En la consecución de nuestros deseos y proyectos hemos visto
que aparecen diversos obstáculos. Según la envergadura de éstos la situación
puede ser o más fácil o más difícil. Cuando las dificultades son muchas y
grandes se nos hace cuesta arriba resolverlas, al no llegar a resolverlas
satisfactoriamente nos embarga la decepción; pues no todo es color de rosa.
En muchos casos nos falla la fuerza de voluntad y pensamos
desistir o abandonar aquel proyecto que nos propusimos realizar. Las
adversidades son muchas, pueden ser propias, ajenas, propias de las circunstancias
externas en las cuales no podemos influir y en este caso las padecemos, en
tanto sujetos receptores.
En el caso de las decepciones debemos formularnos un
conjunto de interrogantes, así como las hemos planteados para los deseos,
proyectos y obstáculos. Porque las preguntas son fundamentales para encauzar
nuestro pensar-hacer en la vida. De esta manera, en primer término, si no conseguimos
hacer realidad nuestro deseo o proyecto ¿cómo
nos sentiremos y cómo lo gestionaremos? Acá está en juego nuestro factor
emocional y racional, de ambos depende como gestionaremos esta situación.
De la anterior interrogante se deriva esta ¿Cómo encajaré el no alcanzar una meta o un
objetivo? Cómo nos vamos a sentir al respecto, e insisto, este sentir es
tanto emocional como racional; casi siempre nos sentimos mal anímicamente
porque no pudimos concretar una meta planteada o nos molesta haber fallado en
un cálculo racional.
Además, debemos considerar: ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de renunciar a mi deseo o
proyecto? O ¿cuáles son los
inconvenientes de renunciar a los mismos? Buscamos los pro y los contra
de nuestra decisión. Si decidimos abandonar nuestro deseo o
proyecto, entonces debemos preguntarnos ¿Qué
planes tenemos para cuando desistamos de intentar alcanzar ese deseo o proyecto?
Algo tendremos que hacer luego de esa decisión.
Los malestares sea por metas o proyectos fallidos, por lo
general, nos hacen sentir desamparados, nos arropa un sentimiento de fracaso.
En este caso, debemos preguntarnos ¿Con
quién contamos para que nos ayude a gestionar las decepciones que generan los
fracasos? No toda persona es apta para ayudarnos, aun cuando la misma tenga
la mejor disposición de hacerlo. ¿Con
quién he hablado sobre el tema? Por esta razón, esa persona en que pensamos
¿tiene claro por qué y cómo puede
ayudarme? ¿Sabe cómo ayudarme? Debemos recordar que, a veces, es peor el
remedio que la enfermedad.
Todo fracaso o proceso fallido debe encarnar en nosotros un
aprendizaje. Ante una meta no alcanzada debemos nos interrogamos si ¿estamos dispuestos a aprender nuevas
estrategias? Porque si vamos a insistir en el mismo procedimiento
obtendremos los mismos resultados. De aquí que me debo preguntar si ¿estoy dispuesto a cambiar mi forma de actuar? En caso que la
respuesta sea un no, es mejor no seguir adelante porque solo acumularemos
fracasos.
Cuando fracasamos en un deseo o proyecto, como un mecanismo
defensa natural, lo primero que pensamos es abandonar nuestro deseo o proyecto.
Acá debemos detenernos, respirar acompasadamente y formularnos las siguientes
preguntas: ¿Por qué quiero abandonar lo
que deseo? Tengo que buscar razones válidas. Porque en la mayoría de los
casos, tal intento de abandono solo se debe al malestar que nos produce no
conseguir un resultado feliz. Y todo huimos de los resultados infelices. Aunque
es válido el argumento no justifica abandonar ni nuestro deseo ni nuestro
proyecto. Porque es solo un mero malestar.
En medio de la búsqueda de razones válidas nos debemos
preguntar: ¿Podemos cambiar algo antes
de abandonar? Si la respuesta es afirmativa, hay mucho por hacer. Ya que
volvemos abrir el conjunto de posibilidades. Aparejada a esta pregunta se
generan las siguientes: ¿Puedo encontrar un enfoque distinto?
Tal vez, algunas sugerencias pueden ser necesarias para
mantener el compromiso asumido con nuestro deseo o proyecto:
·
Seamos realistas con los recursos que contamos;
por ejemplo, ni el dinero ni el tiempo no son elásticos o infinitos.
·
Aprendamos a gestionar el tiempo.
·
Trabajemos eficaz y eficientemente.
·
Demos
prioridad a lo que necesitamos hacer: “Primero es lo primero”
·
Mantengamos la concentración en lo que hacemos. No
permitamos que nada nos distraiga.
·
Hagamos una cosa a la vez, siempre que sea
posible. Porque es la mejor manera de dedicarle toda nuestra atención.
·
Evitemos a las personas tóxicas, manipuladoras,
esas que llamamos negativas. Evitemos trabajar con ellas.
·
Escuchemos de manera efectiva los consejos necesarios.
Además de solicitarlos cuando sea necesario.
·
Tengamos decisión para la toma decisión y permanezcamos
en la consecución de nuestro deseo y proyecto.
Referencias:
Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
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