Muchas veces practicamos el rechazo a comprender como algo
intencionado. En particular, me parece una actitud inadecuada al fin de nuestro
vivir, porque nos negamos a ver otras perspectivas. Este rechazo debe provenir
de una actitud terca. Algo muy diferente a ser tenaz, y esto debemos tenerlo en
cuenta, pues dan ambas actitudes resultados muy diferentes.
Si nos negamos a comprender algo por la mera negación
seremos tercos. Por el contrario, si dedicamos largo tiempo a intentar
comprender algo que nos resulta dificultoso entonces tenemos paciencia y
tenacidad. De allí que podamos perseverar en nuestra actividad profesional o personal.
La perseverancia infunde respeto en nosotros y en los demás,
ya que por medio de ésta conseguimos alcanzar nuestras metas. Al ser tenaces no
tendremos en cuenta las horas ni el cansancio para lograr lo que nos hemos
planteado. La terquedad, en cambio, al ser una actitud ciega puede contribuir a
que abandonemos nuestros proyectos a pocos metros de la meta. Son actitudes diferentes
que deben darnos que pensar.
La paciencia para conseguir lo que nos hemos propuesto debe
unirse a la tenacidad, para que sea un conjunto exitoso de actitudes. En este
sentido, nuestro lema sería «No abandonemos nunca». No obstante, nuestro lema
no puede convertirse en una actitud terca, porque sería una actitud ciega. Debe
ser, por el contrario, una actitud reflexiva.
Que seamos pacientes y tenaces en todo lo que emprendemos no
puede ser confundido con una actitud terca, que se empeña en no abandonar
nunca. Acá entra nuestra reflexión, con la cual analizamos y evaluamos el
conjunto de circunstancias que se van produciendo y que nos permite realizar
variaciones a nuestro proyecto.
Esa reflexión analítica nos debe convertir en un sujeto prudente.
La cual evita que nos convirtamos en «un cabeza loca» y en sujetos
desventurados. Recordemos que el sabio es el sujeto prudente, pues nuestro
hacer siempre debe servirnos de lección.
Para ello debemos convertirnos en buenos observadores de
nuestro entorno y de nosotros mismos para tomar el conjunto de precauciones
necesarias. De esta manera, evitamos ponernos en peligro inútilmente. Pues inspeccionamos
y analizamos todos los azares que se dan en nuestras circunstancias.
Ser prudente suele evitarnos problemas, conflictos y
accidentes innecesarios. Sin embargo, muchas veces por falta de prudencia terminamos
conformando nuestro saber y experiencia cogiendo directamente con la mano la
brasa ardiendo, para así darnos cuenta de que ésta quema. Un mecanismo bastante
extraño y doloroso si a ver vamos, al no contar con la prudencia necesaria como
regla de vida.
O como dice el dicho popular «nadie escarmienta en cabeza
ajena» y muchas veces es por nuestra terquedad. Que antes hemos indicado que es
una actitud ciega. ¿Cuántas veces hemos sido imprudentes y con cuáles
consecuencias? En cambio, ¿cuántas veces hemos actuado de forma prudente?
Al hacer uso de la prudencia es poco probable que cometamos
errores graves. Al hacer uso adecuado de los sentidos y ser prudentes podemos
tener posibilidades de ser más exitosos. Muchas veces somos de naturaleza
intrépida e imprudente y por eso tienen que advertirnos sobre todo, para que
aprendamos y nos protejamos de los peligros.
Muchas veces que tenemos que hacer uso de nuestro instinto,
esa “adaptación no conceptual del animal a los problemas vitales” como lo
indica Julián Marías, para resolver los asuntos en que estamos involucrados.
Pues, hemos perdido y tenemos adormecidos muchos instintos y muchos de nuestros
sentidos en nuestra relación con los demás. Alguna veces, decimos «me daba mala
espina desde el principio» y, sin embargo, seguimos delante de manera
imprudente. Pues, el resultado ha confirmado lo que sentíamos y, aun así, seguimos
o no a nuestro instinto cuando se impuso un sentimiento de rechazo.
Solemos elegir la «razón» frente al instinto y tenemos razones
para hacerlo. No obstante, con el tiempo nos damos cuenta de que nuestro
instinto acierta muchas veces y nos guía hacia lo que es mejor para nuestra
toma de decisión. De esta mezcla de razón e instinto desarrollamos nuestra prudencia.
En el presente, debemos ser prudentes y conectar con
nuestros instintos primarios; escucharnos y confiar en nosotros. Cuando
tengamos dudas debemos fiarnos de nuestro instinto y someterlo a nuestra
prudencia. Así nuestra tenacidad se verá recompensada.
Referencias:
Blogger:
http://obeddelfin.blogspot.com/
Academia.edu: https://ucv.academia.edu/ObedDelf%C3%ADn
Twitter:
@obeddelfin
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