Zelinski dice
que los adictos al trabajo suelen ser trabajadores poco productivos. Para estos
adictos el trabajo resulta ser lo mejor que se ha inventado para ayudarles a pasar
la vida. Pues, si el trabajo tendrían una vida más complicada. Ya que los
adictos al trabajo necesitan estar siempre ocupados. Aun cuando el trabajo
resulte ser tedioso y aburrido, éste es su tabla de salvación en la vida.
Con frecuencia,
el estar atareado lo utilizamos para escapar de algo importante; por ejemplo,
eludir responsabilidades familiares, compromisos sociales, cuidar de nuestra
salud física y espiritual. Más que un trabajo es una evasión. En muchos casos,
al demorarnos más de lo necesario para finalizar nuestras tareas, sea
consciente o subconsciente, es una manera de relejar invertir nuestro tiempo y esfuerzo
para mejorar nuestro bienestar personal y el de nuestro entorno.
Estar supuestamente
atareados es, en algunos casos, un refugio para ser ineficientes e improductivos;
porque nos sumimos en una indolencia creativa. En cambio, cuando asumimos actividades
constructivas, éstas reclaman nuestra iniciativa y un pensar con imaginación. Por
el contrario, mientras que el estar atareado, en la mayoría de los trabajos, esto
exige poca iniciativa y casi ningún pensamiento creativo.
Al hacernos adictos
al trabajo nos resulta más sencillo enfrascarnos en tareas que otro nos encarga,
que invertir nuestra energía y creatividad en la consecución de actividades que
nos den más equilibrio en nuestro pensar-hacer. Cuando tenemos una vida
satisfactoria, esto nos proporcionara un propósito, una identidad y un sentido
de comunidad. Por lo cual, no tenemos que derrochar cuerpo y alma en el lugar
de trabajo que nos resulta ajeno.
Si fuésemos
más creativos no tendríamos que dedicar tanto tiempo a mal ganarnos la vida,
porque seríamos más productivos. Tomarnos un poco de tiempo libre nos ayuda a
disfrutar de la contemplación reflexiva de la vida, de nosotros, de nuestro
hacer; lo que nos haría más productivos en nuestro trabajo.
Estar atareados
es una de nuestras muchas malas costumbres. La cual está bendecida por las gerencias
empresariales sin brújulas, los promulgadores del éxito (sin definir que es éste),
el sistema educativo, el aparato burocrático del Estado… En la sociedad actual,
si no estamos atareados y estresados no somos considerados importantes. Uno
oye, por ejemplo, a niños escolares de siete años de edad hablar que están
estresados y atareados.
Confundimos estar
ocupados con ser productivos. Son dos cosas absolutamente distintas; y quién
sabe si antagónicas. Sin embargo, predicamos y nos encanta estar ocupados,
improductivamente ocupados. Estar ocupados no conduce al éxito. Si este se
fuera el caso, muchos trabajadores se sentirían triunfadores y no es así. La
clave está en ser efectivos y productivos, no en estar ocupados.
Quienes generan
más éxito son las personas creativas, porque saben que las cosas se deben hacer
de manera más productiva. Las jornadas más largas de trabajo no necesariamente
se traducen en un aumento de productividad. Tendríamos que definir ¿Qué llama
cada empresa, cada persona productividad? En carne propia todos conocemos la
insensatez del exceso de tareas en el trabajo; que muchas veces solo sirve para
alimentar el ego de algún gerente o patrón.
Muchas de las
cosas que hacemos en el trabajo, y también en nuestra vida cotidiana, no
merecen la energía que invertimos en ellas. Tenemos que ser consciente de esto.
Las cosas que no valen la pena hacer son las que más tiempo nos hacen perder.
Porque involuntariamente asumimos una actitud de rechazo y repulsión a éstas;
porque nos roban nuestra energía productiva; porque son cosas parasitarias que
no aportan nada positivo a nuestro pensar-hacer. Las hacemos con la mayor
desgana posible.
No obstante, la
mayoría de las veces estamos ocupados en tareas que tienen poca relevancia para
nuestra vida productiva y feliz. Afirmamos continuamente que no tenemos tiempo;
aunque pasamos horas viendo programas de televisión que no aportan nada a
nuestra creatividad, o en conversaciones insulsas que marchitan el espíritu en
vez de hacerlo crecer. Lo mismo en el trabajo, para finalizar la jornada
quejándonos a la hora de salida de nuestra miserable existencia o esperando que
llegue el viernes para repetir el ciclo de la improductividad.
El problema
está en cómo manejamos nuestra vida. Cuando somos realmente más productivos y
prósperos, es cuando invertimos nuestro tiempo en actividades importantes y
hacemos uso eficiente de nuestras fortalezas. En este sentido, utilizamos
nuestro tiempo de forma productiva y eficaz. Dedicarnos a actividades
productivas, constructivas personales y sociales constituye el mejor camino
hacia el éxito.
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