La ley de la atracción tal como es planteada por diversos
autores padece de in-completitud, porque tal ley expuesta de esa manera
permanece en ella misma. Se mira a sí misma y allí se queda, de allí deriva ser
una ley inconclusa. Veremos a qué me refiero cuando expreso esto.
La ley de la atracción es expuesta, entre otros filósofos
antiguos, por Empédocles[1] en
sus dos poemas conocidos: «Sobre la naturaleza de los seres» y «Las
purificaciones»; en los cuales expresa las leyes generales de las acciones del
hacer humano. Postula el filósofo agrigentino, «no hay ninguna posibilidad de
que nada nazca de lo que no existe de algún modo, y es imposible e inexpresable
que lo que es, pueda perecer»; allí donde «los hombres ven sólo una pequeña
parte de una vida que no es vida».
Nos invita Empédocles al análisis cuando nos dice «contempla
cada cosa con el intelecto; no permanezcas inerte». Se dan para el filósofo de
Agrigento «sólo mezcla y cambio de cosas entremezcladas». En las cuales existen
«los cuatro elementos
y las dos fuerzas y su eternidad».
¿Qué son y cuáles son estos cuatro elementos? Son elementos primordiales, principio
«arché» de todas las cosas. Nos señala Empédocles: «Sabe que cuatro son las
raíces de toda cosa: Zeus brillante, Hera nutricia, Edoneus y Nestis, que nutre
con sus lágrimas las fuentes de vida para los mortales (fuego, aire, tierra,
agua)».
¿Cuáles son esas dos fuerzas que manifiesta el filósofo
agrigentino? Éstas son «la funesta Discordia, separada de ellos, alrededor,
igualmente pesada, y el Amor, en medio de ellos, igual en magnitud y longitud».
Tanto los cuatro elementos como las dos fuerzas son cualitativamente iguales y
son eternas; aunque cada una tiene su valor en sí misma y un carácter distinto;
cada una predomina según su turno y en el correr del tiempo.
La eternidad de los elementos se produce en un movimiento
continuo «de unión y de separación». En la unidad convergen por la «fuerza del
Amor» o, por el contrario, son impulsados en direcciones opuestas por la
repulsión de la «fuerza de la Discordia» o in-amistad[2]. La
fatalidad del ciclo o movimiento continuo se da «por obra de la Discordia o por
obra de la Amistad».
En el párrafo anterior estamos en el objetivo principal de
este artículo, que es mostrar que si existe una fuerza de la atracción es
porque también existe una fuerza de repulsión. Que es lo que le da completitud
dialéctica a la doctrina de Empédocles. Es allí donde fallan los diferentes
autores que tratan sobre la ley de la atracción, pues la plantean como algo
unilateral.
Existe, a la vez, una doble acción de dos fuerzas
contrarias. Y es esto es importante tenerlo en cuenta. Pues, tanto nuestras
relaciones intrapersonales como interpersonales se engendran y se destruyen en
el curso del proceso de unificación o de separación, por causa de las fuerzas o
leyes del Amor y la Discordia. Ya que,
por medio de estas fuerzas procedemos a una separación en fases creciente
en la que nos distanciamos de las cosas y las personas, o procedemos a una
unión más estrecha con las personas y las cosas que nos rodean.
Cuál de las dos fuerzas prevalezca nos permitirá la variedad
de unión o variedad de distinción de las cosas. Si prevalece una progresiva
separación nuestra amistad, por ejemplo, para con alguien se disuelve y
desaparece. Si se da lo contrario, nuestra amistad se estrecha y refuerza. Esto
se da por cuál fuerza actúe con mayor vigor.
Por la ley de la atracción o «del Amor» se renueva nuestra unidad
con las personas y las cosas. La destrucción de nuestras relaciones
interpersonales o por cosas que antes deseamos se da la «fuerza de la
Discordia». La Discordia es causa de la destrucción de la existencia compartida,
el Amor es causa de una existencia re-unida, amigable.
Ahora bien, debemos atender a la doble acción de estas
fuerzas antagónicas. Pues, a menudo el Amor separa, ¿Qué quiero decir con esto?
Por ejemplo, si la fuerza del amor nos une a alguien, la misma nos separa de
otras personas. Esto es muy común cuando alguien se enamora; la persona busca
estar con quien ama, y así mismo se separa de otras personas con quien antes
andaba. Nada extraño, en verdad.
Por su parte, la fuerza de la Discordia une. Antes habíamos
afirmado que separa. Por obra de la Discordia, por ejemplo, mucha gente se une
contra alguien, muchos sujetos particulares se reúnen en una misma masa, se
reúnen en una unidad; esto lo apreciamos mucho en la política. Como enemigos
irreconciliables se unen para enfrentar a otro enemigo común. Tales fuerzas
tienen sus matices y no es, por lo general, blanco y negro.
La atracción de los semejantes está animada por la fuerza de
la atracción. De este modo, las personas que están dispuestas a mezclarse se
desean recíprocamente impulsadas por el Amor (no es necesariamente amor sexual,
sino filia). Tomemos el caso de personas que gustan del mismo tipo de música o
que tienen gustan semejante por algo, tienden a buscarse, a reunirse. Pero
asimismo se alejan de otros que consideran desemejantes.
Cuanto más diferimos de alguien por gustos y deseos no
compartidos, se produce entre ambos la In-amistad; acá actúa la fuerza de la
Discordia, que es una separación, un distanciamiento. Nos dice Empédocles, «lo
dulce se aferra a lo dulce, y lo amargo se precipita sobre lo amargo, y lo
ácido busca lo ácido y lo cálido se agrega a lo cálido».
El Amor lo atribuimos a la atracción de los
semejantes, la antipatía se la atribuimos a la Discordia. Y como hemos dicho,
al haber una dialéctica se da una contradicción, la cual consiste en que lo que
lleva a la unión de unas partes produce la separación de otras. La fuerza de la
Discordia y del Amor, da lugar principalmente a la mezcla de los semejantes, pero
no excluye la mezcla de los desemejantes, en esto consiste la unidad del todo.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
[1]
Ver. Rodolfo Mondolfo. El pensamiento antiguo, Libro I, Buenos Aires, editorial
Losada, 1959.
[2]
Rodolfo Mondolfo, Fragmentos 17 y 26.
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