lunes, 1 de abril de 2019

QUIÉRETE Y ACÉPTATE POR LO QUE ERES: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Los hombres y las mujeres parece que somos los únicos en este mundo que tenemos problemas en vernos como somos. Por ejemplo, un gato no tiene ningún problema ser un gato. Es muy sencillo, los gatos no sufren de complejos, o como dice Bachelard, no sufren de simplejos. No tienen ambivalencias o conflictos con lo que son y, además, no muestran ningún indicio de desear ser perros. Todo lo contrario somos los humanos.

Lo podemos ver a diario, nosotros no logramos aceptarnos tal y como somos. Por eso sufrimos de diversas tristezas y de múltiples decepciones. Todos tenemos nuestras particularidades, pero la mayoría de nosotros estamos insatisfechos con nuestro carácter, nuestro cuerpo, nuestra posición social... Y eso nos lleva a vivir decepcionados de nosotros mismos, a vivir en un conflicto permanente con nosotros.

Por eso, muchísimos de nosotros no nos queremos, incluso nos podemos odiar. Sentimos un auto-odio, y por eso podemos ser destructivos con nosotros mismos.  Muchas veces, y es muy común, que nos gustaría ser otro, estar en otro lugar. Sencillamente no nos aceptamos como somos ni quiénes somos. Esto acarrea los males de nuestro vivir, si es que podemos llamar vivir a ese rechazo y repudio de nosotros mismos.

Aceptarnos es reconocer y valorar nuestras fortalezas, nuestras prosperidades, esto es, las capacidades que poseemos de forma individual. Esto no es pensar en la resignación y el aceptarse pasivamente, eso también es parte del odio de sí mismo. Nosotros permanentemente rechazamos quiénes somos y envidiamos en otros lo que nos gustaría ser, pero no hacemos nada. Esa envidia y pasividad es la mejor manera de ser infelices.

Por supuesto, terminaremos para nuestra autocomplacencia echándole la culpa al mundo. ¿Nos planteamos ser otro? El artista famoso, el sujeto adinerado… Sí, vivimos en el auto-desprecio, en la auto-humillación, nos flagelamos permanentemente por no vivimos en la urbanización donde vive el otro, porque no tenemos esto o lo otro. Somos y nos sentimos unos miserables. Pero, eso sí, no hacemos nada con lo que tenemos y somos. Ni siquiera nos aceptamos como el miserable que somos.

Si sabemos lo quiénes somos, conocemos nuestras fortalezas, sabemos valorar nuestras prosperidades y nuestra condición de posibilidades no se nos pasa por la cabeza imaginarnos siendo otro, ya que eso es completamente innecesario. Podemos tener referentes, eso es sano y normal. Pues eso ayuda en tanto guía, pero no queremos ser ese referente, porque es solo un referente.

Si somos unos seres llenos de auto-desprecio no podemos estar contentos y orgullosos de ser quienes somos. Nuestra actitud es de miserables. Por el contrario, si nos valoramos en la justa medida de lo que somos, hacemos, pensamos y sentimos puede parecer que tenemos una actitud altiva, y por qué no. Acaso no poseemos un valor en nosotros mismos.

Seamos con los gatos. Que son lo bastante inteligentes para sentirse orgullosos de ser lo que son. Nos complicamos la vida con inseguridades, con angustias fútiles que llamamos erradamente existenciales. Vivimos con tantos pensamientos estériles nos hacen rumiar toda nuestra existencia. Lo que, en consecuencia, nos lleva a despreciarnos; en vez de querernos por lo que somos. Y llegar a sentirnos complacidos por lo que hacemos y pensamos.

Vivimos permanentemente a disgusto con nosotros. Sin imaginar que podemos encontrarnos muy a gusto con nosotros mismos, aunque posiblemente esto debe ser algo muy difícil de aceptar para alguien que nunca se ha querido. Pero, que tampoco quiere salir de esa situación de no quererse, porque en última instancia le gusta flagelarse, verse como víctima.  

A la mayoría de las personas les gustan los gatos porque éstos se quieren a sí mismos. Tendríamos que hacer una «gato-terapia»: ver su porte, cómo se comportan, cómo asumen su naturaleza de gato y aprender de ellos a querernos.  ¿Por qué no seguimos el ejemplo de los gatos? Y así aprendemos a reírnos sinceramente y aprendemos a saber querernos. Sin tanto rollo mental.

Parece sencillo, ¡pero intentemos actuar sinceramente como lo hace el gato! Aunque sea una vez y sin temor. Posiblemente terminemos sonriendo de la desfachatez gatuna. Y cuando  estemos sonriendo, nos preguntamos: ¿Significa esta sonrisa que podemos querernos y aceptarnos por lo que somos? ¿Qué nos podemos querer en verdad? Sin que nos importen los demás.

En función de esa sonrisa, la tristeza huye. Hay que ser divertidos con nosotros, estar de novios con nosotros dijo una vez Cabral. Y así aprenderemos a conocer cuál es el camino para encontrarnos con nosotros mismos, y salir de ese abismo en que nos hemos metidos y del cual somos responsables. Que falta mucho camino que recorrer para llegar a querernos ¿Y cuál es el problema?

Aceptémonos. Para que a uno lo quieran, primero es necesario que nos aceptemos y nos queramos. Sin no nos queremos nunca seremos atractivos.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin




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