Uno oye a mucha gente, particularmente jóvenes, ufanarse de
ser impacientes o de su impaciencia, de querer y hacer las cosas para ya o para
ayer. Algunos por ser impacientes se llaman proactivos (palabra un tanto
ridícula) y se enorgullecen de esa irreflexiva y frenética actividad creyendo
que es algo propio de la juventud. Algo de admirar, todo lo contrario.
Si la impaciencia no se atiende, y por lo general no se
atiende porque se piensa que es la actitud propia del niño o del joven, además
los padres están atareados en la necesidad por sobrevivir, que no les da tiempo
de atender a nada más que a eso o por ignorancia, ésta se va convirtiendo con
el pasar de los años en una forma inadecuada y termina por convertirse en diversos
trastornos nerviosos, lo que la gente llama sufrir de nervios, ser nervioso o
vivir estresado.
Es en la edad adulta y más allá donde la impaciencia
comienza a pasar factura, ya que la persona no puede mentalmente reprimirse y
al no tener la capacidad de esperar se pone nerviosa y no consigue calmarse;
por lo que ese estado llega a convertirse en algo enfermizo con las
consecuencias que esto acarrea en la persona y en su entorno.
La impaciencia se transforma en ansiedad a medida que pasan
los años y cuando las situaciones se complican existencialmente, lo que termina
configurando un cuadro de ansiedad y depresión. Además, la ansiedad se ve
agravada si se da una situación de falta de afecto, más propia en los ancianos.
(https://es.wikipedia.org/wiki/Ansiedad).
Es necesario estar atentos a la impaciencia en el niño y en
el joven para que él aprenda a educar y gobernar esta condición. Hay terapias
para ello, pero si el cuidador no se da cuenta de esa condición la misma se va
agrandando y convirtiéndose en una enfermedad nerviosa. De esa manera, llegan a
ser personas adultas y ancianos carcomidos por la angustia permanente al no
saber controlar los nervios.
La persona ya en edad avanzada se deteriora más rápidamente
al vivir en un permanente estado de impaciencia y ansiedad, que lo hace estar
una situación de angustia y aflicción. Por lo cual vive con un sentimiento desagradable
y síntomas de tensión, sino se relaja es propenso a todo tipo de daños
cerebrales y cardíacos.
La impaciencia es necesaria gobernarla para que después no
se convierta en ansiedad y en trastornos nerviosos, aprender a tener fuerza de
voluntad para contenernos al momento de desear algo, al estar en lugares
públicos moderar nuestras acciones, es para aprender a desarrollar la paciencia
antes de llegar a la etapa de la medicación.
No debemos confundir la impaciencia con la perseverancia o
la constancia en el hacer. La perseverancia es la “firmeza en nuestro proceder
a la hora de realizar una determinada tarea o incluso en nuestra forma de ser
en general” (https://definicion.de/impaciente/)
La persona perseverante se mantiene firme y constante en su hacer pero no está
agobiada por los nervios que produce la impaciencia.
Consultoría
y Asesoría Filosófica
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
Email: coasfiobeddelfin@gmail.com
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