Aunque nos
resulta difícil introducir cambios vitales en nuestra vida esto no es
imposible. Muchas personas han demostrado que es posible, ellas han puesto
orden y equilibrio en su vida emocional y reflexiva. De esta manera, podemos
llevar una vida más feliz y plena. Dedicar más tiempo a la familia, a los
amigos. Tener más contacto con la naturaleza y con nuestra comunidad. Disfrutar
de los placeres de la vida cotidiana.
Todos podemos
tomar la decisión de hacer los cambios que deseamos para tener una vida llena
de sentido. Solo es cuestión de invertir en ello para conseguirlo. Dijo
invertir porque esto nos dará muchos dividendos. Las menudencias que nos
abruman en la vida son fáciles de superar, requieren del tiempo para establecer
las prioridades, definir lo que es importante, lo que es urgente y que es
inútil. Esto nos producirá una gran satisfacción.
La adicción a las
cosas inútiles e improductivas es difícil de superar, porque proporciona una
perversa forma de gratificación. Además, la concepción ambigua y amorfa de la
vida nos ha conducido a creer que hay virtud en cualquier cosa, con
independencia de los resultados que logremos. Por ello, nos permitimos una vida
sin sentido y significados.
No obstante,
podemos conseguir ser sujetos inteligentes y productivos, cuando nos centramos
en una ética de la existencia. Tenemos que centrarnos en los resultados
eficaces y morales, que aporten dignidad a nuestra existencia. Por el
contrario, muchas personas se enfocan en lo banal y fútil, allí derrochan su
vivir. La diferencia es notable cuando adquirimos una vida de sentido, a estar
ubicados en un punto X como dice Heidegger. Pues, ganamos el equilibrado estilo
de vida que estaremos en condiciones de llevar.
Aquí se
encuentra la raíz del problema. Porque, muchas veces, no somos capaces de
valorar correctamente nuestro pensar-hacer. En efecto, sobrevaloramos las
futilidades de la vida e infravaloramos el ser del sujeto. Esto se debe años de
vivir extraviados de nosotros mismos, de estar fuera de nosotros. De creer que
el conocimiento de nosotros mismos es asunto de tontos.
La cuestión de
nuestro pensar-hacer, es decir lo que nosotros somos, tenemos que abordarlo hasta
que nos pongamos en el lugar correcto. Aunque hay mucho oropel que se deriva de
la vida improductiva y fatua, existen más efectos perniciosos que tendemos a
pasar por alto. Pues no entendemos que nos sucede en esos conflictos personales
que nos arrastran sin darnos cuenta qué es lo que sucede. Una de las cosas más
tristes, es que pasamos la vida perdiendo la vida. No nos procuramos a nosotros
mismos. Nos distraemos en el comer, en beber, en trabajar, y hasta el amor nos
convierte en miserables. Este es el motivo por el que nos hacemos a nosotros mismos
y al otro tan desdichados e infelices.
Mantenernos
ocupados en las inutilidades del vivir es, en última instancia, un refugio que
delata nuestra improductividad y nuestra insatisfacción. En esta condición,
tenemos la necesidad de perdernos la vida hasta que aquella se convierte en una
obsesión. Por tal necesidad, ansiamos más emociones, más aventuras, más
satisfacciones, pero todas estas cosas
tienen su origen en nuestras vanidades que contribuyen a que tengamos una peor calidad
de vida.
Nos ufanamos
de nunca tener tiempo. Esto nos hace sentirnos importantes, porque le queremos
mostrar a los demás que somos algo en la vida. Tal vez, solo seamos miseria.
Nos convertimos en adictos a lo fútil a lo carente de sentido. Pero no admitimos,
por nada del mundo, que tenemos problemas por el exceso de lo banal. Probablemente
este problema sea mucho más grave de lo que nos gustaría reconocer.
Nuestra vida
se constituye en un caos y estrés. Ya que ésta no tiene ningún ¿Qué sentido
tiene estar en este mundo si llevamos una vida caótica y estresada? Aparte de
eso, ¿Qué pensamos hacer cuando la vida está en una crisis permanente? Tal vez,
la muerte se anticipará.
En la vida es
preciso que aprendamos a construir las cosas que son más importantes para
nosotros. Una vida plena, relajada, feliz y satisfactoria viene determinada por
lo bien que vivimos. La vida merece ser vivida; no estar moribundos en ella.
Parte de
nuestra insensatez nos lleva a esperar que el futuro nos brinde lo que ahora no
hemos edificado. Queremos que el futuro sea mejor que nuestro presente ¿Qué
hacemos para ello? Tenemos que vivir en presente pleno, para sembrar para un
futuro igual. Debemos disfrutar de lo que ahora tenemos, pensando que la vida
la construimos nosotros con cada día que hacemos. No podemos esperar encontrar
en el futuro valores, tesoros y talentos que hemos derrochado, perdidos y
olvidados por nuestra vida llena de insensatez.
Debemos
construir una vida de sentido y significados para disfrutarla hoy y mañana. Pues,
la vida regala mucho cuando hemos sembrados virtudes y fortalezas.
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