Nuestro hacer debe representar un constante movimiento por llevar
un modo de vida armónico y lograr la tranquilidad de espíritu. En este intento debemos
encontrar la claridad en el modo de relacionarnos con nuestro modo de vivir.
De la vida debemos tomar el principio de lo que es bello y armónico,
porque nuestro hacer y los modos de pensar deben responder a una proporción que
exprese el bien y la belleza. Así nuestro vivir tenemos que organizarlo según
una recta proporción entre trabajo, descanso y contemplación.
Es necesario, entonces, descubrir cuál esa proporción que
necesitamos para llevar adelante nuestro pensar-hacer. Para hallar el camino
correcto hacia esa proporción debemos hacer uso de los sentidos y de la
reflexión discursiva; este buen cocimiento nos proveerá de un saber
especulativo para asumir los cambios.
Debemos observar cuáles son nuestros patrones de vida y del uso
del tiempo que poseemos o de cuáles hacemos uso. Para tener un indicio de la
calidad y del desempeño en nuestro vivir. Tenemos que saber cuánto tiempo
dedicamos a pensar, a ejecutar, a controlar, pues nos transformamos según las
maneras y proporciones en que organizamos nuestra vida.
Tenemos que poseer instrumentos adecuados para cuantificar
la realidad de lo que hacemos, evaluar nuestro hacer y la calidad del mismo. Es
necesario recordar que para la adecuada toma de decisiones debemos disponer de
un conocimiento y una información de calidad.
En nuestro hacer debemos determinar cuál es la proporción la
calidad del liderazgo que dedicamos a las respectivas labores. Debemos saber
cuántas personas están a nuestro cuidado, cuántos resultados favorables
obtenemos, cuánto aprendizaje damos y recibimos. Porque lo bello y lo bueno en
la vida responden a los principios de la proporción armónica.
Debemos conocer si medimos cuantitativamente nuestro
desempeño; si nuestro entorno revela orden y armonía; si el tiempo empleado
refleja las prioridades de nuestra gestión estratégica; si existe en nuestra
vida un clima armónico; si respetamos y producimos una adecuada calidad de vida.
Debemos estar atentos por sentir el clima de armonía que
reina en nuestra casa, en nuestro trabajo, en el entorno donde nos
desenvolvemos. Observar si las personas se saludan, el orden en que las
personas desempeñan sus actividades, el cuidado de los detalles. En fin,
observar si hay belleza y orden en nuestro entorno, pues éstos son una clara
señal de la calidad de vida que tenemos y nos rodea.
CONSULTORÍA Y ASESORÍA
FILOSÓFICA
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