Cuando asumimos, consciente o inconscientemente, una
mentalidad fija corremos el riesgo de necesitar demostrar a los otros y a
nosotros mismos nuestra capacidad. Cuando esto sucede la mentalidad fija se
convierte en un obstáculo, porque nos impone límites. Ya que nos impedimos
abrirnos para probar y experimentar nuevas situaciones y nuevos conocimientos.
De la forma como reaccionamos ante nuevas circunstancias nos
puede dar pistas para saber si hemos asumido esta mentalidad fija, porque ella nos
bloquea el paso hacia lo desconocido.
Cuando nos acercamos a algo que no entendemos o nos
enfrentamos a algo imprevisto o inexplicable tendemos al control. A ser pasivos
a lo que ya conocemos y sabemos; abandonamos de este modo todo nuevo accionar y
el análisis de las cosas. Recurrimos, muchas veces, al pensamiento catastrófico
en el cual asumimos que todo irá peor. El asunto, en realidad, es que buscamos
evadir la circunstancia desconocida.
Ante la incertidumbre nos planteamos estar ocupados o
buscamos aplicar soluciones rápidas. Pero, en verdad, lo que tenemos es un nudo
en el estómago, el corazón nos va a mil por hora; sentimos la boca seca y
estamos atónitos. Estas son reacciones viscerales comunes que acusan nuestro
desconcierto.
Nos sentimos como si nos hubieran quitado el piso. Estamos
en el aire. Nada sólido hay en lo cual apoyarnos. Estamos desorientados,
confundidos, aterrorizados y con sensación de pánico. Todas nuestras
sensaciones de control, esto es, sentimiento de dominio, voluntad, autonomía se
han esfumado.
Por tanto, nuestra sensación de bienestar ha desaparecido.
De este modo, aumenta nuestra percepción de inseguridad, lo que incrementa nuestro
nivel de estrés. Por el contrario, cuando tenemos la percepción de autonomía y
control aumenta nuestra sensación de seguridad y se reduce el estrés. De allí
que tendemos a la mentalidad fija.
Con la mentalidad fija, y con ella el control, surge un
mecanismo de defensa contra el no saber; el cual es el principio de nuestras
incertidumbres, de nuestras confusiones. Cuando la confusión hace su aparición
con nuestro mecanismo de defensa buscamos atisbos de seguridad y queremos ejercer
más poder, ser más tajantes y autoritarios.
Nos presionamos más a nosotros mismo para encontrar algunas respuestas
que nos den seguridad. Hacemos lo que sea por no sentirnos incómodos, tal vez,
por eso se recurre en muchos casos al alcohol. Tratamos de racionalizar nuestros
sentimientos para poder controlarlos. Todas estas son búsquedas de seguridad y
control.
Cuando nos enfrentamos a una situación sin fundamentos
sólidos una de nuestras reacciones básicas es alejarnos; puede ser de los
amigos, de nuestros sentimientos… Buscamos aislarnos en nuestra preocupación o,
en el peor caso, en nuestra depresión. Aquí nos aborda el pensamiento
catastrófico, en el cual exageramos las consecuencias de un problema y damos
por hecho el peor de los escenarios
posibles.
Nos disgusta tal experiencia y pensamos que no somos capaces
de superarla, ni que podemos hacer nada por cambiarla. Nuestra reacción, por lo
común, es que nunca saldremos de esa situación; todo está perdido y no podemos
pensar con claridad. Nos sentimos paralizados, más por el miedo que por la
falta de tomar decisiones. Por el contrario, tomar decisiones promete una
gratificación.
Cuando estamos agobiados estamos bajo la perspectiva de
parecer incompetentes y sucumbimos a la presión de actuar. Nuestra resistencia se
manifiesta en rechazar la situación presente, en vez de abordarla. Esto se da
como una reacción a lo desconocido y a la pérdida de confianza. Le pasa a todo
padre, cuando el adolescente se manifiesta con todas sus circunstancias
personales.
Nuestro no saber se hace amenazador. Mucho más cuando el
límite es que no sabemos a dónde vamos a adentrarnos. Y allí nos decimos como
medida de autoprotección: ¿Qué tiene de bueno no saber tales cosas? No le veo ninguna
ventaja a la ignorancia. Mejor es diablo conocido que santo por conocer, dice
un dicho. Esto es para no enfrentarnos a esa situación confusa y difusa.
La ausencia de conocimiento que existe en el no saber es un
espacio lleno de potencial. El problema con la mentalidad fija es que nos da
mucha seguridad, y a menudo nos reduce las oportunidades que están presentes en
las nuevas circunstancias del no saber. Además, que nos puede mantener
permanentemente en una actitud defensiva y estresante.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
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