“Cuando el gato no
está, los ratones bailan”
Refrán
Todos soñamos con tener algún día un buen jefe. En vez de
tener ese sueño ¿por qué no realizamos ese sueño y somos nuestro buen jefe para
con nosotros mismos? Seamos para nosotros mismos el directivo excelente, el
jefe perfecto que hemos soñado, aquel que supervisa de manera reflexiva y
productiva nuestro pensar-hacer.
Al ser nuestro jefe debemos darnos ánimos con una simple
mirada, sin necesidad de gritarnos para hacernos respetar. Simplemente debemos estar
ahí dispuestos para nosotros mismos, para que con nuestra presencia sea
suficiente para ocuparnos de lo que nos corresponde hacer.
En muchos textos y manuales hemos leído que para ser un buen
jefe es necesario saber delegar[1]. Debemos
aprender a delegar en lo referente a la organización del trabajo que tenemos
que hacer y de las tareas que nos proponemos realizar. Debemos, así mismo,
evaluar la valoración y la autonomía de los que colaboran con nosotros. Un
aspecto muy importante es saber elegir nuestros colaboradores, si quieres le
podemos dar el nombre correcto: amigos.
Además, de elegir y tener los colaboradores correctos es muy
importante el saber estar ahí para con nosotros mismos, esto es, el supervisarnos,
el vernos a nosotros en lo pensamos y hacemos. Porque nosotros somos lo más
importante en esta empresa que es nuestro vivir.
Si estamos hablando de ser nuestros propios jefes ¿cómo
podemos hablar de delegar? ¿Delegar qué? Muchas veces nos tomamos «las cosas a
pecho», queremos hacer todo como si nadie más pudiese hacer lo que nosotros
hacemos. Entonces, ¿qué tiempo tenemos para ser nuestros jefes? Si estamos
intentando resolver el vivir de los demás. Que cada quien resuelva su vivir, que
haga lo que le corresponde hacer. Somos colaboradores unos de otros. No podemos
vivir por el otro.
Si deseamos ser nuestro propio jefe nuestra actitud se debe adecuar
al contexto, esto es, a las circunstancias. Por ejemplo, ya indicamos que
debemos aprender a delegar, pues con esto conseguimos fortalecer y conservar de
manera productiva nuestro pensar-hacer. Por tanto, debemos calibrar nuestro
hacer y el tiempo que dispones para efectuarlo según la importancia de cada
tarea.
Cada cosa a su tiempo. No podemos malgastar nuestro tiempo,
porque eso quiere decir que malgastamos nuestro pensar-hacer. Muchas veces nos movemos
inútilmente de un lado para otro aparentando que estamos saturados de haceres,
esto provoca un estrés improductivo en lo personal y en las personas que nos rodean.
Si agotamos a los demás éstos dejan de ser nuestros colaboradores. Por tanto,
debemos a administrar nuestro pensar-hacer, hacerlo productivo para con
nosotros y los demás.
Tenemos que aprender a ser eficaces cuando es necesario y resolver
los problemas en su momento. No podemos dejar las cosas al abandono, porque éstas
se acumulan y comienzan a ganar intereses. De aquí, lo relevante de aprender a
distinguir lo importante de lo urgente. Ser eficaces es saber emplear la justa
medida de nuestra energía en resolver algo. Mucha gente emplea más energía de
la necesaria, a la larga eso cansa y agota. La justa medida recomendaba
Aristóteles.
En esto de ser nuestro propio jefe, debemos ser buenos y
eficaces observadores. Debemos ser siempre un buen observador para estar atentos
a las novedades que se dan en nuestras circunstancias. Recordemos que la
mayoría de éstas están más allá de nuestro alcance. Las situaciones de nuestro
entorno varían y, por tanto, nuestro enfoque debe variar. Para atender adecuadamente
esas variaciones es necesario ser un observador atento.
Debemos aprender a reaccionar de manera apropiada. Esto
quiere decir en el momento oportuno y con la actitud adecuada con vista a
resolver la situación que se presenta. Ni muy pronto ni muy tarde. En el
momento oportuno. Si llevamos esta justa medida en nuestro pensar-hacer
produciremos una cooperación armónica, la cual será muy beneficiosa. Será una
inversión provechosa a corto y largo plazo.
Debemos tomarnos uno o varios descansos regularmente para oxigenar
nuestro pensar-hacer. De esta manera, nos informamos sobre qué esta pasando a
nuestro alrededor y cultivar nuestras relaciones sociales. Los intercambios
interpersonales cuando son adecuados son muy productivos. Además, es importante
decirle a los demás las cosas que estamos haciendo, es decir, darnos
publicidad. Hacer marketing personal.
No hagamos como que trabajamos porque esto siempre se nota.
La gente percibe lo falso. Y así nunca podremos ser el jefe de nosotros mismos.
Si vamos a ser nuestro propio jefe debemos ser sinceros y auténticos, no
falsos. Por ello, no aparentemos que estamos desbordados, eso solo es una
muestra de ineficacia. Por el contrario, debemos preservar una actitud firme, benévola
y estimulante para mantener presente nuestro pensar-hacer.
De esta manera, llegaremos hacer el jefe que hemos soñado.
Pero, entiéndase, nuestro propio jefe; y así ofreceremos lo mejor de nosotros
mismos sin fanfarronear.
Referencias:
Blogger:
http://obeddelfin.blogspot.com/
Academia.edu: https://ucv.academia.edu/ObedDelf%C3%ADn
Twitter:
@obeddelfin
[1]
En este artículo hemos tratado el tema del delegar: https://obeddelfin.blogspot.com/2019/05/aprender-delegar-consultoria-y-asesoria.html
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