lo que ha estado sucediendo. Podemos sin demasiadas dificultades encontrar
gente afín a nuestros intereses por la variedad de gustos —sexuales, musicales,
deportivos, consumistas, religiosos, filosóficos— encontraremos allí quien le
dé «me gusta» a lo que publicamos.
A
partir de esto generaremos una comunidad social como instinto básico de todo
humano. Hay en las redes sociales un hormigueo cultural y a partir de éste
vamos elaborando intercambios, donde lo que se va instituyendo se burla de lo
instituido. En este nuevo entramado se ponen en juego nuevos vínculos, pues en
el ciberespacio cualquier cosa tiene su espacio. Es el crisol de una nueva y
vieja vida social.
En
el caso de Kentukis la historia termina desgarrada, pero asimismo se ocurre en
lo social instituido. Lo que percibimos en la novela de Schweblin es que nos
aferramos a ese arcaísmo social que busca del roce, del intercambio aunque éste
termine en desgracia, que es buena parte de la historia social de las personas.
Consultoría
y Asesoría Filosófica Obed Delfín
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
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