Achacamos
nuestros problemas al tiempo, mejor dicho a la falta de tiempo. Sin embargo, no
nos detenemos —por supuesto, porque no tenemos tiempo— a pensar que somos improductivos
y ruinosos porque derrochamos nuestro tiempo en actividades sin importancia y
no hacemos uso eficiente de nuestras fortalezas. Nos centramos en actividades
irrelevantes, por ejemplo, bebiendo en la licorería de la esquina todas las
tardes. Somos ineficaces porque derrochamos nuestras posibilidades y
fortalezas. Después les echamos la culpa a los demás.
El tiempo lo
podemos usar de manera sensata o tontamente, nosotros lo decidimos. El modo en
como manejamos nuestro tiempo determina si o no minimizamos los conflictos
entre nuestra vida laboral y nuestra vida personal. Para manejar bien el tiempo,
es necesario desarrollar (por lo general, no la tenemos desarrollada) la
capacidad de centrarnos en los proyectos que nos sirvan para alcanzar el éxito en
las actividades que nos proporcionan mayor satisfacción. Andamos por la vida
todos desperdigados, sin rumbo fijo, «del timbo al tambo» se dice. De esa
manera, no vamos a alcanzar nada.
Por regla
general, no sabemos por qué, tanto en la vida laboral como en la personal tendemos
a complicarnos la existencia. Emprendemos «miles» de actividades, que nos hacen
perder el tiempo porque sencillamente son inútiles. Creemos que entre más
complicado o aparentemente complicado es un trabajo o cualquier actividad ésta
es más productiva, más interesante decimos. Queremos parecer sujetos
interesantes, tal vez por eso nos complicamos la vida. Solo nos convertimos
nuevamente en personas ineficaces. Además, nos sentimos importantes por el
hecho de trabajar duro durante una larga jornada en alguna actividad o proyecto
improductivo.
Otra forma de complicarnos
la vida es cuando permitimos que otras personas nos intimiden. Cuando nos
dejamos arrastrar por los deseos de otros, por lo que los otros quieren. Que,
por lo general, no coincide con lo que nosotros queremos. Asumimos
preocupaciones, deseos de otros. Adoptamos, por ejemplo, sus aspiraciones, su
modo de vida, el tipo de trabajo que esa persona desea alcanzar; adoptamos su
idea de lo que es el éxito. Al asumir las posturas de otra persona realizamos
un esfuerzo inútil y terminamos perdiendo nuestro tiempo y nuestra energía
emocional, que no dan ningún rendimiento real.
Es necesario tomar
decisiones sobre el uso que hacemos de nuestro tiempo, que es el único que
tenemos. Solo podemos seremos prósperos si alcanzamos un buen equilibrio en nuestra
vida. No podemos sacrificar la alegría, la felicidad y la satisfacción. Pues, la
vida carecerá de propósito. ¿Qué sentido tiene vivir sin alegría, sin felicidad?
La satisfacción y las actividades constructivas constituyen los ingredientes
necesarios para llevar una vida de propósito y logro. En estos se incluyen los
amigos, la familia, la aventura, pasear, meditar, la indolencia creativa, la
plenitud espiritual, éstas son las cosas que hacen que merezca la pena vivir. No
desperdiciar el tiempo, para luego estar quejándonos todos los días.
Si llevamos un
estilo de vida poco saludable e insatisfactoria, no gozaremos de una de vida
próspera. Debemos dormir lo que hay que dormir, comer bien, hacer ejercicio
regularmente, trabajar creativamente, dedicar tiempo suficiente a los amigos y
la familia. Si encontramos tiempo para hacer las cosas que nos gustan seremos más
felices.
En la
actualidad, muchas veces consideramos que tener éxito es ser millonario. Es
decir, no hay otra forma de ser exitosos. No obstante, el éxito se alcanza
cuando, a la vez, alcanzamos un profundo significado de la vida. De ninguna
manera, estoy excluyendo el dinero de esto. Cuando alcanzamos el éxito es
porque hemos alcanzado un propósito real lleno de sentido. Sin este aspecto, no
hay un éxito en el sentido pleno de la palabra. Por ejemplo, con mis ahorros
compro el carro de lujo que siempre he deseado, pero mi familia se ha
desperdigado de mala manera; la frustración, el estrés y el agotamiento hacen
que tal compra carezca de sentido. La adquisición es real, el éxito en este
caso no. Si la compra y la familia estuviesen a la vez, el significado sería
otro y el olor al éxito estaría presente.
A veces al
estar inmersos en una vida atareada buscamos refugio en ensoñaciones; imaginamos
una vida plena, relajada, satisfactoria y feliz que nos aguarda en un futuro. Estamos
soñando con el día en que finalmente nos liberemos de todas nuestras ataduras, para
empezar a vivir de verdad. Como es un mero sueño, lo más probable es que ese
día casi nunca llega. Al sueño tenemos que convertirlo en realidad, en algo
palpable. Para eso tenemos que ser productivos, trabajar en ello.
No podemos
seguir derrochando el tiempo en sueños. Debemos tener tiempo para la reflexión
productiva. No podemos seguir simplemente ocupados. No podemos seguir llenando
nuestra vida de actividades improductivas para luego quejarnos de la falta de
tiempo. Nunca queremos tener un poco de tiempo libre. Nos hace falta
inteligencia y coraje para ser productivos y generar una vida llena de sentido,
ser nosotros mismos y vivir de verdad.
Debemos establecer
bien nuestras prioridades, para obtener un buen equilibrio en nuestra vida. Es
fundamental que decidamos el orden de nuestras prioridades, de nuestras
necesidades y deseos, y así concentrar nuestro tiempo y energía donde sean más
eficientes y den mejores dividendos. Comencemos a clasificar las actividades de
nuestra vida según la importancia que tenga para cada uno de nosotros: cónyuge,
hijos, trabajo productivo, salud, crecimiento personal, empleo, comunidad,
plenitud espiritual y formación.
Nosotros
decidimos, esto no excluye la ayuda de otro, si hemos establecido correctamente
nuestras prioridades y vivimos conforme a ellas. Tenemos que definir el tipo y
la calidad de vida que deseamos vivir. Debemos invertir tiempo y energía en las
cosas que realmente nos importan; así alcanzaremos nuestra felicidad y
satisfacción.
Es posible llevar
un estilo de vida acorde con nuestros valores y significados si realmente lo
deseamos. Tomar el control de nuestra vida empieza por nosotros mismos. Somos
nosotros quienes decidimos si queremos apartarnos de las cosas que nos
distraen, de las cosas urgentes pero que no son importantes. Debemos estar en pos
de una vida que comprenda nuestras actividades creativas, tiempo para reflexionar
y relajarnos, tiempo para dedicar a la familia, los amigos. Así construiremos
una vida más gratificante.
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