Nuestro pensar–hacer es responsabilidad nuestra,
responsabilidad de cada quien. Y aunque
esté influida por otros, solo es nuestra responsabilidad; porque la tendencia
de nuestro pensar-hacer es llegar a las cosas o señalar hacia ellas. Si nos
miramos en nosotros mismos, nos damos cuenta que somos un conjunto de
cualidades, de rasgos de personalidad, tendencias, limitaciones y así
sucesivamente.
Todo nuestro pensar-hacer está marcado por nuestra
identidad concreta, y nos olvidamos que esas cosas pueden definirme o no. Por
eso, nos resulta sorprendente que la libertad nos ponga nerviosos, por cuanto
ésta es comprometedora. Porque aunque anhelemos la libertad resulta bastante
difícil pensar por nosotros mismos, y en esto en parte se basa ser libre. Pues,
somos lo que decidimos ser.
Darnos cuenta de la extensión de nuestra propia
libertad es vernos sumido en una ansiedad. Que es una inquietud presente sobre
nosotros mismos, sobre nuestras decisiones, sobre nuestro hacer, esto es, sobre
nuestra propia existencia. No se trata de un miedo en particular, como tratan
de vender algunos gurús.
Cuanta más libertad de pensar-hacer tenemos peor es la
ansiedad que sentimos. Podemos contactarlo en quienes han emigrado, en el acto
de emigrar confluye el acto de hacerse cargo de sí mismo; y esto produce mucha
inquietud. Más allá de la incertidumbre del lugar que no conocemos aún.
Esa inquietud comienza a disminuir cuando nos anclamos
junto al borde de lo que todavía no conocemos: personas, lugares, relaciones.
Al anclarnos a algo nos aseguramos un lugar estable y seguro aunque sea junto
al precipicio de lo incierto, y nuestro vértigo tiende a desaparecer porque
sabemos que no nos vamos a caer. Y esto es lo que hacemos cotidianamente.
El anclaje sustituye o disminuye nuestra libertad.
Porque no podemos ser una veleta todo el tiempo. La vida en el mundo es,
podemos decir, como llamada de la tentación, pues ésta tiende a renovar esa
resolución de la inquietud. Esa posibilidad de elegir, a imponernos unas normas
generales en nuestra vida para atenernos a ellas. Por eso, todos esos llamados
por parte de los gurús a ser libres, esconden una cierta mentira; que es la
sustitución de un anclaje por otro.
Para evitar ese problema de la inquietud generada por
la libertad, muchos de nosotros intentamos convertir nuestras decisiones en
algo a largo plazo, en restricciones de algún tipo. Hacemos actos de fe.
Incluso buscamos disciplinarnos a través de alguna práctica, un trabajo...
¿Consideramos libremente si realmente queremos hacer eso realmente? O ¿solo
buscamos un ancla que nos permita fijarnos a un algo?
Todos esos dispositivos que nos creamos funcionan porque
nos permiten fingir que somos libres, cuando en realidad nos hemos atrapados a
nosotros mismos. Sabemos muy bien que podemos dejar de ir al trabajo, o desactivar
instagram o facebook pero no lo hacemos. Disponemos esas cosas de tal manera
que se conviertan en una aparente opción no nos haga aparecer como sujetos
libres y disponible.
Recurrimos a muchos trucos semejantes, tendemos que
ocuparnos supuestamente de todo el panorama completo de nuestra libertad en
cada instante, y eso nos hace la vida extremadamente difícil. Cuando en verdad,
la mayoría de nosotros nos mantenemos
enredados en todo tipo de costumbres a lo largo de los días.
Tales ocupaciones o trucos suponen que estamos
obligados, pero son proyecciones de nuestras elecciones, de nuestro
pensar-hacer. Son, en el giro de nuestra libertad o de nuestro supuesto ser
libres. Tales fingimientos están entretejidos en nuestra vida diaria.
Nos movemos interpretando unos papeles predefinidos;
el de profesor, padre de familia, arquitecto, artista, médico... ¿A qué juego
estamos jugando? Estamos jugando a ser libres y lo hacemos con tanta eficiencia
que en verdad parecemos ser libres. Pero en este juego ¿estamos negando nuestra
libertad, nuestra contingencia?
La mayoría de nosotros nos regodeamos en este juego,
porque la vida se hace más soportable. La mayor parte de las veces esta es una
forma inofensiva, pero cuidado si puede tener consecuencias tenebrosas. Pues
nos podríamos construir una identidad inapropiada, como si en verdad fuésemos
nosotros.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
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